Edixon Ruiz está acostumbrado a ver la muerte de frente. A muchos de sus compañeros les incomoda. Para él, en cambio, es usual encontrarse con uno o dos muertos cuando cubre los accidentes de movilidad para Citytv. Pero, aunque su profesión lo ha vuelto resiliente, todavía recuerda con pesadez el 2 de abril de 2017. En ese momento llevaba un año trabajando como periodista y fue enviado a cubrir la avalancha que arrasó con Mocoa el día anterior. Por una semana realizó informes de sol a sol para reportar el número de fallecidos, sobrevivientes y el progreso de los rescatistas que escarbaban entre el lodo y los escombros de la capital del Putumayo.
Durante su estadía no se pudo bañar ni afeitar por tres días, y la única comida que consiguió fue arroz con huevo. De regreso a Bogotá, Edixon sentía que no se había ido de la tragedia. La tranquilidad de su hogar no era comparable con la situación de los damnificados que sobrevivían con las uñas. Sin saber por qué se sentía incómodo. No podía dormir bien o comer sin recordar las dificultades que atestiguó. Pero lo que más le incomodaba era el hedor de la muerte, el hedor que volvía a su nariz repentinamente, el hedor penetrante del cementerio donde estaban más de 300 cuerpos en descomposición.
“Es probable que haya experimentado un evento de estrés postraumático (EPT)”, menciona Patricia Gracia, psicóloga clínica, sobre las posibles afectaciones a la salud mental que padeció Ruiz. Este trastorno de ansiedad se caracteriza por las consecuencias cognitivas, conductuales o físicas que experimentan las personas al presenciar un acontecimiento traumático.
“Como dice mi jefe: mientras que las personas comunes huyen de las crisis, los periodistas tienen que ir hacia ellas”, comenta César Melgarejo, fotorreportero de El Tiempo, quien admite que en ocasiones se le dificulta separarse emocionalmente de las historias que cubre. Gracia advierte, sin embargo, que sufrir un episodio del trastorno de estrés postraumático, como podría ser el caso de periodistas como Ruiz y Melgarejo, es distinto a padecerlo. Los síntomas deben presentarse continuamente por más de 30 días para que una persona sea diagnosticada con EPT.
En el estudio “Síntomas de estrés postraumático en periodistas que cubren la guerra contra el narcotráfico”, de la Universidad Nacional Autónoma de México, se resalta que el 35% de los periodistas encuestados presentaron síntomas del trastorno en algún punto de su carrera. A su vez, se concluyó que los reporteros que cubren la guerra del Estado contra el narcotráfico los padecían con mayor intensidad. De la misma forma, Gracia considera que el conflicto armado es un factor que debe tenerse en cuenta para la salud mental de los periodistas colombianos, ya que deben reportar eventos “con una fuerte carga emocional y psicológica” que suceden muy frecuentemente.
“El periodismo no es para cualquiera”
César Melgarejo es un fotógrafo avezado. Lleva casi 9 años trabajando como reportero gráfico, primero como freelance y después para la casa editorial El Tiempo. Antes de la llegada de la pandemia, sabía dónde buscar los eventos más noticiables en las calles de Bogotá. Sin embargo, con las cuarentenas y los toques de queda las calles quedaron vacías, y tuvo que afrontar varios “turnos blancos” en los que no encontraba qué fotografiar.
“Esto sin duda fue más estresante de lo usual”, menciona Melgarejo, pues normalmente ya lidiaba con grandes cantidades de estrés. Su día comenzaba cuando debía ir a la oficina temprano, proponía un tema y se transportaba hasta el lugar donde sucedían los hechos. Lo primero que le afanaba era llegar a tiempo y no perderse alguna marcha, partido de fútbol o concierto por quedarse atrapado en un trancón; lo segundo, era encontrar los mejores planos y ángulos para tomar buenas fotos, pues en el fotoperiodismo las fotos no se pueden repetir; por último, lo más difícil era no tener buen internet o no contar con un dispositivo veloz para subir las mejores imágenes a la página web del medio.
Por su parte, Ruiz trabaja para el informativo matutino Arriba Bogotá de Citytv, donde debe presentar cuatro noticias por día. “Yo valoro mucho la hora de almorzar, es la única hora que yo realmente tengo libre”, asegura el periodista, ya que después de almorzar debe estar pensando las noticias que propondrá para el día siguiente. Además, afirma que para los periodistas de televisión es complicado encontrar personas dispuestas a hablar y salir en cámara. Una complicación que empeoró con la pandemia, según él, “esto se volvió más difícil, porque ahora la gente le teme a que uno se le acerque por el virus”
“El estrés no es necesariamente malo”, comenta Gracia al respecto de la presión que enfrentan a diario los periodistas. La psicóloga sugiere que puede ser un estimulante y producir placer al completar las obligaciones. Asevera que “se ha estudiado que sólo si la persona le da una connotación negativa, es probable que desarrolle estrés crónico y otras consecuencias para su salud”. Por esto, sostiene que profesiones tan demandantes como el periodismo no son aptas para personas que no soportan grandes cantidades de estrés.
Necesidad de formación psicológica
“Casi no me queda tiempo para ver a mis familiares o amigos”, afirma Melgarejo mientras se dirige a su casa después de estar trabajando en Soacha. El fotorreportero afirma que su trabajo le impide tener tiempo libre para él mismo o para compartir con su círculo cercano.
“Para profesiones tan exigentes es necesario tener una red de apoyo que sirva de colchón de protección”, advierte Gracia. La psicóloga opina que es preocupante que los periodistas descuiden sus relaciones personales, ya que esas relaciones alivian las presiones de las jornadas laborales y los acontecimientos impactantes que puedan presenciar. Además, la experta asegura que desde las universidades deberían darles herramientas a los estudiantes para que aprendan a prever las posibles afectaciones a la salud mental que les produzca su trabajo. “Enseñar, por ejemplo, a tener una buena higiene del sueño o que deben descansar de las noticias tan pesadas que están reportando debería promoverse más en las aulas”, sostiene Gracia.