Al costado occidental de la estación de Transmilenio llamada Alcalá, las personas esperan un taxi. Al hacer la parada a las personas, los taxis no arrancan, esperan más pasajeros. Se suben 4 personas al vehículo y al cabo de 10 minutos el mismo taxi vuelve a estar parqueado debajo del puente de la estación.
Un tablero amarillo con el número 38 le hace saber a las personas que este no es un taxi que hace un recorrido normal, estos taxis funcionan como colectivos. Una señora de unos 60 años se sube en el puesto de adelante. Antes de arrancar, el conductor ve a otra señora que desde el puente le indica que espere y él lo hace.
El conductor es un hombre de unos 55 años y lleva 14 años haciendo recorridos cortos. Recoge a los pasajeros debajo del puente de la estación de Alcalá, toma la calle 132, voltea por la carrera 58 para tomar la carrera 138 y volver a la Autopista Norte. Cobra 1.000 pesos por pasajeros y en cada trayecto puede recoger entre 5 y 10 personas.
Don Javier, el conductor, asegura que lleva trabajando en ese sector desde que Transmilenio llegó, y comenta con entusiasmo que él fue uno de los fundadores del servicio en la ciudad. Según cuenta hoy en día hay 70 taxis que están “certificados” para prestar el servicio. Desde que empezaron decidieron regularse entre ellos mismos para evitar la sobre abundancia de taxis y, al mismo tiempo, brindarle seguridad a los clientes.
Uno de los pasajeros le dice a don Javier que la Alcaldía planea acabar con este servicio ilegal. “Cuando entren los buses naranjas van a perder clientes”, asegura el pasajero. Don Javier se levanta un poco de su puesto para sacer un periódico. Era la edición de El Tiempo del 24 de octubre. “Nos sacaron este reportaje―comenta con una sonrisa― en la ciudad hay 153 puntos en donde funcionan estos servicios, va a ser difícil que nos saquen”.
“Para nosotros es más rentable prestar este servicio―comenta don Javier―nos ahorramos plata en gasolina y nos evitamos trancones. No obstante, en las horas ‘pico’ han bajado los clientes. Pero el servicio seguirá, cuando se llenen los buses naranjas que quieren implantar, la gente nos buscará. A muchas personas les gusta el servicio y preferirán la comodidad que nosotros brindamos”.
Don Javier presta este servicio todos los días hasta las 11 de la noche. Por trayecto puede recibir entre 5.000 y 8.000 pesos. Para él es el trabajo perfecto y seguirá haciéndolo sin importar los frecuentes retenes de la policía o la llegada de los buses naranjas de SITP.