Llevo cinco días visitando al ‘matemático’. Sin embargo, hoy fue algo diferente. Era la primera vez que conocía un amigo de ese hombre.
- Profe, ¿qué tal su día?
- Todo bien por acá. No se desaparezca porque mañana me voy de viaje.
- ¿Se va a ir otros tres años? - suelta una carcajada el vendedor ambulante que lo conoce desde hace tres décadas.
- Venga le enseño una pa’ que se la lleve de recuerdo, gritaba el ‘matemático’ a los demás transeúntes de la conglomerada Séptima. Mientras su amigo se alejaba vendiendo lo que estaba en la vieja caja de madera. Dulces, galletas y paquetes.
Cada diez minutos cerca de 15 personas escuchan la clase magistral callejera. El ‘profe’ enseña a multiplicar por 11 y a resolver problemas que según él “son para niños de primaria”. Lleva 35 años ejerciendo su labor. Empezó a dictar lecciones de matemáticas por pasión a la pedagogía. Sin embargo, su interés por una de las materias más odiadas nació de la curiosidad por hacer de ésta algo más fácil.
Su sonrisa exorbitante. Su cabello blanco y largo y los cuarzos que cuelgan de su cuello hacen del matemático una persona interesante. Tiene un gusto por los viajes, las personas que puedan sostener una buena conversación y los libros. Nunca tiene un hogar fijo: Rumania, Ecuador, México, Perú han sido algunos de los países que ha conocido a punta de dar clases callejeras de matemáticas. Un día se puede encontrar trabajando en Bogotá y el siguiente puede estar en Armenia dictando conferencias o en cualquier otra parte del mundo.
Además, según el medio chileno Rock y Pop, ela matemático se viralizó en redes sociales por un video que un estudiante callejero subió a Youtube en donde se muestran todos los temas, trucos y problemas que desarrolla en un turno. El ‘profe’ agradece este tipo de reconocimientos pues valora cualquier tipo de método para que la gente deje de ser “unas perezosas mentales”
Los transeúntes de la emblemática Carrera Séptima de Bogotá reconocen a aquel hombre que, sentado en una diminuta silla y con tan solo un tablero pequeño, un marcador y un trapo para limpiar, les enseña todos los días trucos básicos de “la materia que le sacó canas a más de uno en el colegio”.
Algunos se detienen y lo saludan mientras que otros siguen caminando y escuchan lo que pueden de la lección que imparte. Sin embargo, repite las mismas palabras, los mismos trucos y los mismos problemas. Por eso aquellos que recorren frecuentemente la zona ya no les interesa la cátedra callejera de matemáticas. Ya sabemos de memoria toda la clase.
Las finanzas del matemático
El ‘profe’, al igual que la mayoría de sus compañeros, desempeña además una labor comercial. Se dedicó a crear una cartilla con trucos como los que él enseña y también compra al por mayor algunos otros pequeños libros de matemáticas básicas. Los dos los vende por un valor de 10 mil pesos colombianos. Cada tres turno dos personas aproximadamente compran los ejemplares, pero también recibe monedas de los participantes de la clase callejera.
- Dígame su fecha de nacimiento.
- 23 de diciembre.
Lo siguiente que hizo no lo entendí. Sumó y restó los números que le había dado.
- Su número es el 9 y nos indica que es una persona solitaria, orgullosa, terca y un poco tímida. Su color de la suerte es el negro. Por su ropa veo que lo está haciendo muy bien.
El matemático también sabe de numerología. De vez en cuando, este ‘arte’ hace parte de la cátedra que da durante un turno, justo después de terminar la explicación de las ciencias exactas o cuando una persona curiosa le pregunta por el letrero que tiene en el piso, “numerología”.
Para el ‘profe’ la numerología es 30% matemáticas y 70% intuición. “Durante el turno observó a la persona que desea que le dé el número de la suerte y determinó su actitud y lo que quiere escuchar, se generan patrones, en esta gran ciudad la gente es más predecible de lo que parece”.
Pero la práctica adivinatoria también le ha traído muchos problemas, especialmente en los pueblos donde las creencias religiosas siguen muy arraigadas y son demasiado fuertes. “Diablo”, “maldición”, “psicópata” son los insultos que algunos, como él los llama, “fanáticos religiosos” o personas de “mente chiquita” le gritan cuando está haciendo su trabajo. “Llaman a la policía, pero ellos saben que son exageraciones, solo me piden que me corra unos metros para que no vuelvan a llamar”.
El artículo 140 del Código de Policía sanciona a las personas que ocupen espacio público con una multa económica y si reinciden se procederá a quitarle la mercancía. Pero el matemático, a diferencia de los demás vendedores ambulantes y dibujantes callejeros, nunca ha tenido un problema de ese estilo con la policía.
Lo que valora el profe
Se considera una persona pacífica que solo le gusta enseñar. El reflejo de esto es la relación distante que mantiene con los dibujantes, vendedores y comerciantes vecinos. La dueña del puesto más cercano considera al ‘profe’ como “una persona solitaria, llega trabaja y se va. Nosotros no sabemos nada de él”.
Sus ojos se iluminan cuando habla de sus dos hijas, que, aunque no vivan con él se llaman constantemente. La mayor tiene 24 años y estudia comunicación social en Armenia; la menor de 17 vive con su mamá en Panamá. Sin embargo, está solo. Cuando trabaja en Bogotá vive en una pensión a lado de la Casa de Nariño, no habla con nadie y solo permanece allí cuando desea tomar un descanso. En el almuerzo el matemático solitario cambia de restaurante todos los días. Al ‘profe’ le gusta estar en constante movilidad y odia la monotonía tanto como odia la soledad.
-Me gusta que usted venga por acá, por fin tengo con quien hablar. Me decía ‘el profe’ mientras dejaba de trabajar.
En 2016 le detectaron cáncer de estómago y al año siguiente tuvo una recaída en Pasto. “Fue en ese momento cuando sentí el vacío de una familia. Ahora anhelo tener una esposa que me reciba con un plato de comida o que me apoye en esos momentos difíciles”. Pero su hija mayor a la que llama “la voz de la razón” le advirtió “tu vida y tu personalidad no son normales, de tal manera que no vas a encontrar algo así”. La mayoría de sus amigas y pretendientes son trabajadoras sexuales, lo han acompañado en el hospital y algunas veces le han brindado hogar y comida, pero sigue sin encontrar esa pareja estable.
Pasó una semana y volví en búsqueda del matemático al mismo lugar de siempre.
- Señorita, ¿qué hace por acá? ¿está buscando al matemático? Perdón, pero se volvió a ir sin decirle a nadie. Creo que toca esperar otros tres años antes de que vuelva.