“Atravesamos por una situación que nos reta a todos”, afirma Diana Naranjo, de 28 años, quien trabaja como docente orientadora en un colegio oficial de Socorro, Santander. Diana Naranjo hace parte de los más de 478 mil docentes de educación formal que han debido adaptarse al método virtual para enseñarle a sus alumnos. Para ella ha sido limitante, pues en su labor “es importante generar confianza”.
“En la virtualidad siento un ambiente impuesto, y esto cambia por completo la atención individual al estudiante”, nos dice y agrega que “ahora es a través de una línea telefónica, y a veces los niños se cohiben de hablar porque tienen a sus familiares al lado”. Hoy, las escuelas de padres y las convivencias de cursos han quedado reducidas a videoclips suficientemente cortos para que carguen a la red sin problema, y el material audiovisual que genera no sustituye su trabajo presencial como orientadora. Sin embargo, dice haber encontrado herramientas muy útiles que no había tenido en cuenta antes y de ahora en adelante pueden ser un apoyo en su labor.
Del otro lado está María José, de 16 años, que cursa undécimo grado en un colegio aledaño del Río Magdalena, en el municipio de Suárez, Tolima. Ella, al igual que millones de niños en Colombia, ha tenido que cambiar su pupitre por la mesa del comedor -o un escritorio- desde que el 16 de marzo el Ministerio de Educación emitió la orden de permanecer en casa con el fin de mitigar los contagios de COVID-19. También, dice sentirse afectada por la virtualización de las clases, y en su opinión; no le parecen el método adecuado para la enseñanza. “Aquí en Suárez no hay recursos, muchas personas no tienen acceso a internet y, por ende, les toca llevar los trabajos hasta la casa de los profesores, con el miedo de salir y contagiarse. De esta forma, la mayoría de los estudiantes van perdiendo el año por no contar con los recursos necesarios” nos relata.
Cuando el 34% de los alumnos no tiene conexión a Internet
En 382 estudiantes encuestados de diferentes instituciones educativas de Santander y Tolima, el 25% vive en municipios o veredas diferentes al lugar donde estudian y alrededor del 34 por ciento no tiene conexión a internet ni computador en casa. Entre ellos, Daniela, de 15 años, que no tiene acceso a un ordenador ni a red wifi en la vereda donde vive, y, por tanto; ha tenido que desplazarse a las casas de sus profesores para recibir y entregar sus trabajos. Además, dice sentirse insatisfecha con la nueva modalidad de aprendizaje virtual, como el 56 por ciento de los estudiantes que respondieron la encuesta; pues se sienten aburridos de estar en casa y a su vez, extrañan compartir con sus amigos.
Entre ellos está Catalina, de 16 años, que dice: “Detesto las clases virtuales. Me frustro al no entenderle a mis profesores, y al no tener la misma disposición de aprender de antes. Me siento sola, aburrida y no sé qué hacer”. No obstante, el apoyo de los padres ha sido relevante durante estas últimas semanas, pues un 89 por ciento de los niños afirma sentirse a gusto con la colaboración que les brindan, y un 80 por ciento cuenta con un lugar cómodo para estudiar. “Desde que comenzó mi encierro, le ayudo a mi mamá en la panadería, y ella me ayuda a realizar mis tareas. Siempre estudiamos en la sala, pues es el lugar más amplio y tranquilo de la casa” nos cuenta Emily, de nueve años.
WhatsApp, la red social más utilizada cuando apenas hay internet
También recogimos información de 1076 estudiantes del colegio oficial Avelina Moreno, en Santander. Allí, se aprecia que el 18 por ciento de ellos vive en zonas rurales del municipio de Socorro, y poco más de 500 estudiantes no cuenta con acceso a internet. Aún más preocupante, es el hecho de que, entre mil estudiantes, tan solo 400 tengan un computador en casa; y que el 69 por ciento de ellos deba compartirlo con más personas. Por otro lado, WhatsApp es la red social más utilizada por docentes y alumnos para enviar las entregas y mantener informados a los padres de familia, y, en segundo lugar, Facebook.
Al final, nos quedan las palabras de Elizabeth Silva, de 59 años, que nos dice: “Planeé talleres para hacer de mis clases un momento de disfrute. Imaginaba que las videoconferencias iban a ser un encuentro con los rostros entusiastas de mis estudiantes”. Ella, docente de colegio oficial desde hace 36 años, admite sentirse decepcionada con la realidad a la que se enfrenta. “Muchos de mis estudiantes carecen de las herramientas tecnológicas necesarias para que mi esfuerzo valga la pena. A mis clases de Zoom tan solo un 30% de los estudiantes asisten; y me ha entristecido ver las caras de los niños que me dicen: teacher, la extrañamos, queremos volver al colegio. Ahora trabajo prácticamente todo el día, y a cada momento miro mi celular y computador.”
Por último, nos cuenta la enseñanza que le ha dejado la pandemia: “Toda experiencia, por dura que sea, tiene algo positivo. En esta, ha sido el hecho de que los padres se han involucrado más en la educación de sus hijos. No obstante, espero que pronto podamos volver a aquella realidad que antes teníamos y que hoy extrañamos.”