Las marchas feministas del 8M en Bogotá, que este año movilizaron a más de 8.000 personas, fueron escenario de importantes reivindicaciones sociales relacionadas con la igualdad de género, la violencia machista y la desigualdad laboral. Sin embargo, el evento estuvo marcado por algunos actos de vandalismo que oscurecieron su mensaje principal. Varias estaciones de TransMilenio fueron destruidas y reportaron daños en al menos 4 buses del sistema, lo que afectó a miles de usuarios que dependen de este transporte público diariamente. Además se registraron daños en monumentos históricos de la ciudad como la estatua de Luis Carlos Galán frente al Concejo de Bogotá, lo que causó incomodidad y malestar entre sectores de la ciudadanía y las autoridades locales.
Los daños causados durante la protestas del 8M han generado controversia, ya que muchos sostienen que los actos vandálicos disminuyen el impacto positivo de las manifestaciones y desvían la atención de las demandas feministas. Aunque las autoridades locales han reiterado que se respeta el derecho a la protesta pacífica, también han pedido que las organizaciones feministas se realicen en un marco de respeto por el patrimonio de la ciudad. Por otro lado, estas organizaciones han defendido el derecho a la libre expresión y la visibilización de la lucha, pero han expresado su rechazo a los actos de violencia, buscando que el mensaje de la marcha no sea distorsionado por incidentes aislados. Este balance entre derechos y responsabilidades sigue siendo un tema clave en los debates sobre la efectividad y la evolución de las marchas del 8M en la capital.