Está acostado sobre su cama. Es una mañana fría y oscura. Él está solo en casa, solo los ladridos de su mascota se escuchan. Intenta ponerse de pie. Su cabeza le grita una y otra vez: “no puedes, hoy no. Pide ayuda”. Intenta una vez más ponerse de pie, su clase le espera. Sus amigos le esperan. El cuerpo y la mente de Javier dejó de intentarlo. Piensa “hoy no, hoy no puedo: ¿y si pido ayuda?”, “¿funcionará?”, “¿qué tal si creen que mi masculinidad es frágil?”, preguntas así rondan por su cabeza. El joven universitario toma su teléfono y agenda una cita en psicología, por suerte hay disponibles, porque “¿y si no?”, piensa.
Lo social, lo académico, lo económico y lo cultural son factores macro que abordan grandes problemáticas en la sociedad colombiana y que pueden generar repercusiones negativas en la salud mental de una persona, explica la psicoterapeuta Tatiana Beltrán. Los roles de género, según el informe “los suicidios en Colombia no disminuyen” desarrollado por Prensa Libre, son la causa principal del aumento de problemas en la salud mental y, por ende, el incremento de suicidios.
Las sociedades establecen roles que en su mayoría son estereotipados y estigmatizantes. Se basan en la división de lo que es lo femenino y lo masculino: encasillan y etiquetan a las personas. Así, imponen funciones como ‘las mujeres en casa. Son sensibles y emocionales’ o ‘los hombres no lloran, son fuertes: machitos’. Son funciones designadas que llevan a perpetuar 'un pacto de silencio’ sobre lo que es la realidad en Colombia.
En lo que va del año, según informó el Instituto de Medicina Legal, van 444 suicidios de los cuales 349 casos fueron de hombres y 95 de mujeres, en donde la mayoría de sus víctimas eran jóvenes entre los 15 y 29 años. Bogotá es la ciudad con más casos registrados (56 casos).
Javier, luego de su cita psicológica, identificó algunas razones que dificultaron la mejoría de su salud mental y la posibilidad de confiar en el sistema social: la ineficiencia de la atención, la educación que se ha inculcado tanto en hombres como en mujeres, y la imposición por parte de la sociedad de su ‘masculinidad’.
Un dilema entre reprimir o expresar emociones
La profesional en estudios de género Cindy Caro define los roles de género como “acciones que se le adjudican a las personas según estereotipos que hay relacionados con el cuerpo y la sexualidad". A las mujeres se les adjudica que deben lavar, planchar y cocinar. Mientras que los hombres deben dar el sustento en el hogar. Ante esto, Caro no solo lo relaciona con labores, sino también con la forma de expresarse y mostrarse ante la sociedad.
Los hombres “tienen más barreras para poder decidir conectarse con sus emociones ‘tristes’ como el llanto o la fragilidad”, afirmó Caro, hecho que los lleva a sufrir de depresión, ansiedad o trastornos de personalidad.
“En Colombia para los hombres es un poquito más difícil acceder a la atención por psiquiatría. Debido a la estructura cultural que tenemos les cuesta mucho identificar los estados emocionales que tienen y exteriorizarlos”, contó la psicoterapeuta Beltrán.
Los roles de género se han convertido en costumbre para Felipe, un joven de 19 años. “No me siento muy cómodo expresando muchos sentimientos en mi entorno social. Entonces la casa siempre ha sido un lugar de individualidad: un espacio privado”. Esto ha llevado que interiorice sus problemas y que afecte sus relaciones sociales, su vida académica y su salud mental.
La imposibilidad de expresión de lo que se es ante la sociedad es un factor que afecta la salud mental. Javier, en un tono cómico, ponía de ejemplo una situación cotidiana que le afecta cuando la vive. “Cuando salgo de fiesta ahí es inevitable ver las miradas de las demás personas, porque me gusta bailar y no me importa si bailo con hombres, mujeres o queer. Siento que esas miradas afectan también lo que soy, entonces se reprimen las emociones de la comodidad y la felicidad”, contó.
Los roles de género también afectan en gran escala a personas que no se encasillan entre la heteronormatividad, pues no pueden vivir y performar su género con la libertad que quisieran. “El asunto de la salud mental no es un asunto individual, es un asunto de la sociedad”, afirmó Caro.
Es por ello que “las personas que no pueden hablar de su orientación sexual e identidad son afectadas mentalmente, pues si me rechazan porque estoy enamorada de otra mujer, es terrible”, aseguró la profesional.
Es el caso de Juan, una persona de género fluido. A lo largo de su vida se le ha impuesto una masculinidad específica. “Tienden a referirse a mi como hombre, entonces esa persona no llora. Esta persona solo puede hacer ciertas cosas que las mujeres no hacen, pero yo creo que es un proceso de construcción”, narró Juan.
Para Beltrán “se imponen y se mantienen estereotipos de género que impactan el desarrollo de la personalidad. No se puede vivir el cuerpo de manera libre y tranquila, porque se imponen unas características. Eso impacta”.
Todos estos factores que imponen los roles de género dificultan que los hombres decidan pedir ayuda profesional para ser escuchados, al no saber cómo serán tratados o clasificados. Sin embargo, la psicoterapeuta aseguró que la asistencia psicológica “tiene que ser más allá del género. Se tiene que ser experto en reconocer e identificar cómo está la capacidad emocional de esa persona, qué tan hábiles son para describir sus emociones, si identifica lo que le está pasando y cómo lo vive”.
Aun así, la situación se ve crítica en cuanto a la amplia brecha de suicidios entre hombres y mujeres. “Si bien los hombres se suicidan más, las mujeres idealizan el suicidio y viven con ello día tras día”, afirmó Ximena Palacios, profesora de psicología de la Universidad del Rosario. Dado que las mujeres lo piensan mucho y piden ayudan, mientras que los hombres lo piensan y actúan. Es un dilema entre poder expresar o reprimir los sentimientos y emociones, dice la docente
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La educación y los roles de género
La educación tanto familiar como escolar es considerada como la base fundamental para transmitir conocimientos y conductas. Tatiana Beltrán explicó que “si se viene de una familia disfuncional, es más probable que se tenga problemas de salud mental. Además, en las instituciones educativas y las estructuras que manejan son profundamente machistas y se siguen transmitiendo de generación en generación”.
En el caso de las relaciones familiares, tanto Juan como Javier comparten la idea de solucionar sus problemas por sí mismos, aunque aceptan que esto está mal, su crianza ha sido desde la imposición de una ‘masculinidad no frágil’. A diferencia de Felipe que su relación familiar le permite ser abierto y expresivo con respecto a estos temas. “Mi mamá es una persona que ayuda mucho en el diálogo. Cuando me siento mal, hablo con ella y eso me ayuda”, narró con una sonrisa en su rostro.
Tanto Caro como Beltrán afirmaron que la crianza tiene impactos en la salud mental, ya sean negativos o positivos. Cindy Caro considera que debe ponerse un límite en cuanto no ser “familias tradicionales”, pero también no se debe construir “un caparazón, en donde se genere una cero tolerancia a la frustración”. Para Beltrán “el papel de las familias es de transmisión y mantenimiento de los roles de género. Si vienes de una familia machista, se te van a imponer ciertas formas de ser, comunicarte y vivir tu cuerpo en relación con los otros”. Consideró que “las familias mantienen ‘pactos de silencio’, entonces al muchacho lo ven mal o irritado: ‘no, pues no pasa nada, dejémoslo que solito se le pasa’”.
Para Caro, la educación institucional con respecto a la salud mental ha tenido un cambio desde el año de la pandemia (2020) hasta el presente. Ahora “los niños y niñas de los colegios están hablando de educación emocional”. Esto para Beltrán es importante, pero no es suficiente, pues “aún no se habla lo suficiente de género. Hay un vacío muy grande en el cual se permita hablar de educación sexual, orientación sexual, masculinidad y feminidad”.
Las universidades han implementado protocolos de prevención e intervención con respecto a la salud mental. La Universidad del Rosario, por ejemplo, tiene “el ecosistema de salud mental”, en donde no solo se presta una atención psicológica individual, sino también colectiva, por medio de talleres. Ante esto, Caro afirmó que estos talleres permiten el “reconocimiento de las emociones, pero se tiene que fortalecer la perspectiva de género en esto”, dado que hasta el mes de marzo quienes asistían más a estos talleres eran mujeres, mientras que en las asesorías individuales predominaba la asistencia de hombres.
Desde el año 2022, la Universidad Nacional también ha permitido espacios de talleres psicológicos y psicoterapéuticos para hombres denominados ‘Entre manes’. Espacios que para Beltrán han tenido resultados positivos en la salud mental. Con estas implementaciones se espera que a finales de este año el Ministerio de Educación termine con la planeación de la atención y prevención para atender la salud mental en los universitarios a nivel nacional.
Para las expertas y para quienes viven esto a diario, estas soluciones son grandes avances, pero no son suficientes. Principalmente, porque “hay un estigma, todavía respecto a ir al psicólogo o al psiquiatra o buscar ayuda”, consideró Tatiana Beltrán. Plantean que el cambio más radical que se debería hacer es en la educación, implementando así la educación emocional, pues “hablar las cosas, evita muchas otras”, concluyó Felipe.
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Un sistema de salud ineficiente
Algunas situaciones que llevan a una persona a tomar la decisión de suicidarse, según la psicoterapeuta Tatiana Beltrán, son factores como enfermedades crónicas, problemas económicos, pérdidas familiares, rupturas amorosas, duelos emocionales y la depresión. El gran problema para Beltrán es la inaccesibilidad que se tiene a estos servicios psicológicos y psiquiátricos: “somos un país en el que hay problemas graves de salud mental y que no se atiende”, afirmó la mujer con un gesto de preocupación.
Juan considera que para acceder a terapia de calidad “se necesita mucha plata”. Situación que no es errónea. Una noche en un hospital psiquiátrico cuesta aproximadamente un millón de pesos. Este problema de salud pública no solo abarca lo que causa problemas en la salud mental, sino también el capital de una persona para poder cuidarla. Es necesario que, “el Estado mejore el acceso. Tiene que ser más oportuna la atención y para eso hay que contratar muchos más profesionales", afirmó Beltrán.
En cuestión de atención, Javier resalta que una cita de 15 a 30 minutos cada mes, no puede solucionar mucho. Aun así, reconoce que hablar y ser escuchado, ya sea por un profesional o por sus amigos, le ayuda a sobrellevar cada recaída, en donde su mente dice que ‘no puede más’. Consideró que, cuando le ocurren esas situaciones, necesita ayuda inmediata. Él no puede esperar a una asignación de la EPS que se demora entre un mes a tres meses.
Por su parte, Juan decide poner en práctica sus clases de budismo. Se sienta. Pone sus manos en el pecho. Cierra los ojos. Respira una, dos y hasta tres veces de manera lenta y cuidadosa. Se repite una y otra vez en su cabeza: “mis emociones no me controlan, yo las controlo”. Se toma unos minutos más para pensar. Ahora sabe que podrá encontrar una salida a su crisis emocional. Ambos jóvenes concuerdan en que “cada uno lo sobrelleva y supera como puede”.
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Hablar y ser escuchado sin temor a ser juzgado por el rol que se deba o no cumplir es lo principal para que la brecha de salud mental y de suicidios se cierre cada vez más. El papel de todos los miembros de la sociedad “debe repensarse”, como lo mencionó Cindy Caro. La salud debe considerarse una prioridad, el Estado debe garantizar un acceso y acompañamiento eficaz.
Si siente que necesita ser escuchado puede contactarse con la línea Calma al 018000423614, que es exclusivamente para atender y prevenir el suicidio en hombres. Si requiere asistencia médica puede llamar al 123. Finalmente, también puede contactarse con la línea 106 que funciona las 24 horas del día y todo quedará en el anonimato.