Un ejemplo, es el municipio de Vélez Santander, donde las veredas que hacen parte del Centro Docente Lomalta, han sufrido dificultades para continuar con la educación en sus escuelas por los escasos recursos que tienen para responder a la nueva realidad educativa determinada para el 2020.
¿Cuál es realidad de las clases virtuales en el sector rural?
Antes de esta contingencia, la brecha educativa entre el campo y la ciudad era abismal. No obstante, la llegado del Covid-19 logró visibilizar mucho más la desigualdad en la educación. Si bien, para todo el sector educativo ha sido un reto dictar las clases durante la cuarentena, para el sector rural se ha vuelto algo casi imposible de llevar a cabo, pues no tienen solo que lidiar con el aislamiento, sino también, con problemas de conexión y señal. La falta de internet afecta a cerca de dos millones de estudiantes rurales y rurales dispersos; es decir, que no habitan en la cabecera municipal y que, por lo general, no cuentan con servicios públicos. Esta fue la estimación hecha por Ministerio de Educación hace dos años para su Plan Especial de Educación Rural. Lo anterior, ha llevado a que los profesores y alumnos tengan que esforzarse el doble para poder terminar el año escolar pese a los problemas de conectividad y el olvido del gobierno frente a sus condiciones.
¿Cómo ha sido la experiencia de los maestros de las escuelas rurales en pandemia?
El comienza de la cuarentena significó un reto especial para los 103.494 educadores de las zonas rurales, de los cuales el 48% de ellos ha manifestado que no tiene las habilidades pedagógicas y técnicas para integrar los dispositivos móviles a la enseñanza. Así lo reveló hace unos meses el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana (LEE). Diferente es la cifra obtenida de los colegios privados, ya que solo el 12% de los docentes se encuentra en la misma situación.
Pilar Díaz Ariza es una profesora apasionada por su trabajo; pertenece al Centro Docente Lomalta, del cual hacen parte once escuelas rurales. La cuarentena para Pilar, como para muchos profesores, ha significado cambiar su metodología de enseñanza y buscar la manera de tener conexión con sus estudiantes. La gran mayoría de ellos no cuentan con celulares inteligentes, computadora ni señal estable. Por esta razón, la profesora tiene que ubicar dónde viven sus alumnos, que no es tarea fácil, para poder entregar las guías que estos tienen que desarrollar y después hacer llegar a sus manos pasados ocho días. Para ella volver a las clases presenciales sigue representado una incertidumbre, pues considera que el gobierno ha olvidado las escuelas de esta región. Empero, reconoce que, ante los obstáculos que nacen de la pandemia, su propósito como docente es tener paciencia y transmitir tranquilidad a sus estudiantes para evitar que la idea de abandonar la escuela se cruce por sus mentes.
Es claro el compromiso y vocación que han demostrado los profesores. Lo cual es de suma importancia, pues incentivar a los estudiantes en tiempos de contingencia ayuda a disminuir el riesgo que estos se dediquen a los trabajos del campo y deserten del colegio o las instituciones a las que están matriculados.
¿Cómo han experimentado los estudiantes rurales y sus familias la educación durante la cuarentena?
Teniendo en cuenta las condiciones anteriormente mencionadas, sobre el campo, los niños no han tenido como opción acceder a una plataforma para poder estar en constante aprendizaje con sus profesores. Esto ha llevado a que los estudiantes tengan que gestionar su propio aprendizaje. Yadir Steven Castañeda, de 7 años, es un estudiante de la escuela Lomalta, quien desde el inicio de la cuarentena no ha podido recibir clases de su profesora y ha tenido que aprender por medio de guías escolares y explicaciones de su madre. El pequeño reconoce que ha realizado todas sus tareas, pero no siente haber aprendido mucho este año.
Por su parte, Elda Moreno, madre del pequeño Yadir, expresa que para ella no ha sido fácil ayudar a su hijo con sus obligaciones académicas, pues muchas veces no logra entender los trabajos que le mandan. Además, entre trabajar, arreglar su casa y ayudar a su hijo, el día se le pasa “volando” y, a veces, tiene que dejar cosas a medias.
Ante este panorama, el Ministerio de Educación Nacional, planteó la posibilidad de utilizar guías físicas para quienes no tienen acceso a internet, con el fin de culminar el periodo académico y que los alumnos no se atrasen en su año escolar. A pesar de eso, esa solución no es suficiente; teniendo en cuenta que los padres de familia del sector rural (los cuales en su mayoría solo han visto la primaria) han tenido que tomar el papel de maestros para ayudar y explicarle a sus hijos cómo resolver las tareas que les mandan. Es evidente que la calidad de educación ha disminuido en el campo en gran medida; no es lo mismo que un pedagogo se encargue de explicar las temáticas a que lo haga un padre de familia inexperto en la materia.
¿Verdaderas soluciones?
Ante el problema de la falta de conectividad en el campo, el Ministerio de Tecnologías, el 23 de marzo, expidió el Decreto 464 de 2020, en el que ordenó que los servicios de telecomunicaciones son servicios públicos esenciales y dio directrices a los proveedores de internet para que garantizaran un mínimo de navegación y mensajes gratuitos. Además, flexibilidad en los pagos de los servicios al ser esenciales para la coyuntura que atraviesa el país este año.
Esta opción parece ser conveniente en un inicio, pero si se tiene en cuenta que, según el DANE, aunque el 58.3% de la población rural tiene un celular, solo en el 53.5% de los casos se trata de un Smartphone, la medida ya no es tan admirable. Con estas estrategias parece que solo se quiere “tapar el sol con un dedo”; ignorando que en Colombia no se deben tomar decisiones desde el privilegio, porque así persiste la idea de minimizar los problemas de las poblaciones vulnerables, tal es el caso del campo.
Es indudable que el coronavirus ha hecho que los colombianos vivan de una forma diferente acusa del encierro. Pero resulta cuestionable que en los territorios campesinos se trate la pandemia con medidas iguales como en las grandes ciudades. En el campo es donde el virus menos ha llegado; aun así, a sus pobladores se les obliga a adaptarse a la nueva normalidad como al resto del país, cuando las situaciones no son equiparables.
La desigualdad de la educación urbana frente a la educación rural
De ese error queda algo bueno, si así lo podemos llamar; pues con las decisiones apáticas del gobierno se evidenció, aún más, la desigualdad que existe entre la educación urbana y la rural, privada y pública y la necesidad de poner esta problemática como tema de discusión urgente en la agenda gubernamental para darle, de una vez por todas, una solución de raíz. Seguramente en 2021 aparecerán las vacunas y las personas volverán a sus actividades cotidianas y, tal vez, el 2020 pasará a la historia como un recuerdo que más vale ignorar, pero…
¿La educación rural va a mejorar sus condiciones? ¿Ante una próxima crisis el Estado ya estará preparado para que el campo tenga las mismas condiciones de las ciudades o será una vez más este la principal víctima de la injusticia social del país?