A raíz de la emergencia sanitaria por el Covid-19, los hogares geriátricos en Bogotá, y en todo el país, han intensificado sus cuidados y restringido el ingreso a sus centros de residencia. Esto debido a que albergan una de las poblaciones más vulnerables al virus: los adultos mayores, comprendidos entre 65 años en adelante.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y La Organización de las Naciones Unidas (ONU) informaron desde los primeros días de marzo que las personas de la tercera edad son mayormente vulnerables al Covid-19 porque poseen un sistema inmune más débil y, en muchos casos, padecen enfermedades crónicas que pueden complicar su salud en caso de contagio.
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Respecto a esto, Omar Oróstegui Restrepo, director de ‘Bogotá Cómo Vamos’, afirma que “las estadísticas, a la fecha, nos muestran una correlación directa entre mortalidad y edad”. Por ejemplo, la tasa de mortalidad es del 3,6% para personas entre 60 y 69 años, del 8% para quienes tienen entre 70 y 79 y del 15% si superan los 80 años.
Según Oróstegui, desde que inició la emergencia sanitaria en el país, cerca de siete de cada diez fallecimientos en Bogotá se registraron en el grupo de personas mayores de 60 años. De acuerdo con las cifras ofrecidas por el Ministerio de Salud, desde marzo, mes en el que inició la pandemia en el país, 45% de los pacientes que permanecen en las Unidades de Cuidados Intensivos son mayores de 65 años y cerca del 38% son mayores de 70 años
El 14 de marzo del presente año, la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría emitió un comunicado en el que sugirió a los centros geriátricos evitar al máximo que los familiares visiten a los internos en estas residencias. De acuerdo con esto, desde el mes de marzo las instituciones geriátricas restringieron las salidas de los adultos mayores de los hogares y el ingreso de sus familiares.
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Amalia Velásquez, coordinadora del Centro de Protección Social Bosque Popular, enfatiza en que esto implica un encerramiento total, aunque se garantizan actividades recreativas dentro la institución, como por ejemplo, juegos deportivos al aire libre, talleres de bordado y clases de baile, entre otras. Velásquez señala que el encerramiento ha afectado sobre todo a los adultos mayores que suelen salir por su cuenta y realizar sus actividades fuera del hogar, pues sienten que su autonomía y su independencia se ve disminuida.
Respecto a esto, Fabián Sánchez, enfermero jefe de base de la fundación Misioneros Divina Redención (FUMDIR), comenta que el confinamiento y el distanciamiento social traen consigo afectaciones a nivel emocional en los adultos mayores. “Hay un incremento en el nivel de estrés, pues extrañan el abrazo de su familia, compartir espacios y anécdotas”. Como consecuencia de esto, ha incrementado la necesidad de psicoterapia, pues estas personas de la tercera edad “a veces necesitan expresar ese desespero que produce el alejamiento efectivo de sus seres queridos”.
La fundación FUMDIR brinda atención a población vulnerable con discapacidades físicas y cognitivas. Sánchez asegura que para los adultos mayores con alguna inhabilidad la condición de encierro tiene un mayor impacto, pues ellos “siempre quieren estar en contacto, quieren poder sentir ese abrazo, ese beso en la mejilla, ese contacto con su compañero”.
Estas instituciones geriátricas han intentado fortalecer los vínculos afectivos entre los adultos mayores y sus familias mediante videoconferencias, videollamadas y reuniones sincrónicas, entre otros. Sin embargo, esta alternativa no es efectiva en todos los casos, ya que “algunas familias no cuentan con teléfonos inteligentes”, comenta Amalia Velásquez, la coordinadora del Centro de Protección Social Bosque Popular.
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Hay muy pocos hogares que han reactivado las visitas, bajo la condición de que el adulto mayor y sus familiares deben estar en salones separados por una ventana. Esto implica que no puede haber ningún tipo de contacto físico, sólo visual. Este es el caso de Hogar Geriátrico Monte de Zion. Sonia Sepúlveda, de 85 años, está internada allí desde hace tres meses antes de la cuarentena y comenta que no le importa recibir visitas de sus familiares aunque sea detrás de un vidrio, sin poder tocarlos. “Yo prefiero verlos así sea de lejos, pero verlos al menos porque cuando no se podía era muy duro sólo escuchar la voz y nada más”.
Sonia tiene problemas auditivos y se le dificulta mucho escuchar bien por teléfono. A pesar de que tampoco entiende muy bien las voces que vienen de atrás de la ventana, la situación ha mejorado y pueden mantener una conversación más fluida. María del Carmen López, su hija, comenta que las condiciones de este encuentro aún le parecen tristes. “Yo me siento triste, para mi es muy fuerte tener que verla de lejos, sin poder acercarme, pero yo siento que a mi mamá no le afecta tanto mientras podamos venir a estar con ella un rato”.
Aun así, Fabián Sánchez asegura que los protocolos de aislamiento y de restricción de visitas están “previniendo que se pueda presentar un contagio bilateral, de nosotros a las familias o de las familias a nosotros. Si no se cumple esta medida se podría generar una epidemia masiva en la fundación”.
El personal administrativo de estos institutos y los integrantes que están en la primera línea de atención deben someterse día a día a todos los protocolos de bioseguridad que varían según las políticas nacionales y distritales. Así pues, les toman la temperatura desde el momento en el que acceden al establecimiento, también se someten a la aspersión de desinfectantes en ropa y vehículos y guardan sus pertenencias en un casillero para no entrar a las “áreas limpias” la ropa y los objetos que vienen del exterior.
En el tiempo en el que permanecen dentro del centro, deben usar guantes, caretas y tapabocas N95, con el propósito de disminuir máximo el riesgo de transmisión del coronavirus o cualquier otro
Además, para disminuir la cantidad de personas que entran al día, los turnos de trabajo se han prolongado por 12 horas, lo que involucra un gran desgaste físico y emocional, sobre todo del personal de enfermería. De igual manera, no reciben domicilios ni pedidos de ningún tipo, únicamente medicamentos que desinfectan y dejan afuera durante dos horas, antes de llevarlos al interior de las residencias.
A pesar de estos esfuerzos, evitar el contagio de los adultos mayores a su cargo es una tarea difícil porque, inevitablemente, en algunas ocasiones deben ser llevados al hospital de manera urgente por condiciones patológicas distintas al virus. Cuando esto sucede, sin importar las medidas tomadas al interior de los centros geriátricos, los ancianos pueden contagiarse fácilmente, ya que las clínicas son un lugar en el que se condensa el virus .
El enfermero jefe de FUMDIR manifiesta que de los 156 internos que tiene la fundación, sólo se han presentado diez casos positivos para Covid-19, en los cuales el virus fue contagiado en hospitales.
Es por esto que Amalia Velásquez, la coordinadora de Bosque Popular, recalca que “más que evitar es prevenir porque no tenemos una barrera como para decir que el virus no entra aquí, pero sí se adoptan muchas medidas preventivas”. Por ejemplo, cuando no se requiere el traslado de los adultos mayores a los centros de salud, se hacen las consultas por vía telefónica con los médicos tratantes para evadir el contacto entre ellos.
Velásquez indica que las medidas no han disminuido, por el contrario, cada vez aumentan y son más rigurosas. Se actualizan según los direccionamientos y las políticas emitidas por la Secretaría de Salud. En Bogotá, las fundaciones, hogares geriátricos y Centros de Protección Social, tanto privados como públicos, suman más de 81 instituciones que alojan el 20% del total de adultos mayores en Bogotá.
Desde que inició la pandemia, estas instituciones geriátricas han pedido apoyo al Distrito, pues deben sobrellevar múltiples dificultades, especialmente la falta de recursos. El confinamiento tiene un impacto directo en la salud emocional de los adultos mayores y para atender esta situación y combatir el efecto es necesario un equipo conformado por coordinadores, auxiliares de enfermería, psicólogos, nutricionistas, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, educadores físicos, educadores especiales, talleristas, fisoterapeutas, entre otros.
Sin embargo, las instituciones geriátricas han tenido que prescindir de alguna parte del personal, pues debido a la crisis económica que atraviesa el país por la cuarentena, muchas de las familias no pueden seguir asumiendo la mensualidad que pagan en los hogares. Además, los esfuerzos de la Alcaldía Mayor de Bogotá están enfocados en estos momentos en suministrar recursos a las poblaciones en condición de pobreza, lo que deja a los centros geriátricos por fuera de la prioridad del Distrito.