Cada cuatro años, cuando se renueva el periodo presidencial en Colombia, los medios se llenan de titulares hablando de la Casa de Nariño, de lo importante que es que el nuevo jefe de Estado viva allí. Parece ser que para ellos es un lujo, una cualidad, pero, más que eso, una obligación. Sin embargo, la realidad es que allí dentro, historia, arte y Estado se vuelven uno.
Este no fue siempre el hogar de hombres poderosos, pues desde las oficinas de Alumbrado y Vigilancia de Bogotá, hasta la Facultad de Matemáticas de la Universidad Nacional funcionaron allí. Algunos presidentes, aferrados al poder, han habitado sus salas por ocho años, mientras que otros han durado, solamente, una semana.
Esta añeja estructura carga el peso de la historia en sus cinco pisos y, dependiendo del ajetreo de sus inquilinos, es posible hacer visitas guiadas. Eso si, debe planear las fechas con mucha anticipación y tener siempre un plan B.