Según Daniel Herrera, creador de la Fundación Pocalana en Bogotá, “Pocalana nació por casualidad en 1992 cuando un grupo de niños nos pidieron comida. Se las dimos y nos pidieron que los acompañáramos a comer. A partir de allí, todos los sábados los hemos visitado constantemente.” Más que una labor social que busca ayudar a los habitantes de la calle y a los niños de barrios marginados de la capital, la fundación se ha encargado de tratar a las personas con respeto y dignidad. Pocalana acompaña a los habitantes de la calle que se quieren rehabilitar y que quieren conseguir una fuente de trabajo. Poco a poco han ido consiguiendo voluntarios y cada vez son más las personas que buscan refugio en la fundación.
Además de los recorridos los sábados por la noche, donde entregan comida a los habitantes de la calle, Pocalana ha creado una escuela de formación de fútbol y una escuela de arte en el barrio el Mochuelo en Ciudad Bolívar. Con esto, buscan alejar a los niños de una realidad violenta en la que viven todos los días. Según Herrera, “debemos trabajar para prevenir el problema del consumo de drogas en los niños y los adolescentes”. Por esto, el espacio que brinda la escuela de fútbol y la de arte es fundamental para realizar charlas acerca de los valores, la realidad social y los principios de la sociedad.
Hasta el momento son tres las poblaciones con las que trabaja la fundación Pocalana. Los habitantes de la calle, los niños y madres de Ciudad Bolívar y los voluntarios de la fundación. A los habitantes de la calle los ayudan facilitándoles el acercamiento a centros de rehabilitación. También les dan comida y auxilios económicos para que empiecen a formar proyectos para poder trabajar. Con los niños y madres de ciudad Bolívar, trabajan por medio de actividades con las escuelas de futbol y de arte. A las madres las capacitan para que puedan realizar trabajos desde la casa y así no tengan que descuidar a sus hijos. Y a los voluntarios, los acercan a una realidad que desconocen. Según Herrera, en la fundación se sienten parte de una comunidad y que son indispensables para alguien más.
Paola Iregui es la presidenta de la fundación y ella cree que hay que hacer algo para cambiar la mentalidad del país. Según ella, “el amor es la herramienta fundamental para transformar las realidades”. La labor de Pocalana es hacer sentir más humano al habitante de la calle y a las personas más desfavorecidas. Para Iregui es muy importante que las personas creen un sentido de pertenencia por una fundación a la cual le importa el bienestar de las personas a las que ayuda.
La fundación está divida en dos grupos de trabajo. Unos voluntarios trabajan en el Mochuelo en las escuelas de fútbol y de arte con los niños y las madres de la localidad. El segundo grupo trabaja en los recorridos nocturnos todos los sábados y les llevan comida a los habitantes de la calle. Iregui afirmó que lo más importante es compartir un momento de experiencias e historias con las personas. Más allá de la comida, los habitantes de la calle buscan ser escuchados y tener compañía. Herrera dijo que “Pocalana puede salvar mundos, cada persona es un mundo.”
Administrativamente Pocalana tiene una junta directiva compuesta por cuatro personas. Cada una tiene una función diferente. Pero según Iregui, todos están comprometidos con lo mismo; involucrar a las personas con la realidad social a la vez que los hacen sentir importantes dentro de la sociedad. Iregui dice que para el futuro espera contar con más voluntarios y tener apoyo de empresas privadas para continuar con las donaciones que financian a la fundación.
Laura Herrera es una voluntaria. Según ella, ha crecido como persona y cree que cada vez que trabaja con los niños genera un impacto positivo en ellos. Para ella es muy importante quitar el estigma social de que ayudar al otro es aburrido. Según ella “ayudar al otro es pasarla bueno. Eso hacemos en Pocalana: la pasamos bueno.”