Eduardo actualmente vive en la ciudad de Pereira con su esposa Adriana Muñoz y su hijo Daniel Cardona. Sin embargo, hace diez años en Cali, los integrantes de las Bandas Criminales (BACRIM) atentaron contra su vida, la de su familia y le arrebataron la vista. A pesar de todo, este acontecimiento no lo limitó, ni le quitó la motivación para seguir adelante.
Plaza Capital: Cuéntenos ¿cómo ocurrió el atentado que le cambió la vida?
EC: Fue el 25 de noviembre del 2004 en Cali, a las 10:45 p.m., cuando yo acaba de cumplir 33 años. Yo trabajaba como taxista y mecánico, pero el motor del taxi se dañó y me quede sin carro por tres meses. Además el trabajo en el taller estaba complicado y apenas me alcanzaba para pagar la renta y el mercado. En ese entonces las BACRIM nos pedían la ‘la vacuna’, es decir, una plata que les teníamos que pagar para poder seguir viviendo en el barrio. Yo no la pague por tres meses y por eso un día llegaron a mi casa, me pegaron un tiro que lastimó también a mi esposa. Adriana en esos momentos tenía 8 meses de embarazo y por eso tuvieron que sacar al niño por cesárea.
Plaza Capital: Atravesar esa situación debió ser difícil, ¿qué recuerda de esos momentos?
EC: La verdad no recuerdo nada del incidente, porque esa noche tomé con unos amigos y llegué borracho. Cuando abrí los ojos seguía en mi casa y sentí que estaba bañado en sangre, pero no podía ver nada. Escuché una voz que me dijo: “pégate un tiro y mátate que ya no ves”. También recuerdo los gritos de Adriana pujando y unos pasos acercándose. Ya luego comencé a vomitar sangre. Ya no me sentía borracho, todo efecto del alcohol desapareció. Luego nos llevaron al hospital, nos curaron y Adriana dio a luz.
Plaza Capital: En cuanto a la lesión que sufrieron sus ojos, ¿la pérdida de la visión fue total o parcial?
EC: Total. Tuve desprendimiento de retina, más mi nervio óptico está bien. Todo el tiempo estoy viendo luces como si fueran relámpagos. Yo fui donde un retinólogo en Bogotá, que me lo pagó un amigo, después de ocho años del incidente y él me dijo que solo me podían operar en España y Estados Unidos.
Plaza Capital: Y ¿Ha conocido a otras personas que se encuentren en su misma condición?
EC: Si, pero ninguno mecánico. La mayoría son personas preparadas y estudiadas, pero que no tienen empleo. Durante dos meses estuve buscando por todos los medios a un mecánico que le dicen ‘El ciego’ para ver si me podía dar trabajo; pero resultó que el señor ni era ciego ni me dio trabajo, solo era un apodo. El único mecánico invidente que conozco en Cali, Pereira y Bogotá, soy yo.
Plaza Capital: ¿ cómo afectó el incidente a su familia?
EC: Los médicos dicen que a Daniel no lo afectó en absoluto, pero yo creo que por este tiene dificultad con el aprendizaje y es hiperactivo; ha perdido dos años escolares y este lo lleva casi igual. Adriana no puede memorizar bien a largo ni a corto plazo. A ella se le borró prácticamente todo lo que sabía, solo puede trabajar de forma intermitentemente como mesera, porque desde entonces sufre de ataques epilépticos y a mí me dejo ciego.
Plaza Capital: Durante todo este proceso, ¿quién ha sido esa persona que le ha brindado mayor apoyo?
EC: Adriana. Yo la amo porque ella siempre me ha apoyado y aunque hemos estado a punto de separarnos por cuestiones económicas, seguimos luchando juntos.
Plaza Capital: Como usted cuenta, la mecánica le ha dado una oportunidad laboral, ¿Cuándo descubrió ese amor y esa pasión por la mecánica?
EC: Nosotros en la familia somos seis hombres y tres mujeres y al ver las necesidades por las que estábamos pasando en la casa, comencé a trabajar desde los 14 años. Trabajé en el basurero de Cali, vendí helados, y laboré en construcción. Luego me fui a lavar tornillos una vez y me encantó; pues yo me preguntaba: ¿cómo es que un carro tan grande lleva a tanta gente como los buses? ¿Qué hace ese artefacto? Desde ahí me apasione por la mecánica y todavía lo estoy.
Plaza Capital: Después de tener un primer acercamiento con la mecánica, ¿cómo comenzó a formarse en esta labor?
EC: Alexander Rojas fue el que me llevó a lavar tornillos en un taller en Cali y allí trabajé por primera vez la mecánica ligera, o sea cambiar ejes y suspensiones de carros. En ese entonces los Renault y Mazda eran los taxis y con estos empecé a poner en práctica la mecánica. Inicialmente, solo con ver qué hacían los otros mecánicos aprendí y luego me especialicé más en los motores, transmisiones y en toda la mecánica general. Gracias a Dios y a no desanimarse, tengo el regalo de realizar mi trabajo de forma normal, después del incidente. Para mí no ver no es ningún impedimento para salir adelante. Además, hice un técnico de motores diésel hace año y medio, en Dos Quebradas en el Sena y luego realicé las prácticas en Ateza de occidente hace un año.
Plaza Capital: Teniendo en cuenta que, en un principio, su aprendizaje se basó en la observación, ¿cómo fue esa primera experiencia de volver a trabajar como mecánico después de haber perdido la vista?
EC: Después del incidente no me acerqué a la mecánica durante dos años, pero a los tres meses de haber quedado ciego, Dios me mostró a través de sueños que yo era capaz de desarmar y arreglar el mismo carro en diferentes ocasiones. Ocho meses después del incidente, Adriana y yo nos pasamos a vivir a Pereira, comenzamos a ir a una iglesia cristiana y allí conocí a un mecánico que tenía un taller. El mecánico me dejó trabajar con él y al llegar a su taller le pedí la caja de herramientas y le pregunté si la llave que tenía en la mano coincidía con el número que yo estaba diciendo. Me sorprendí al saber que a pesar de no poder ver, todo se sentía muy familiar para mí.
Plaza Capital: ¿Cuáles son esos sentidos que ha tenido que agudizar como mecánico después del incidente?
EC: El oído se me ha desarrollado mucho, más que el tacto. Cuando reviso el motor, la suspensión y demás, escucho y le puedo decir que es lo que está dañado. Luego voy directamente al lugar donde oí el sonido, sea del lado derecho o izquierdo; ahí levanto el carro y efectivamente en ese lugar encuentro el daño; sea una rótula, pastillas sueltas, rodamiento, bujes de tijeras, etc. Por ejemplo, ese carro que tengo ahí, los bujes de tijera no estaban reventados, pero estaban muy cedidos. Me di cuenta cuando el señor frenaba y me dijo que ya lo había llevado a otros mecánicos, pero no habían podido repararlo.
Plaza Capital: ¿Qué complicaciones ha tenido en temas de contrataciones y al momento de obtener trabajo?
EC: Le cierran a uno las puertas, porque nunca nos capacitan para saber que una persona ciega, sorda, muda o sin brazos se puede defender. Las empresas no me dan trabajo porque Riesgos Profesionales no me asegura y dice que soy un peligro. Yo no soy limitado, a mi me limitan. Además, en el proceso de aprendizaje algunos mecánicos intentaron desanimarme, pues a veces ellos veían que estaba acostado debajo de un carro trabajándolo y me dejaban caer herramientas encima de pura maldad. Una de esas veces me rompieron un diente. Me he dado cuenta que esta labor es egoísta y competitiva.
Plaza Capital: Así como muchas empresas y talleres le han cerrado las puertas, ¿ha sentido que ha tenido apoyo por parte de otras personas en el ámbito laboral?
EC: Muy poco, de mil personas solo diez. Este pequeño grupo de personas tiene una característica en común y es que no les interesa que yo sea ciego. Uno de mis cuatro clientes me dice: “a mí no me interesa que sea ciego, lo que me importa es que haga bien el trabajo”. Además, como ahora tengo el “carrito”, me ven ahí “cacharreándole” y esa ha sido mi propaganda.
Plaza Capital: Y ¿cómo ha sido la acogida por parte estos cuatro clientes?
EC: Muy positiva, es de admiración. Lo más tremendo es que ellos se llenan de valor también. Ellos dicen: “Eduardo usted es un ejemplo, porque a pesar de que está ciego es echado para adelante y mucha veces nosotros nos amargamos la vida con nada, teniéndolo todo”.
PLaza Capital: Usted manifiesta que la ceguera no se limita a la incapacidad de ver, en este sentido ¿para usted quién es ciego?
EC: Ciego es aquel que podría estar haciendo algo, pero no lo hace. Es más yo digo que ciego no soy, eso no lo acepto. Yo tengo todas las herramientas y las conozco muy bien; no necesito verlas para trabajar mecánica. Por ejemplo, supongamos que le digo a un panadero que baje el motor de un carro. Seguramente me dirá que no puede, porque es un panadero y si a mí me ponen a hacer un pan, lo hago así no sepa hacerlo y seguro no lo dejo quemar. Yo limitado no soy, a mí me limitan todas las empresas. Además, a los talleres donde he ido creen que no puedo hacer las cosas yo mismo. Me dicen: “yo le bloqueo los carros”, pero no necesito a nadie para bloquear un carro. Yo sé dónde van bien seguras las torres y dónde colocar el gato, para que no se pele.
Plaza Capital: Todas las personas tienen una motivación, ¿qué lo motiva a usted todos los días para salir a trabajar?
EC: Las cosas que me pone Dios y lo enamorado que mantengo de la mecánica. A mí me encantaría trabajar desde temprano, pues yo estoy despierto como desde la 1:30 a.m., no por las ansias de irme a trabajar sino porque después de perder la vista a mí me cambió el tiempo de sueños. Hoy sobre las 3:30 o 4:00 a.m. me hubiera bajado a trabajar, pero no quería incomodar a los vecinos con la bulla. Cuando yo tenía el taller, cogía la primera buseta que salía a las 5:00 a.m. y cuando llegaba mi compañero a las 8:00 a.m., yo ya tenía motores abajo o arriba, las suspensiones que había que armar o desarmar ya listas, etc.
Plaza Capital: ¿Cuáles son sus proyectos a corto y largo plazo?
EC: A corto y largo plazo quiero tener un taller donde no me vayan a echar. Que pueda llegar a las 5:00 o 4:00 a.m. a trabajar y que si llueve no me moje, o si hace sol que no me queme, como me toca ahora. Yo trabajo en la calle, acá en la esquina de la casa, ese es mi taller. A veces no tengo donde estacionar y mis vecinos no me colaboran. También anhelo tener mi taller con empleados, poderle dar trabajo a personas en las mismas condiciones que yo y enseñarles lo que sé. Ahí le podría demostrar a los demás que no solo con los ojos se trabaja. Lo que yo necesito es eso, un local. Ahorita un local, por barato que sea, para meter un solo carro no baja de 300.000 pesos solo el arriendo, sin contar los servicios.
Plaza Capital: Para finalizar, ¿Qué mensaje le gustaría enviarles a las personas que estén leyendo esta entrevista?
EC: El mensaje que les doy es que por nada en la vida se vayan a sentir derrotados. El único que se vence es aquel que está en la tumba. Es lo que dice la Biblia, “solo los valientes arrebataran el reino de los cielos”. Si nos dejó la esposa pues bien, si no nos dejó y tenemos a los hijos, bien. Si nos llegó la ceguera, pues enfrentarla. Se deben soportar en la fe, es la que a mí me ha sostenido. Entonces yo le digo a mi esposa, al pastor y a mis hijos, que así me falte lo que me falte, que nunca me falte Dios. Él me da las fuerzas, me da los clientes, me da todo. Mientras usted crea en Dios, vaya para adelante que nada lo va a vencer, no hay nada más importante que Él.