En mi cabeza, la zona más contaminada de Bogotá debe ser un horizonte de niebla tóxica, edificios borrosos por el esmog y personas que, con sus tapabocas, evitan cualquier contacto con el exterior. “La Sevillana debe tener un aspecto similar al de la ciudad de Beijing, en China”, me digo a mí mismo con tono de preocupación mientras muevo mi cabeza de izquierda a derecha. Una vez salgo de la estación de Transmilenio Carvajal-Sevillana y entro, expectante, al mundo de químicos tóxicos y aire infectado, lo primero que pienso es que el ambiente es bastante similar al de otras zonas de la ciudad. Son las 3:00 de la tarde y en La Sevillana me recibe un cielo grisáceo y apagado. No obstante, no parecen haber señales de interminables olas de humo contaminado.
Recorro el puente peatonal y desde lejos puedo ver el humo que expulsa el Consorcio Metalúrgico Nacional. En comparación con los demás ambientes de la ciudad en los que he estado, como el centro de Bogotá, el aire de aquí se siente más pesado. En cierta medida, me causa molestia respirar, pues mi nariz está luchando por permitir que el oxígeno fluya con normalidad. El olor picante e irritante del ambiente recorre mi garganta y nariz.
El Informe Anual de Calidad del Aire en Bogotá de 2018 afirma que La Sevillana tiene las concentraciones mensuales más altas de dióxido de azufre en la capital, contaminante primario en la industria con olor picante. El entorno tiene un olor similar al de la plastilina, producto de los distintos químicos que se desplazan por el aire del lugar. La sobre estimulación de olores hace que decida taparme la nariz por unos segundos. Si bien siento un leve malestar, el cambio de ambiente no parece ser tan peligroso como lo imaginaba.
En 2017 esta zona tuvo el aire más contaminado de toda la ciudad, según el Informe del Estado de Calidad del Aire en Colombia del IDEAM. Mientras las cifras comienzan a marearme, empiezo a toser sin causa aparente. Pienso que debe ser causa de la imaginación, pues mi mente está relacionando el lugar con la suciedad y el mal de la mano humana. No obstante, quiero tener una experiencia objetiva de la zona, no simplemente comenzar a padecer síntomas psicológicos imaginarios.
Desciendo del puente peatonal y recorro los alrededores del Consorcio Metalúrgico Nacional. A lo lejos veo un puesto de venta ambulante y una mujer de cabello grisáceo, mirada decidida y cara cubierta con tapabocas. Su nombre es Mónica, ha sido vendedora ambulante en la zona durante 16 años. Me llama la atención el hecho que ubique su puesto a pocos metros de las industrias de la zona. Mónica lleva viviendo 27 años en La Sevillana, de los cuales, afirma, los últimos 10 ha estado bastante enferma. El tapabocas lo utiliza para no agravar su gripa con los químicos que rondan en el ambiente. La inquietante decisión de estar cerca de las industrias viene de la demanda de los trabajadores por alimentos. Con voz rasposa, afirma: “lo que más compra la gente es cigarrillo. A ellos no les importa si están dañando el medio ambiente, o si viven en la zona más contaminada de Bogotá. Y yo necesito buenas ventas para mantener el puesto, por lo que los sigo vendiendo”.
Las calles son recorridas por camiones de carga y autos que dejan una huella de humo a su paso. Un hombre con tapabocas y mirada cansada comienza a caminar a mi lado. Yo lo detengo y le pregunto si utiliza el tapabocas para evitar enfermarse con la contaminación de la zona. Él me contesta que simplemente está enfermo e intenta evitar agravar su situación. Miro a los alrededores y veo múltiples rostros expuestos a la toxicidad del ambiente. El uso del tapabocas no es común en La Sevillana. De hecho, varias de las personas que lo utilizan afirmaron no hacerlo con fines de protección ante la contaminación del ambiente.
El reloj muestra las 3:30 p.m. Ha pasado media hora desde que comencé mi recorrido por la zona. Comienzo a notar un cambio: cada vez se me dificulta más respirar con normalidad. Al caminar por el cruce de la autopista Sur con avenida Boyacá, empiezo a sentir un malestar agudo en la garganta y ardor en la nariz. Comprendo un hecho fundamental: la batalla contra la contaminación es una lucha de resistencia. Por cada emisión contaminante que deja tras de sí un auto, por cada camión que recorre el camino o químico que se introduce en mis pulmones, mayor dificultad adquiero para respirar con normalidad. La brisa sucia hace que mis ojos ardan y se entrecierren. Me asfixio con facilidad y toso de vez en cuando. Cada vez que inhalo, el aire se siente más denso, más pesado. Veo a mi alrededor y me percato de que las personas no se sienten tan incómodas como yo. Entonces me pregunto si el problema es mío o de los demás.
Por la calle Diagonal 49 Sur observo fumadores en cada esquina, personas despreocupadas y niños sin tapabocas. Según el Informe Anual de Calidad del Aire en Bogotá, realizado por la Secretaría Distrital de Ambiente a lo largo del 2018, La Sevillana registró la mayor concentración de material particulado (PM) 2.5 en toda la ciudad. Estas partículas finas son tan pequeñas que son imperceptibles a simple vista. Surgen por combustiones y procesos industriales. Según Jaime Fajardo, Ingeniero Ambiental y experto en calidad del aire de la Universidad Central, estas partículas tienen un diámetro casi 50 veces menor al de un cabello humano. Debido al tamaño diminuto, el material particulado PM2.5 puede llegar al torrente sanguíneo, afectar las vías respiratorias y agravar problemas respiratorios previos.
Según Jaime Fajardo, existen varias razones para que La Sevillana sea el sector más contaminado de Bogotá. Primero, en esta zona convergen varias vías principales de la ciudad, como la Carrera 13, la Avenida de Las Américas y la Avenida Boyacá, que hacen confluir a varios contaminantes en un solo sector. Adicionalmente, La Sevillana tiene una densidad poblacional bastante amplia, por lo que el flujo vehicular y la congestión tienen una gran incidencia en los bajos niveles de calidad de aire. Del mismo modo, las fábricas y los productos químicos son comunes en la Zona Industrial de Bogotá. “En estas zonas, la incidencia de la contaminación no tiene un efecto inmediato en la salud de las personas. Esto no es como el agua contaminada, que lo manda a uno al hospital de una vez. Aquí son tiempos de exposición prolongados en donde las personas se enferman. A largo plazo, las personas pueden envejecer, e incluso morir más rápido”, afirma Fajardo.
¿La gente es consciente de que hay partículas tóxicas e invisibles que se desplazan en el ambiente que respiran? Arturo González tiene 62 años y lleva viviendo 40 en el sector de La Sevillana, actualmente por la carrera 56 A. Con mirada segura y frente arrugada, Arturo me dice que varios de sus familiares se han enfermado debido a la contaminación de la zona. “El transporte público ha aumentado y, entonces, también la contaminación. Varios de mis familiares y vecinos se han enfermado de los pulmones. Los niños parecen ser los más afectados”, me cuenta con expresión desmotivada.
El neumólogo Carlos Jiménez explica que los niños respiran de una forma mucho más veloz, por lo que absorben mayor cantidad de contaminantes del aire. El neumólogo asegura que debido a que el aparato respiratorio todavía está creciendo, el desarrollo del pulmón puede verse afectado. Del mismo modo, añade que incluso si los adultos pueden acostumbrarse al aire contaminado, éste puede agravar enfermedades respiratorias previas.
En medio de mi recorrido, paso por la calle Diagonal 51a Sur y veo un parque con niños jugando fútbol, sudando y respirando a grandes velocidades. ¿Es seguro que los padres permitan que los niños estén sin tapabocas? Decido preguntarle a una mujer que camina cerca al parque. La mujer, que prefiere mantenerse en el anonimato, tiene 52 años y ha vivido 32 en La Sevillana. “Las personas que han vivido bastante tiempo en el sector están acostumbradas al ambiente y no se asustan por las altas tasas de contaminación. Yo tengo un hijo y no considero que deba cargar con tapabocas todo el tiempo”.
Decido sentarme en uno de los bancos del parque, pues me siento agotado. El reloj marca las 5:43 p.m. Después de haber recorrido el sector por más de una hora, siento el aire mucho más respirable. El ambiente ya no me genera malestar, ni siento la molestia en la garganta cada vez que la brisa entra en mi sistema respiratorio. Parece que mi cuerpo ya comienza a acostumbrarse al aire más contaminado de Bogotá. Mi sistema respiratorio comienza a asimilar y absorber este entorno como si fuera oxígeno normal.
Entonces, ¿qué se siente vivir en el sector más contaminado de Bogotá? Se siente igual que vivir en cualquier otra zona de la ciudad. Las personas en este lugar ya están habituadas a las altas concentraciones de químicos en el aire que respiran. Incluso si existen pequeños lapsus de autoconciencia, cuando las fábricas expulsan un olor especialmente desagradable, o cuando el humo se vuelve excesivo en la zona, la mayoría del tiempo las personas se pasean por las calles, fuman un cigarrillo y no se preocupan por lo que ocurre a su alrededor. No obstante, que estén acostumbrados al ambiente podrido no quiere decir que sus vías respiratorias también lo estén.
Actualmente, los candidatos a la alcaldía de Bogotá le han dado un papel protagónico al tema medio ambiental dentro de sus propuestas. Por ejemplo, Claudia López ha expresado en varias ocasiones que desea que los bogotanos la recuerden como la alcaldesa que cuidó con mayor ahínco las reservas naturales que tiene Bogotá. Miguel Uribe, del mismo modo, ha propuesto sembrar 1 millón de árboles en la ciudad. Hollman Morris propone sembrar 1.5 millones de árboles en la reserva Thomas van der Hammen, además de no extender la vida inútil del relleno Doña Juana. Por último, Carlos Fernando Galán ha propuesto defender desde su administración las iniciativas de emprendimiento que tengan como objetivo el cuidado del medio ambiente.
Me levanto del banco y decido devolverme rápidamente a Transmilenio. Apenas entro a la estación, siento mayor levedad al respirar. Nuevamente mi cuerpo me reclama por aire limpio. No obstante, sé que ya casi no quedan rincones en la ciudad que puedan ofrecerlo. En el camino de regreso, decido comprar un tapabocas bastante amplio.