Las redes sociales se han convertido en una de las fuentes de información más importantes de los últimos años, pero también en los canales por los que se propagan más noticias falsas que en ningún otro sitio, con un ritmo de viralización nunca antes visto. Y las consecuencias de la desinformación muchas veces son aterradoras e irreversibles.
“Pueden causar la muerte, asustan, influyen en momentos políticos relevantes y a veces afectan directamente a personas o empresas”, mencionó Carol García Dorado, experta en periodismo de investigación y fact-checking, durante su exposición en la I Conferencia Internacional de Comunicación y Tecnologías Aplicadas (ICOMTA’21) en la Universidad del Rosario.
En todas las redes sociales es posible difundir noticias falsas, pero una en específico es la que más preocupa a los expertos: WhatsApp. Porque se ha convertido en el “agujero negro de la desinformación”, según García Dorado. A través de este sistema de mensajería se difunden cadenas de forma muy rápida, sin la posibilidad de una comprobación inmediata, ya que no suelen contener un enlace que vincula directamente a la fuente o página web, creadoras o difusoras del contenido.
“La desinformación puede causar mucho daño en la vida de las personas, su salud, finanzas y en la democracia”, menciona Xosé Rúas Araújo, profesor de comunicación política de la Universidad de Vigo, quien también señala que “la crisis derivada de la pandemia del coronavirus Covid-19 ha avivado el debate sobre la necesidad pública de protegerse contra la difusión de bulos y noticias falsas, que en situaciones de tensión y shock colectivo pueden afectar gravemente a la estabilidad social, a la convivencia pacífica y a los cimientos mismos sobre los que se asientan las democracias occidentales”.
Uno de los ejemplos más contundentes, y sobre el que se han generado olas de desinformación durante las últimas semanas, es el caso de Afganistán. Un país que atraviesa por momentos políticos y sociales complejos, cuya realidad es aprovechada por personas o grupos malintencionados para difundir cientos de bulos. Maldita.es, el medio independiente en el que trabaja García Dorado, ha desmentido hasta el momento 22 bulos que “tratan de sembrar el caos” y se han viralizado en varios países. Entre estos están “un fotomontaje con la supuesta bandera talibán sobre el palacio presidencial, una imagen de la supuesta ‘evacuación de 800 personas en un avión de las fuerzas aéreas norteamericanas en Kabul, un vídeo de una supuesta ejecución de una mujer”.
La esperanza
A pesar de que los contenidos falsos parecen imposibles de controlar por la velocidad con la que se propagan y calan en los usuarios -el 70% de los latinoamericanos no sabe detectar o no está seguro de reconocer en Internet una noticia falsa de una verdadera, según un estudio de Kaspersky-, hay otra cosa en la que coinciden los expertos: los medios de comunicación deben convertirse en el muro de contención de la desinformación. Es decir, los periodistas y los comunicadores tienen la responsabilidad social de combatir las desinformaciones a través de un trabajo ético y educativo.
“El reto de cualquier buen comunicador es informar sin tener que venderse al espectáculo y al circo, lograr defender la verdad en una época en la que las noticias falsas entretienen y gustan más que la reales y, sobre todo, capturar a una audiencia que, con la información recibida, tome decisiones informadas, racionales y sopesadas”, mencionó Carlos Gustavo Patarroyo, decano de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, en la inauguración de ICOMTA’21.
Pero hay esperanza. Y todos podemos aportar a la lucha contra la desinformación. Ante la duda de contenidos que a simple vista son explosivos, llamativos y que incitan al popular clickbait (hacer clic) el consejo de García Dorado es “pensar, frenar, verificar y, ante la duda, no compartir”.