Luego de haber sido reconocidos por el Estado colombiano como una etnia con su propia cultura, a través del decreto 2957 del 6 de agosto de 2010, el pueblo Rom o gitano todavía lucha por conservar su cultura en medio de las dinámicas socioeconómicas de la capital.
Los gitanos, divididos en grupos familiares llamados ‘kumpanias', ubicados en los barrios Galán, San Rafael, Nueva Marsella, La igualdad, Patio Bonito, entre otros, se han visto en la necesidad de establecer mediaciones entre sus creencias y las leyes constitucionales para no ser discriminados ni jurídica ni socialmente.
De acuerdo con Dalila Gómez, coordinadora general del Proceso Organizativo del Pueblo Rom (gitano) de Colombia –PROROM-, la mejor forma de mantener viva lo que queda de su cultura es transmitiéndoles a las nuevas generaciones sus milenarios ritmos de vida, para que los aprendan, valoren y se sientan orgullosos de ello.
“Nosotros intentamos mantener nuestras costumbres: hablamos en nuestra lengua (romanés), acatamos nuestro propio sistema de justicia, vivimos conforme a la relación que tenemos con el tiempo, que nos hace libres, y en general intentamos vivir como lo que somos: gitanos”, menciona Gómez.
Sin embargo, el hecho de que los niños y jóvenes asistan a colegios distritales o privados y tengan un contacto más directo con la cultura dominante, como la denominan los romaníes, representa un peligro para sus más antiguas tradiciones.
Para Gómez, es muy difícil que un niño gitano, cuando va a la escuela, no pierda sus tradiciones, pues “se encuentra con las costumbres de la sociedad mayoritaria que provoca un olvido momentáneo de sus tradiciones. Por ejemplo llegan a un ambiente donde solo hablan español y cuando llegan a la casa se comunican en este idioma y no en el originario”.
Por su parte, el gobierno nacional ha dado grandes pasos para avanzar en esta situación. Reconocer que los gitanos “tienen identidad propia y mantienen una conciencia étnica particular, que posee una forma de organización social específica, su propia lengua y ha definido históricamente sus propias instituciones políticas y sociales”, según plantea el decreto 2957, implica una reivindicación de su comunidad y por lo tanto, un trato especial.
Adicionalmente el Ministerio de Educación, conforme al mencionado decreto, le apuesta a la educación para la diversidad a través de la llamada “etno-educación”, la cual se encarga de promover la interculturalidad, es decir, “hacer que en las escuelas se reconozcan y respeten las diferentes culturas, para de esta manera reconocer la diversidad de nuestra nación”, según propone el programa del Ministerio.
Dicha política busca “desarrollar una educación que responda a las características, necesidades y aspiraciones de los grupos étnicos, desarrollando la identidad cultural, la interculturalidad y el multilingüismo”. Dentro de este proyecto se contempla a los afrocolombianos, que se calcula son 10'562.519; 92 pueblos indígenas, con una población de 701.860 y los gitanos, que son aproximadamente 8.000 personas en todo el país.
No obstante, para la magíster en educación, Esperanza Bonilla, estas políticas del gobierno, si bien dan una base para incluir las etnias y darles una educación de calidad que tenga en cuenta sus problemáticas, no se aplican con rigor en la realidad. “Aunque exista un reconocimiento hacia las etnias, las instituciones no demuestran un verdadero interés por la interculturalidad, más bien pretenden que las minorías se acomoden al modelo de educación existente”, comenta Bonilla.
A esta situación se le suma su baja calidad de vida, la cual se evidencia en la falta de recursos económicos y garantías sociales para esta etnia. Según menciona la líder gitana, esta situación ha causado que los miembros de la comunidad no tengan con qué mantener a su familia y, en busca de ascender económicamente, se dediquen realizar trabajos que no son los tradicionales, y así se genera otro tipo de erosión cultural.
Dalila Gómez menciona que no dejará de luchar por los derechos de su pueblo, ya que no solo es algo que merecen por ser una etnia minoritaria, sino porque es una deuda histórica “con una población que por siglos ha sido perseguida, discriminada y asesinada”.