Cuando la tierra sacudió a la Ciudad Blanca, justo a las 8:13 de la mañana, la mayoría de sus habitantes se encontraban cerca de las iglesias con el fin de celebrar la misa del jueves santo; aquella que conmemora la última cena de Jesús. Más adelante, justo a las 8:31, el terremoto que destruyó a la capital caucana se detuvo y de las iglesias solo quedaron escombros. Los gritos de auxilio invadieron el aire y los cuerpos maltrechos emergieron del polvo susurrando rezos que rogaban perdón. Así terminó la Semana Santa de 1983 en Popayán, con un saldo de 300 muertos y más de 10.000 personas damnificadas.