Inseguras en la ciudad

Sábado, 24 Noviembre 2018 20:51
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Según la Fundación Plan International, Bogotá es la ciudad más peligrosa del mundo para niñas y mujeres jóvenes en materia de acoso. Plaza Capital le da a conocer el porqué.

Créditos de la foto: Camilo Cuellar, @pielesanonimas||| Créditos de la foto: Camilo Cuellar, @pielesanonimas||| |||
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  • Coautor 1: Sara Pineda

Andrea es una estudiante común, sabe que dentro del recorrido de su lugar de estudio a su casa y viceversa tiene que tomar el transporte público, caminar un rato y de vez en cuando tomar rutas alternas. Al entrar a cualquier sistema de transporte público, Andrea se enfrenta a distintos peligros, por ejemplo, sabe que no debe irse en el vagón más solo del Transmilenio o en la silla del fondo del bus.

Andrea también sabe que es mejor no tomar taxi sola “por si acaso”, que es prudente recogerse el cabello y ponerse las gafas mientras camina sola, para no llamar la atención por verse bonita en la calle y evitarse “un problema”, o al menos eso le dice su mamá. Sabe además que debe enviar su ubicación si también sola va a un lugar nuevo y, a veces, se le hace exagerado que sus amigas le pidan una foto de como va vestida todos los días, por si no hay noticias de ella.

Andrea ha normalizado eso durante toda su adolescencia temprana y su juventud, sin saber que todas estas prácticas han nacido como un mecanismo de defensa al acoso sexual callejero, este último resumido en miradas intensas, piropos, tocamientos e incluso agresiones físicas y verbales. Para la mamá de Andrea estas cosas son “cosas de hombres” y le dice que los muchachos son así y lo mejor que puede hacer ella como mujer es prevenirse y “espantar” los problemas.

En realidad, Andrea es la recopilación de diferentes anécdotas de mujeres jóvenes de la ciudad de Bogotá que han sufrido acoso en su día a día. A propósito del Día Internacional de la Niña, celebrado el 11 de octubre de cada año, Plan International, una ONG que promueve los derechos de los niños y niñas, ha decido lanzar un informe llamado (In)seguras en la ciudad y una encuesta externa, que examina los riesgos de seguridad que enfrentan las niñas y las jóvenes en 22 ciudades de todo el mundo.

Dentro de esa encuesta, Bogotá es la ciudad que tiene el primer lugar en ser la más insegura para las niñas y jóvenes en el mundo, puesto que el acoso sexual callejero es una de las prácticas más comunes dentro de los espacios públicos de la ciudad. Nani Barrantes es una socióloga que tiene un amplio conocimiento sobre estudios de género, en su tesis analiza el impacto que tiene el acoso callejero para las mujeres de la ciudad y las resistencias que existen ante tal fenómeno.

Nani comenta dentro de su tesis que  “el acoso sexual callejero genera una serie de daños sobre las mujeres que lo viven, como miedo, inseguridad e intranquilidad al usar y transitar el espacio público, especialmente en las horas de la noche”. Así mismo, esta socióloga analiza que los espacios públicos no solo son lugares en donde la mujeres se encuentran expuestas a ser acosadas, sino que al denunciar una situación de acoso, se les cuestiona por la ropa que decidieron usar, el lugar por donde transitaban e incluso la hora en la que sucedió el hecho, lo cual representa una forma de culpabilizar y revictimizar a las mujeres agredidas.

(Escuchar también el podcast Hoy: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer)

Resistencias frente al acoso callejero

“Desde la distancia se pueden sentir las miradas de morbo que nos ponen incómodas al pasar por algún lugar, desde la distancia sentía como un tipo me miraba las piernas y mordía su boca. Me dijo 'estás divina, hermosa', invadiendo mi espacio. Enseguida le respondí ‘no me importa’”: testimonio de una participante anónima de la encuesta (In)seguras en la ciudad.

Enfrentar a quienes acosan por las calles no es una decisión fácil para las mujeres. Sin embargo, hay muchos testimonios de acciones que reflejan la voluntad de combatir las miradas morbosas, las palabras y los abordajes indeseados en el espacio público. Esto mediante reacciones: miradas retadoras, gestos o con respuestas sarcásticas a sus acosadores, muchas mujeres han decidido desnaturalizar estas prácticas y resistir a ellas de cualquier manera.

Por este motivo, a manera de hacerle frente a la problemática y cambiar el panorama, se han creado varios colectivos que más allá de buscar sanciones, buscan educar a quienes hacen uso del espacio público. Grupos como Hollaback Atrévete Bogotá y el colectivo No Me Calle (antes Observatorio Contra El Acoso Callejero) son unas de estas agrupaciones que les ofrece a las mujeres una opción diferente para combatir el acoso sexual callejero del que son blanco en las calles. No huyendo de él ni cambiando su propio comportamiento o su forma de vestir, sino respondiendo a él, reclamando de alguna forma su espacio y su derecho a caminar tranquilas.

Holla-back, en inglés, quiere decir “¡Hola de vuelta!”. Como su nombre lo indica, lo que pretenden es “que la víctima responda al acoso callejero en alguna forma”. Se proponen que cada mujer logre hacerle saber al acosador que su comentario, palabra, acto, señal o acción no es bienvenida y por lo tanto que sería muy bueno que la abandonara.

En redes sociales también hay muchas mujeres que invitan a responder al acoso de alguna forma. En sus propias redes, Andrea suele encontrar comentarios como “solo quiero que entiendan, que ninguna quiere escuchar nada en la calle, queremos caminar y no tener miedo a pasar por algún lugar, y también tenemos que vestirnos de valentía para responder a todas las cosas que nos digan, no quedarnos calladas”, expresado por una de sus amigas que había experimentado este tipo de acoso de camino a su trabajo. Andre acaba de darse cuenta que el acoso callejero no es algo normal.

El acoso se ha vuelto un tema recurrente en varios países de Latinoamérica, donde aún se debate si debe ser penalizado o sancionado de alguna forma. Existen países que ya han afrontado el problema y avanzado en sus legislaciones, como los casos de Perú y Argentina. En otros países, como en Chile, se han planteado proyectos de ley en contra de esta práctica que no han visto la luz y se han quedado estancados en el Senado o en los entes legisladores de cada país.

Mientras tanto en Colombia, el acoso sexual está tipificado como un delito por el artículo 210 A del Código Penal, que dice: “El que en beneficio suyo o de un tercero y valiéndose de su superioridad manifiesta o relaciones de autoridad o de poder, edad, sexo, posición laboral, social, familiar o económica, acose, persiga, hostigue o asedie física o verbalmente, con fines sexuales no consentidos, a otra persona, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años”.

Sin embargo, el tipo de acoso que se sufre en las calles no está específicamente sancionado por ninguna ley y, aunque este tipo de colectivos no esté buscando que esto se vuelva un acto punible, sí tratan de que se tome en serio “la humillación y frustración que sienten las mujeres cuando algunos hombres desconocidos nos insultan, nos tocan, opinan sobre nuestro físico o apariencia, nos persiguen, nos muestran sus órganos genitales, nos miran morbosamente y con muchas otras conductas nos intimidan en la calle”, explica el colectivo Hollaback.