“¡Ya!”, esa es la única orden que se escucha en la pista. Los muchachos salen tan pronto la escuchan, alineados casi a la perfección. Pasan unos segundos y ya hay quienes llevan la delantera. En esa desigualdad se refleja la experiencia, los que saltan confiados y los que frenan por miedo.
La caída es impactante. Los nervios se sienten más en los espectadores que en los bicicrosistas y la imaginación empieza a hacer de las suyas: en cualquier momento alguien puede accidentarse o caerse sobre otro. Y eso que es solo el entrenamiento.
El BMX es un deporte de carreras. Se compone de ocho corredores que arrancan en una rampa de salida que generalmente varía de los dos metros hasta los ocho metros. En un día de competencia hay tres rondas clasificatorias y la carrera final, su objetivo es, como se esperaría, ser el primero en llegar a la meta. (Lea también: Nuevo escenario para retar la ley de la gravedad)
Imágen: Alexandra Clavijo
Este es un deporte impredecible, alguien puede estar en el primer lugar y de un momento para otro, ¡paf!, encontrarse en el suelo con un hueso roto o parapléjico de por vida. “Puedes llevar toda la seguridad que quieras, pero eso no te garantiza salir ileso de una carrera”, dice Sebastián Roa, un entrenador de la sección infantil de este deporte.
Sebastián empezó a practicar junto a su hermano desde que eran pequeños, más o menos a los siete años. Ambos querían dedicarse de lleno al BMX y ambos se salieron tiempo después por la misma razón. Se accidentaron. Sebastián se rompió los dos huesos de la muñeca y su hermano se desgarró el ligamento de la rodilla derecha.
Ahora tienen profesiones diferentes y él único que sigue manteniendo una relación con ese deporte es Sebastián. “Depende del entrenador el plan de trabajo, es él quien debe saber que es lo que le conviene al grupo o no. Él es quien vela por la seguridad de sus alumnos”, explica Sebastián. (Lea también: Oinxpark, primer parque de BMX Freestyle en Bogotá)
Su concentración es dispersa, trata de contestarme mientras ve la televisión. Sus ojos verdes tratan de verme a mí y al programa al mismo tiempo. Las preguntas le quitan valioso tiempo para seguir viendo el show de la Fórmula 1, a pesar de eso, se toma su tiempo para pensar bien en sus respuestas.
“La mayoría de las lesiones se dan cuando la persona va a aterrizar en un salto. Recuerdo que un compañero se perforó el intestino grueso con el timón de la cicla en una caída, él tenía la costumbre de voltear el manubrio antes de aterrizar y esa vez su cuerpo se acercó mucho y no fue capaz de caer bien, generando el accidente” dice tranquilamente el entrenador mientras sigue viendo Fox Nitro.
Nicolás Echeverry viene corriendo, su respiración es agitada y pausada. De su frente caen unas cuantas gotas de sudor, pero no es seguro si son la causa de haber llegado corriendo o ya estaba sudado por el entrenamiento. Llega nuevamente al muro de escalar.
Se sienta un instante en unas bancas y se pone polvos en las manos para seguir con su ejercicio. El entrenador le explica la secuencia que debe realizar, le señala las piedras artificiales que debe coger con las manos y hasta dónde debe llegar.
Imágen: Andrés David Sandoval Suárez
Su meta no parece complicada, empieza a coger los agarres y a planear su ruta. La primera vez se cae, la segunda también, la tercera casi lo logra, la quinta ya es suficiente. No es tan fácil como aparenta. Vuelve otra vez a sentarse para echarse ese talco en las manos.
“Esto es un entrenamiento para luego poder escalar montaña”, comenta Nicolás. En el muro artificial se pueden dar el lujo de soltar los agarres en cualquier momento ya que hay una colchoneta que amortigua el golpe, en la roca el suelo hace el papel de colchoneta, en el mejor de los casos.
Hay varios tipos de escalada: la deportiva, que es la que generalmente cualquier persona la puede practicar. La de bloque, que es el entrenamiento de roca en altura y no cuenta con ningún tipo de seguridad. La clásica, que se realiza con herramientas diferentes que se colocan dentro de las fisuras de la roca y así se sostienen. También existe la escalada artificial, donde el ascenso no se realiza con las manos en la roca sino utilizando escalerillas o algún otro utensilio. (Lea también: Por competencia nacional, escaladores ponen sus ojos en Bogotá)
Escalar en roca debe ser realmente difícil, cualquier movimiento en falso puede significar un gran accidente. Hay dos formas de asegurarse cuando se escala en roca. En la primera, la cuerda está puesta en una argolla ubicada en la cima, que cae para amarrar al escalador en un lado y el otro sea sostenido por otra persona mientras se asciende y desciende.
La segunda es individual, el escalador debe ir asegurando su progreso con los mosquetones. Las rutas por lo general ya están trazadas, por lo que no es extraño encontrarse chapas donde se agarra el mosquetón. Ya puesto ese tipo de llavero en la placa, el escalador puede soltarse y no le va a pasar nada.
“A menos que la cuerda y la cinta estén mal acomodadas. Eso le pasó a un francés una vez, la persona que le armó el equipo solo puso la cinta en el llavero y cuando el señor fue a asegurarse en la cima, la cinta no resistió y se rompió, causándole la muerte”, explica Nicolás.
Los accidentes pasan y Nicolás no es la excepción. “Estaba a pocos metros del suelo, vi una roca que parecía estable, pero la palpe primero para asegurarme de que resistiera mi peso. Aparentemente estaba bien afirmada, por lo que me apoyé en ella de inmediato, pero no aguantó y se rompió. Caí al suelo, fracturándome un dedo de la mano y raspándome toda la espalda, menos mal no pasó nada más”, dice eso con tanta naturalidad que da la sensación de que no le dolió ni un poco.
Sin embargo, estos deportes no son los que tienen más incidentes. El fútbol, el baloncesto y el balón mano son, según la I Jornada de Formación Básica en Traumatología del Deporte, los que más generan lesiones, especialmente en las extremidades. Aún así, les falta deslumbrar como lo hacen los deportes extremos.
“El miedo es lo que nos mueve, superarlo es lo que nos mantiene. La adrenalina que se siente no se puede comparar, eso es lo que me gusta de este tipo de deportes” medita Nicolás, antes de volver a trepar en el muro.