Mientras Víctor y Luz Dary pagan entre dos a tres millones de pesos por llama, los turistas y la gente del común pagan dos mil o cinco mil pesos para tener una foto con este animal. Y así dejar de pagar lo que les costaría un viaje a Perú o Bolivia para conocerlo.
‘Copito’, ‘Estrellita’ y ‘Lucerito’ son las tres llamas que Víctor y Luz Dary utilizan como fuente de ingreso al permitir que los turistas o personas del común se tomen fotografías con estos. Algunos les llama la atención los curiosos accesorios de los animales, mientras que otros se enternecen por ‘Lucerito’ que apenas tiene cuatro meses.
Los fines de semana son los días de más trabajo para esta familia conformada por seis integrantes. Salen desde Choachí, atrás de Monserrate, a las siete de la mañana para empezar la rutina.
Esperan el colectivo que los baja en quince minutos hasta un lote en donde, por cincuenta mil pesos mensuales, les dan refugio a los animales, les brindan baño semanal, una limpieza del potrero y alimentación adecuada con maíz, pasto y amero. Para luego dirigirse a la Plaza de Bolívar.
La caminata ha sido larga, han pasado aproximadamente cuatro horas y las tres llamas con los accesorios rojos y rosados en sus cuellos, lomos y patas, ya se encuentran en medio de comparsas militares, el vuelo constante de las palomas y el ir y venir de las personas. Mientras sus dueños descargan maletas y empiezan su día al ritmo de “lleve la foto por dos mil pesos, - maíz a mil o tres por dos mil”.
“No somos escandalosos, no nos gusta presionar a la gente, lo único que hacemos es caminar por ahí y de manera educada ofrecerles una foto. Aunque creo que la atracción está en ‘Lucerito’”, dice Víctor mientras algunos turistas se acercan para la foto. Él sin mas preámbulo se esmera mostrando su impresora portátil que más que un artilugio electrónico, es la lucha por la tradición familiar ya que llevan más de 20 años en esa labor.
Pero mientras Víctor se encuentra ocupado con las fotos, Luz Dary corre con ‘Copito’ y lo lleva hacia el Palacio de Justicia para que haga sus necesidades. Ella espera impaciente y luego con un balde de agua, que le ha traído uno de sus hijos, riega sobre los desechos hasta que desaparecen. Para luego volver a su punto de trabajo.
“A mí me gusta ayudar a mi mamá, yo solo estudio medio tiempo y en mi casa no tengo nada que hacer. Prefiero estar en compañía de mis papás y de mi abuela que se encuentra diagonal a ellos vendiendo maíz”, dice Dayana la hija mayor, quien es la encargada de manejar el dinero.
Mientras Dayana y su madre están pendientes de la limpieza de los desechos de ‘Copito’, unos policías pasan por su lado, las saludan y mantienen una conversación. Sin embargo, no todos son así de sociables. También está el policía que impone autoridad al mirarlos con atención y vigila cada movimiento que hacen generando tensión y orden en el lugar.
“Me toca poner autoridad solo porque es mi labor como policía, yo no tengo ningún problema con ellos porque he sido testigo del buen aseo que le hacen al espacio público”, dice al no ver irregularidades en la zona.
Pero sin importar si reciben el buen trato o no de los policías, Víctor y su esposa los ignoran al estar ocupados en el corre, corre de su labor. Es común que las llamas atraigan a los niños, que con una mirada hacia sus padres o abuelos les piden que los dejen dar una vuelta por toda la plaza de Bolívar montados en estas.
Hasta el momento no ha habido quejas sobre estos animales, los transeúntes disfrutan de su presencia y los trabajadores dignamente ganan un sueldo mínimo.
“Yo también me he dedicado a esta labor, antes me dedicaba a la venta de dulces y de globos, pero un amigo me empezó a arrendar su animal para tener mejor estabilidad”, afirma Javier Lozano quien se ha visto beneficiado con ese trabajo. Conluye: “yo a veces pienso en qué pasaría si la Alcaldía me quitara mi animal… No me quedaría más que buscar el lado fácil y caer en la delincuencia”.
Sin embargo, a pesar de que la Alcaldía de la Candelaria esté llevando un control y un proyecto con el fin de decomisar este animal, no se ha podido radicar por los mismos prejuicios que traería consigo. “Ha sido un largo proceso, es muy fácil decir que los vamos a decomisar, pero no, ya que ha sido parte de la tradición capitalina y del sustento de muchas familias humildes”, dice Jorge Piedrahita director de prensa de la Alcaldía local de la Candelaria.
Es por eso que mientras Víctor, Luz Dary y los demás trabajadores no se sientan presionados u amenazados con el decomiso de esos animales, continuarán en esta labor al ver que más que el sustento diario, es una tradición que llevan conservando. Hasta criaderos se han encontrado en el municipio de Tabio para así seguir con este sustento de vida.