El día a día de una guerrera

Lunes, 14 Septiembre 2015 04:44
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La lideresa de las víctimas del conflicto armado en la localidad de Suba, Adriana Porras comienza y termina su día solo con el propósito de reivindicar los derechos de las víctimas que, como ella, ha dejado el conflicto armado

||| ||| Foto cedida por Adriana Porras|||
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Adriana Porras es una señora con mediana estatura, marcada por las ojeras que el trabajo le ha dejado, de piel morena y ojos oscuros. Su ropa no es la de una funcionaria del Estado, unos jeans, una blusa de flores y chaqueta azul, más bien casuales, la determinan. Lleva un collar de piedritas de colores azules y naranja y en las manos manillas que hacen juego.

Ella comienza su día con una taza de café sin azúcar bien caliente, que para ella es el mejor inicio. Se desempeña como lideresa de las víctimas del conflicto armado en la localidad de Suba, labor que realiza desde hace ocho años. 

Adriana nació en los Montes de María, zona que ha sido punto estratégico de varios conflictos. Cada vez que ella menciona la razón de su labor, bajando la voz y tocándose la frente, recurre al mismo tiempo a contar su historia. Así comenta que conoció la guerra cuando vivía en San Onofre Sucre, donde por culpa de los paramilitares, lo perdió todo.

Así ella se levanta de la mesa ubicada en la sala, más bien sencilla con dos o tres adornos coloridos y folclóricos de su pueblo, para recoger sus cosas, apurada porque hay que llegar a la reunión programada con las victimas de Suba. Lo único que lleva es una mochila azul y una bolsa. Cuando sale, dos escoltas la esperan y le abren las puertas del carro. La Alta Consejería para las Víctimas del Conflicto Armado la obliga a tener seguridad por los atentados que ha sufrido.

“Yo era enfermera allá en mi pueblo, salvé vidas hasta de los mismos paramilitares”, Adriana fue una de las que alentó al pueblo a hacer justicia por sus muertos y promovió una resistencia civil de sus pobladores, quienes por el año 2004, se levantaron contra los paramilitares. Desde ahí está amenazada.

Al llegar a Suba, todos la conocen y la saludan como si fuera parte de la familia. La gente le cuenta sus problemas y, aunque le reclaman porque la ayuda que les prometieron se ha demorado o no se las reconocen, Adriana los entiende porque le tocó vivir lo mismo que a ellos.

Según la lideresa, las víctimas a veces solo necesitan alguien que las escuche, que entienda sus problemas, porque ellos vienen de otros lugares y no es fácil adaptarse a esta ciudad.

En un momento, Adriana se aleja de la reunión porque recibe una llamada telefónica y se aparta de todos para poder responder su celular que es un Alcatel, sencillo, que no tiene nada que ver con un smartphone de la nueva tecnología. Es su hijo, quien está en la universidad estudiando para ser abogado. Según ella, él ahora es lo más importante en su vida, “lo único que me da miedo ahora es que se metan con mi hijo. Él es como yo, no se deja de nadie”, lo dice con una sonrisa en la cara. Ella no menciona nombres sobre su familia, prefiere mantenerlos lejos de su vida laboral. Sin embargo, comenta que él es de fuerte temperamento y que le gusta pelear por lo que es justo.   

Antes de ir a almorzar, ya ha cumplido con dos reuniones. La primera con las víctimas del conflicto armado en Suba y la segunda con el grupo de mujeres de la misma localidad.

Adriana ha sido reconocida por ser también una líder en el proceso de varias mujeres que han sido víctimas de violencia sexual. Gracias a esto, ellas se han empoderado y han luchado por la reivindicación de sus derechos. Sin embargo, según dice, este es un proceso que ha tomado varios años y que no ha sido fácil por el miedo que representa para las afectadas hablar.

“Yo las entiendo porque lo viví, los paramilitares eran desalmados sobre todo con las mujeres, según ellos uno tiene que obedecerlos en lo que sea, sin importar si uno tiene esposo, novio, los que mandan son los paramilitares”, dice.

Entre largas reuniones y recorridos, Adriana lucha cada día para que personas que sufrieron lo mismo que ella tengan lo que merecen, y espera que el país algún día pueda vivir sin guerra y sin más víctimas.