Cuando Adriana Neira era niña creaba personajes fantásticos. “Nadie me creía que existían y se me burlaban” afirma la mujer, de 42 años, quien desde octubre de 1998 creó la Fundación Doctora Clown.
Adriana, la quinta de ocho hermanos, estaba metida en cuanta actividad se le atravesaba. Por ejemplo, “en una exposición de historia de Colombia me ideé la forma de hacer dramatizaciones”, cuenta la mujer, quien afirma además, que no era buena estudiante.
Mientras sacaba la greda de las construcciones en su calle, Adriana pensaba qué juguetes construiría con ella. Ya había hecho carritos, muñecas y animales, esta vez pensaría en algo nuevo. La falta de dinero en su familia, le permitió a Adriana ser más creativa. Aplastaba las tapas de gaseosa para hacer instrumentos como sonajeras y jugaba yermis con los demás niños de su cuadra, en el barrio Fontibón de Bogotá.
Muchos creen que Adriana es psicóloga o doctora, la verdad es que es actriz y decoradora de interiores. Estudió arte dramático en la escuela de Artes Escénicas de Bogotá Luis Enrique Osorio, carrera que terminó en la escuela de movimiento teatral mimenschule Ilg, en Zürich, Suiza. Aunque estudió actuación nunca quiso ser actriz de televisión. Desde esa época, la doctora Glugli, como es conocida en la fundación, quería trabajar por los niños de Colombia.
Observando las necesidades de un actor mientras se encuentra en escena, Adriana decidió estudiar decoración de interiores. Cursó dicha carrera en la Escuela de Artes y Letras antes de estudiar actuación.
“Mi sueño siempre fue, cuando tuviera mi primer sueldo, ir a una pastelería y gastarlo en muchos postres” cuenta Adriana, quien nunca pudo cumplir este sueño, pues por comer mucho azúcar se volvió hipoglicémica y al consumir dulces en exceso se desmayaba. Con su primer sueldo, la mujer se compró un reloj que le robaron en la 57 con caracas. Pensando en viajar a Suiza para estudiar actuación, Adriana trabajó en el Banco Central Hipotecario como recepcionista. Además vendía zapatos a sus amigos, mercancía que compraba en el barrio el Restrepo.
Cuando Adriana logró reunir dinero viajó Suiza. Ahí, Adriana se quedó un mes con uno de sus amigos. Sin embargo, la mujer terminó viviendo durante dos años en el hogar de los Mattis, una pareja de profesores que habían conocido Colombia a través de un intercambio que realizaron en el Colegio Suizo de Bogotá.
Mientras limpiaba algunas casas y cuidaba niños en el país nórdico, Adriana pensaba en reunir dinero para solventar sus gastos en aquel país. “Un día me partí el tobillo y eso hizo que desacelerara mi ritmo de vida”, afirma la mujer, a quien su fractura no le significó un impedimento para continuar con sus estudios que ya estaba por finalizarlos.Al terminarlos, Adrian se fue a una agencia de viajes. La vendedora le sugería que comprara un tiquete de ida y vuelta Bogotá-Zurich. Adriana sólo necesitaba regresar a Colombia, no volvería a Suiza en mucho tiempo. El tiquete sencillo y el tiquete ida y vuelta costaban lo mismo, esa era la razón que esgrimía la vendedora para que Adriana tomara la segunda opción. Adriana lo hizo y regresó a Colombia con un tiquete con destino a Zurich para gastar en seis meses.
Sus incipientes ideas para formar la Fundación de la Doctora Clown, la llevaron a reunir dinero para lograr su sueño. Pensando en viajar de nuevo a Suiza para perfeccionar la técnica de la risoterapia y reunir dinero, Adriana recordó que tenía un tiquete que había comprado por insistencia de la vendedora. La mujer viajó a Suiza una semana antes de que el pasaje expirara. Allí, trabajó en teatro callejero, para enviar el dinero con el que iniciaría su proyecto en Colombia.
El 1 de Octubre de 1998 en el hospital Simón Bolívar, Adriana, junto con sus amigos educadores Enrique Peñafort, Maria Ninelly Neira, Esperanza llevó, por primera vez a un hospital colombiano su show de “clown” basado en la risoterapia. Esta técnica consiste en suavizar el sufrimiento del enfermo a través de la lúdica, el juego, la música y la magia, transformando su espacio para que sienta que no está en un hospital y tenga mayor disposición para tomar sus medicinas o realizar sus terapias.
Desde aquel momento, Adriana se ha consagrado a su proyecto en el que las entidades del Estado aún no han creído. Además de realizar visitas a los hospitales con su fundación, desarrolla varios programas de Pedagogía Lúdica Empresarial, apoyo en cursos Psicoprofilácticos y programa de Prevención y calidad de vida de los adultos mayores.
Adriana no tiene hijos, pero tiene muchos sobrinos y alumnos. Adriana ríe y sonríe constantemente. Mientras habla, mientras camina, mientras corre, salta, baila, actúa y enseña. Se enoja con frecuencia. “Como cuando ella dice algo y yo no entiendo y le pregunto, o como cuando las cosas no marchan al ritmo de un relojito” comenta Peñafort, quien la conoce por más de 25 años y con quien comparte un apartamento cerca a la fundación. Los cambios repentinos en un cronograma o la impuntualidad son las cosas que a Adriana más le disgustan. “Cuando se enoja, pueden suceder dos cosas: trata de hablar para solucionar las cosas o se calla y se vuelve explosiva”, afirma Solanyi Castro, administradora de la fundación.