Los indígenas que migran a Bogotá tienen que pasar por un proceso de adaptación en el que, para sobrevivir, se ven obligados a comprender las dinámicas de la vida capitalina. Es así, como terminan vendiendo artesanías propias de su cultura en las calles, por ejemplo, mochilas, collares, manillas y aretes, con las que consiguen su sustento.
Además, encuentran enormes barreras como el lenguaje, ya que muchas comunidades hablan sus lenguas propias, por lo que aprender español y hacerse entender con lo que van aprendiendo les resulta complejo.
Estas comunidades, sin embargo, desean reinvindicar sus derechos como parte del territorio colombiano, para que su presencia en Bogotá no signifique dejar su cultura atrás. Una de sus luchas es que la institucionalidad cambie el imaginario de que los indígenas están ubicados únicamente en los resguardos y no en los centros urbanos.