Son las ocho y media de la mañana y, en el centro de Bogotá, ya se siente el seco y penetrante olor a cigarrillo de los madrugadores que, caminando por la Séptima, ven la ciudad despertar.
A un lado de la torre de Avianca, en la esquina noroccidente del parque Santander, se encuentra una calle dedicada a la compra y venta de libros. Un estrecho camino en donde a duras penas cabe un taxi, bajo el riesgo de golpearse con los pequeños postes de metal que se plantan de lado a lado. Esos mismos bolardos, cruzando la carrera Octava, sirven de apoyo a algunas rejas cuya función es la de una estantería. Obras de autores reconocidos, junto con una que otra cartilla para colorear o mandalas “para el alma y el espíritu”, como lo afirma un vendedor. En varias estanterías se puede ver el último libro del Padre Linero junto a una copia de Mi Historia de Michelle Obama y varios comics de superhéroes, los más buscados. Según el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), el 51,7% de los colombianos leen e interactúan con publicaciones impresas, entre ellos los que se dejan fascinar por el Callejón de los Libros.
Nueve y media. Ahora no solo los locales empiezan a abrir, también en el asfalto del callejón se extienden cobijas o telas, siendo las únicas que separan los libros del sucio suelo. El clima es más cálido y los vendedores ambulantes aparecen como en un llamado de emergencia para brindar bebidas de todo tipo: jugos, agua con gas, sin gas, aromáticas y té.
Poco a poco la calle se llena de literatura: vendedores, proveedores y sobre todo comensales de obras. Algunos buscando los últimos libros de Mario Mendoza, otros las cartillas escolares para sus hijos y, por último, los afortunados que solo van en busca de algo que los pueda sorprender y les resulte cómodo para su presupuesto.
Sobre la Octava y dirigiéndose hacia la Avenida Jiménez se encuentra el edificio “Casa del Libro”. Nuevos, usados, caros y baratos, allí se puede hallar toda clase de escritos. Este edificio tiene 4 pisos y en 3 de estos se ubican los locales dedicados a la compra y venta de obras originales y de segunda mano.
La primera librería que se ve es atendida por una señora que ofrece las últimas ediciones de Harry Potter, Crepúsculo y El Señor de los Anillos a 80 mil pesos. También negocia unos pequeños libros que apenas caben en una palma de la mano, cuatro por 15 mil. Un cliente más paciente, que llegue al sótano del edificio, encuentra un mejor precio: 12 libros semejantes por 20 mil.
Frente a otro local, hay cajones hechos en madera lisa de color canela, que llevan en su interior varios relatos usualmente pedidos en los colegios, como El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y La Revolución Industrial de Antonio Escudero. Estos objetos, a pesar de que sus páginas se mantengan completas, se les nota el pasar de los años y se ven algunos rastros de sus múltiples portadores.
- ¿Qué busca?
- ¿Tiene cuentos en inglés para niños?
- ¿De qué edad?
- Están en preescolar.
-Mmmm, solo tengo estos. - Busca dentro de uno de los cajones y se encuentra con Around the World in Eighty Days, (La vuelta al mundo en 80 días) de Julio Verne.
-No es lo que necesito.
Como no quiere dejar a su cliente con las manos vacías, el vendedor llama a un colega, que lanza al comprador las mismas preguntas. Se lleva la mano a la cabeza, mira hacia el piso y entrecierra los ojos para quizás tener en la mente una imagen clara de su librería.
-Acompáñeme abajo. - Él sí los tiene.
Al llegar al sótano, hay un local llamado Global Library. Allí se encuentran dos señoras entre los 50 a 60 años, separadas por grandes columnas de libros escolares. Cada una revisa los que le corresponde y con un borrador van limpiando las respuestas, las marcas que han dejado sus primeros dueños. Allí, el señor saca un cajón del mismo color canela, pero 3 veces más pequeño que el del local anterior. Cada ejemplar que hay ahí cuesta 2.000 pesos. En la mayoría de estos, se resalta con marcador el nombre de Juan David Lemus Durán, su antiguo dueño.
El vendedor arroja una mirada impaciente y dice, “si los quiere sin llenar, le salen más caritos”
- ¿Cuánto?
Sale corriendo hacia el interior del negocio y saca un par de libros con los mismos títulos y dibujos de los anteriores, pero más brillantes y sin ninguna pista de rayón o relleno. Seguramente pasaron por alguna de las manos de las señoras que se encargan de limpiar y renovar los viejos libros.
– Valen 20 mil. - Finalmente, el cliente compra uno de los libros del estudiante Juan David Lemus.
Ventas como esta se realizan todos los días por este camino. Al medio día, las calles se llenan de Torres y pilas de libros. Hay ejemplares y obras para todos los bolsillos. Se ofrecen desde la cómoda suma de 1.000 pesos, hasta 80 mil. Todo dependiendo de qué tan viejo y usado esté.
El callejón de los libreros se puede disfrutar hasta las 5 o 6 de la tarde, ya que los comerciantes empiezan a organizar y guardar su mercancía, algunos en cajas, otros en sus locales. Mientras se agota la luz del sol en el centro de Bogotá, esta calle vuelve a esconder a sus personajes de cuentos, novelas y academias para, al día siguiente, darles la oportunidad a todos sus clientes de disfrutar nuevamente de la literatura impresa.