Estar allí es como ser una omnipresencia poderosa, en más de 100 lugares al mismo tiempo, omitiendo el hecho que solo puedo observar, no me escuchan, ni los escucho. Estático, un punto fijo, pero panorámico. "Prohibido el paso. Solo personal autorizado". Un anuncio color verde, lo suficientemente notorio como para ignorarlo. Hay seis televisores pantalla plana, cada uno con la imagen divida en partes, cada fracción es una cámara y algunos de estos recuadros cambian de imagen cada 10 segundos. Esto era la mejor tecnología del medio oriente. Adentro se encuentran tres personas, dos mujeres y un hombre.
En mis conocimientos sobre el Palacio de Justicia, solo sabía de una entrada que, de hecho, consideraba era muy fácil ingresar por allí. Y mis dudas sobre la seguridad de la construcción, flaqueaban cada vez que daba un paso dentro de esta. Pero no, por la carrera octava se encuentra el acceso para funcionarios, justo al lado de la entrada para el parqueadero. En la angosta puerta está lo que parece un detector de metales, que no estoy muy segura de que funcione. Su recepción tiene aspecto parecido al el de un hospital, blanco y frío. Hay registradoras que funcionan con un carné, una maquina rayos x y una joven recepcionista.
El mayor retirado de la Policía, Enrique Riaño es el jefe de seguridad del Palacio, su oficina está ubicada en el sótano, uno de los pisos de parqueadero del mismo. Lleva trabajando allí 18 años. Su oficina es acogedora, pero el olor, de lo que parece ser aceite de carro es muy fuerte. Él se encarga de todo lo que concierne a la seguridad del edificio: entrada y salida de personas, vehículos, el uso de los carnés de cada trabajador y revisar que todo funcione con normalidad. Exnovio de mi tía, hermano de un exnovio de mi mamá, amigo de la familia y quien me proveyó de información acerca de los años de adolescencia de mis tías y mi madre.
El centro de la omnipresencia del Palacio, o como ellos lo llaman, la sala de cámaras, también se encuentra dentro de la oficina de seguridad. No como tal vez estamos acostumbrados a ver en las películas, con una pared totalmente cubierta de pantallas gigantes, cierta cantidad de personas observando quién puede ser considerado como sospechoso y un jefe malhumorado que nota cualquier irregularidad en menos de dos segundos. Esta es una sala grande y blanca, con dos mujeres y un hombre adentro. Enrique, el jefe, es amable y debido a los 18 años que juntos llevan trabajando, hay confianza suficiente. En total hay 100 cámaras, dentro y fuera del Palacio.
Hace 18 años la nueva construcción del “monstruo dividido en 4 poderes", como lo llama Enrique, se propuso que el sistema de seguridad estuviera a cargo de la Policía Nacional. Para esto, se convocaron a hombres ya retirados de estas fuerzas, dos mayores y dos capitanes. Se contactó a israelíes expertos en defensa, estos se encargaron de realizar entrenamientos y pruebas, escogieron a uno para cada cargo. Enrique hoy en día es el jefe de la seguridad del Palacio, y el capitán se encarga del mismo ámbito en las cortes.
Claramente en ese tiempo, los israelíes tenían la mejor tecnología de seguridad y el Palacio de Justicia de Bogotá sería uno de los pocos edificios en Colombia con el prestigio de poseerla. Pero hoy en día, puede que no lo consideremos mayor cosa, de hecho cuando Enrique me estaba contando acerca de la innovación que era para el país tener tal técnica, creo que mi cara no fue tan disimulada y hasta emití un "sí" con desgano. Esta gran tecnología consistía en utilizar cámaras en todo lugar donde fuera posible, pasillos, escaleras, salidas, salas, parqueaderos, la calle, en otras palabras, en el baño no se colocaron, pero porque no se puede.
Por otro lado, cada persona que trabaja allí adentro tiene un carné con su foto y sin este no puede movilizarse por el Palacio, ni salir o entrar. Por piso hay por lo menos dos mini recepciones y un celador, una a cada esquina del nivel y para poder cruzarlas se debe utilizar el carné como una tarjeta de ingreso. A la entrada principal, la recepcionista es quien guarda los carnés a cambio de la cédula de cada persona. Si algún trabajador desea que ingrese un visitante, este le debe dar su cédula a la señorita y ella deberá llamar para confirmar si hay permiso de ingreso, luego dará una boleta con el nombre de la persona que allí labora, el visitante al salir debe devolverla firmada por la persona que lo atendió. Algo así como cuando nuestros padres debían firmar la agenda del colegio cada día.
Después del recorrido y de estar un rato más hablando en su oficina, que por cierto en esta suena un pito constante, como el que produce el monitor de pulsaciones de un hospital y de que comentará la gran cifra de personas de las que él está a cargo de su seguridad. 800 trabajadores, sin contar celadores (20) ni policías (300), 500 visitantes por día, 450 carros y 200 motos. Suficiente responsabilidad como para no salir corriendo.
La reconstrucción del Palacio culminó en 1999. Se construyó en el mismo lugar donde se encontraba la anterior edificación y no, no fue un arquitecto israelí, era colombiano. Su aspecto imponente y la frase de Francisco de Paula Santander, "Colombianos: las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad", caracterizan aquel lugar donde se crean las leyes, derechos y deberes que rigen a país. En su interior la luz del sol resalta los acabados en madera y en sus pasillos se desplazan al menos unas 1800 personas por día.
Para Belisario Betancur, 1985 fue el peor año a lo largo de su paso por la presidencia de Colombia. Entre el seis y siete de noviembre, lo que se conocía como el Palacio de Justicia, en el centro de Bogotá, ardía en llamas, dejando así un aspecto lúgubre cuando el fuego cesó. Lo que era el foco del poder en Colombia, quedó totalmente destruido. Ni su única puerta de salida y entrada se podía visibilizar. Tuvo que ser reconstruido desde los cimientos. Una semana después, la noche del 13 de noviembre, en el Tolima, un pequeño pueblo era cubierto por el lodo producido por la erupción del volcán Nevado del Ruíz, lo que pasó a ser conocida como la tragedia de Armero.
Durante los 18 años que Enrique lleva trabajando allí no ha sucedido nada fuera de lo normal y eso también incluye a situaciones paranormales, ningún alma en pena que se quiera comunicar desde el más allá. Los casos más extremos que han tenido que afrontar han sido las manifestaciones alrededor de la Plaza de Bolívar, cuando rompen los vidrios o hacen grafitis en las paredes, en estos casos se llama al Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). La seguridad se refuerza en ocasiones específicas, como cuando narcotraficantes o exparamilitares van a ser juzgados. Y como típica película colombiana debe tener tema relacionado con violencia o narcotráfico, ha habido ciertas ocasiones en las que se pide permiso para grabar allí dentro, pero se les es denegado.
Al despedirme y salir de su oficina, pienso en tomar una foto de mi alrededor, pero decido no hacerlo, razono que pueden llegar a creer que voy a utilizar las fotos para algo más, como hacer una inteligencia del lugar, ¡lo que hace la imaginación¡ Cuando llegué a la recepción principal y le entregué mi boleto de salida a la joven, empezó a buscar mi cédula y por un momento tuve un mini infarto, porque no la encontraba, tratando de mantener la compostura dije con la voz un poco temblorosa, "tranquila, eso debe estar por ahí", no sé si lo decía para ella o para mí, finalmente la encontró. ¿Eso también cuenta como medida de seguridad?