Relatos resilientes de dos enfermeras que (sobre)viven la pandemia

Viernes, 05 Junio 2020 18:21
Escrito por

Reproducimos el texto que nos envía el equipo de Relatos Resilientes a Plaza Capital. Descubrir la resiliencia y fuerza interior de Nathalia y Maryse, dos mujeres enfermeras de distintas generaciones, país e idioma, para salir adelante y transformar de una manera positiva las realidades que habitan, amplifica un sentimiento de empatía que veníamos resignificando hacia los profesionales de la salud. En la actualidad, la empatía puede escucharse trivial. Sin embargo, si le concebimos como la posibilidad de apreciar las diferencias y valorar las aportaciones que cada persona hace en el mundo (Herder, 2002), – en este caso, el cuidado que brinda Nathalia y Maryse desde su rol como enfermeras –, quizá podamos transformar algunas prácticas de violencia entre nosotros mismos.

||Logo|||| ||Logo|||| Relatos Resilientes|Relatos Resilientes|Relatos Resilientes|Relatos Resilientes|||
3095

Los relatos de Maryse y de Nathalia nos evidencian cómo cada persona que forma parte de sus equipos de trabajo han logrado hacerle frente a la pandemia, a pesar de la incertidumbre, el temor y el desconocimiento generado por este nuevo virus. El poder de la empatía, acompañado de la solidaridad, le ha permitido al personal de la salud apoyarse entre sí, creando juntos acciones integradoras y permanentes enfocadas en el autocuidado y el cuidado de los demás.

De ahí que, desde Relatos Resilientes nos interesamos por amplificar estas voces. Queremos resaltar en medio de tanto apabullamiento, lo resiliente, empáticos y solidarios que podemos ser frente a una situación como ésta. Les presentamos los relatos de Nathalia (Colombia) y Maryse (Francia)

 

Relato de Maryse:

 

En 1983, cuando empezaba mi carrera de enfermería, resonaba en el mundo un virus llamado VIH. Recuerdo que no sabíamos cómo afrontarlo. Es extraño porque ahora vuelvo a sentir esa misma incertidumbre.

Salí de vacaciones por una semana, justo antes de que se decretará la cuarentena en Francia. Había dejado el hospital de una forma y, al regresar, me lo encontré de otra. ¡Todo había cambiado! Entré en shock cuando ví el rostro de mis compañeras transformado. Esos primeros días que llevaban inmersas en la crisis ya las tenían agotadas y descorazonadas.

Al principio andábamos totalmente desubicadas. Las reglas cambiaban de un momento a otro. Un día, comenzamos a hacer nuestras labores con la indicación de utilizar un producto desinfectante y, al finalizar la jornada laboral, nos informaban que ya no se podía hacer uso de él. Muchas veces ni los médicos sabían qué hacer. 

El hospital tuvo que cerrar unidades de tratamiento de otras enfermedades para acomodar a los pacientes contagiados por Covid-19. Poco a poco, se sentía como sí las otras enfermedades ya no existieran. A mí no me cambiaran de unidad. Otras compañeras no tuvieron la misma suerte. Ellas vivieron realmente el horror, ¡era cómo sí estuviéramos en guerra! Muchas personas en estado crítico hospitalizadas en sus unidades fallecían sin su familia, casi en soledad. A veces, eran solo ellas las que sostenían la mano de los pacientes mientras ellos daban su último suspiro.

Creo que cada crisis nos deja aprendizajes. A pesar de las dificultades que estábamos enfrentando, se podía notar mucha más humanidad en nosotros. Todo el mundo cooperaba, desde las jefes de servicios hasta las enfermeras y aseadoras. Me decían: ‘tranquila, tómate tu tiempo… no te estreses’. Finalmente, lo que nos hace continuar son las palabras de los pacientes y sus familias: ‘Los apoyamos. Muchas gracias’. ¡Son palabras que valen oro en esos momentos!

En 1983, cuando no había tratamiento para el VIH, el futuro parecía gris. Casi 4 décadas después sabemos que mucha gente puede vivir con este virus. Además, aprendimos nuevas medidas de protección, que ahora para nosotros son la normalidad. Aquella situación no era tan distinta al Covid-19.

 

Relato de Nathalia:

 

Al inicio de la cuarentena, en la clínica donde trabajo hubo un cambio de horario laboral con el fin de evitar un gran flujo de personas dentro de ella. Somos más de 3,000 colaboradores. ¡Fue muy brusco para todos! Esto me generó estrés tanto en el trabajo como en mi hogar. ¡Pasar 12 horas diarias de tu vida en el trabajo!, no querés saber nada más, llegás a casa y no te sentís cómoda para compartir con el otro, siempre me dicen– sólo querés dormir –, pero ese sueño nunca se recupera.

En la unidad en que me encuentro nos entrenamos para estar preparadas en caso de que una embarazada, sospechosa de Covid-19, llegue. Pienso – vos no estudiás enfermería para recibir una pandemia en tal año, eso pasa en otros países –. Mi coordinadora me pregunta – ¿estás preparada? – en mis adentros – no lo estamos, pero ésta fue la carrera que escogí –. 

Ganamos mucho en trabajo en equipo, todos tenemos que unirnos en todo, es tu segunda casa, nos preguntamos – ¿ya comiste? ¿tomaste agua? ¿quieres ir al baño? ¡te cubro! –, nos cuidamos para poder cuidar a otros.

Lo más drástico ha sido la salida de turno, porque vos salís a la calle y está completamente sola. Yo mantengo el miedo de que me puedan robar o violar como le está pasando a tantas mujeres. Afortunadamente, tengo moto, para los que no, montarse en un taxi, pirata o bus es un riesgo, que pone en peligro su vida. La clínica hizo un portal donde una inscribía su vehículo y decía – puedo llevar a una persona a tal hora, tal día –, así nos ayudamos entre todos.

¿Acaso era necesario que el Covid-19 sucediera para que el mundo entero se diera cuenta que, sí en un país no se invierte en salud, estamos mal? ¡Invertir en salud es vital! Valorar a los trabajadores de la salud, también. Es triste ver gente golpeando a mis compañeros, que pasemos de ser quiénes cuidamos a enemigos públicos. Que llegues a tu casa y te digan – no, aquí no vengas porque vos podés contagiarnos – es un rechazo que duele mucho. Aún así, hay que asumir esta pandemia con fortaleza.

Lo más importante es que nos cuidemos y nos mantengamos conectados con la familia y las amistades. ¡Es el mejor remedio que podemos tener ahora!

 

Redactado por Relatos Resilientes: Lina Arana, Jérôme Jourdan y Juan David Rangel (2020)

 

Texto citado:

Herder, Johann G. (2002). Antropología e Historia. (Madrid, UCM).