Cada uno tiene 60 segundos para realizar su cóctel. Empieza Yady y su profesor, Iván Ramírez cuenta el tiempo: “Van 15…30…”. La adrenalina se siente en la Escuela Bartender Working Flair, la primera en Colombia que introdujo la enseñanza de acrobacias con las botellas–el flair– al momento de preparar las bebidas. Faltan 20 segundos y Yadi se apresura. Agita el coctel y lo sirve en una copa alargada de cristal. El color final es similar al de una naranja, fruta que utiliza junto con una cereza para la decoración. El cóctel de durazno está listo.
La escuela, ubicada en el norte de Bogotá, queda impregnada de un suave olor a durazno y alcohol. También, se percibe la naranja que se cortó antes de empezar el conteo. Seguro, más de uno necesitará esta fruta para adornar su copa, ya que es jueves de sólo coctelería. Aún así, algunas botellas vacías se ven en el aire y otras, de repente, se escuchan caer en el piso de goma negra que contrasta con el blanco de las paredes. Edwin y Diego Andrés practican Flair mientras esperan su turno.
Realizan maniobras que parecen imposibles para un novato. Una de ellas y, tal vez, la más fácil, es colocar y sostener una botella sobre los dedos de su mano. Hay que tener en cuenta que su palma está boca abajo. Otra más complicada: pasar una botella por detrás de la espalda mientras la coctelera, que está sostenida con la mano derecha vuela hacia la contraria. Luego, darle un giro a la botella por encima de la cabeza y “encestarla” en la coctelera.
“¿Quién va? ¿Quién va?”, pregunta Iván con entusiasmo cada vez que la barra queda libre. Esta escena se repite hasta que todos pasan. Como la idea es hacer el menor tiempo posible, es emocionante cuando alguno lo hace con bastante agilidad. “¡Hágale que va bien!”, se escucha, Iván cuenta: “10…20” y los demás observan con euforia el momento decisivo. “¡Uy, bien!”, se dicen sonrientes unos a otros.
Termina la clase y, con ella, los cocteles. Cada uno toma un pitillo y prueba. No hicieron flair, pero en el salón se escucha una voz que dice “mañana practicamos flair, mañana tenemos clase con el duro”. ‘El duro’ o, como lo llama Iván, ‘El gran jefe’, es Arturo Rosas, flairbartender desde hace 19 años y fundador hace 5 de la escuela. Es serio e imponente, pero, al mismo tiempo, tiene la cordialidad y frescura de un barman que atiende a su cliente.
–Estoy quieto. ¿Sí ven? No me muevo a los lados –les dice Arturo a sus alumnos que se encuentran en círculo. –Así es mejor, porque en la barra es incómodo– les explica y de inmediato les enseña una acrobacia. Luego otra. Y, así, sucesivamente. Ellos las practican en el salón del día anterior. Ya no hay rodajas de naranjas, alcohol, ni un cronómetro. A cambio, se ven botellas y cocteleras que se cruzan en el aire, que dan vueltas detrás de la espalda, que pasan por encima de los hombros o que, simplemente, giran una o dos veces sobre sí mismas.