Dos firmas, lágrimas y libros

Miércoles, 01 Mayo 2019 16:18
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En la FILBO se llevó a cabo el encuentro con las youtubers Calle y Poché. Las cuales publicaron el libro Sí, sí es contigo, donde relatan todas las facetas de encontrar el amor.

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En la Feria del Libro de Bogotá (FILBO), el domingo 28 de abril, antes que el reloj marque las nueve de la mañana, las filas para entrar ya cuentan con centenares de personas, algunas esperan desde las cinco de la mañana. Con el frío de la ciudad capitalina, personas de todo tipo saltan y esperan a que las puertas se abran. Las mamás con las niñas correteando, los jóvenes con cabellos pintados, al menos cinco sillas de ruedas y otro poco de multitud, tienen una misión: conseguir la firma de Daniela Calle y María José Garzón (más conocidas como Calle y Poché). Estas dos chicas, Calle y Poché, son youtubers y publicaron recientemente el libro Sí, sí es contigo.

Las manecillas del reloj no alcanzaban a marcar las 8:30, cuando la puerta de entrada preferencial y de acreditaciones se abre, con el suave chirrido del metal frío. Así, la Avenida Esperanza se desocupa de la multitud emocionada, pero Corferias se empieza a llenar de los pasos y los gritos de emoción. Faltan al menos 30 minutos para que la pareja, novias desde el 2015, se bajen de su carro y entren en la FILBO. Unas horas antes, desde las siete de la mañana los organizadores estaban correteando por el concreto gris, buscando unos limones y recolocando los libros de portada gris y letras rosadas, ahora se empiezan a posicionar como piedras en la costa.

Al inicio de la jornada, en la zona de firmas número 6, se ven dos decenas de personal de seguridad y de logística, sin embargo, mientras las horas pasan, las cabezas se multiplican. Los organizadores dicen, mientras los fanáticos entran, que, en las siete horas que dura el encuentro, se van a firmar menos de 1000 libros. Sin embargo, la editorial Grijalbo ha traído 1800 libros para vender. Además se ha adecuado un cubículo de ocho metros cuadrados, sin una de las paredes, para que las dos chicas firmen los libros. En la mesa hay un florero con limones, especificación exigida por ellas mismas, y ahora solo faltan 20 minutos para que la fila de multitud de un paso hacia el oasis que se ha creado por las rejas negras. Todas las entradas de la FILBO se han abierto.

Ahí, en ese espacio alejado del caos que causa la fama, llega Lina Cáceres, manager de las youtubers. De la fila, que sigue aumentando con cada minuto que pasa, se levanta un clamor e inclusive unas lágrimas se escurren por las mejillas de unas jóvenes emocionadas. “Tú, Tú, Tú no te callas boba. Poché nunca me deja hablar. Tú, Tú, Tú quítate ese highlight que ciega me vas a dejar”, canta la multitud y las paredes del cubículo vibran con el ritmo de los gritos. Lina alza la mano y el caos se torna más ensordecedor, cosa que parecía imposible hace un segundo.

El movimiento imperceptible del equipo de prensa es captado por los ojos de los fanáticos. Por la fila se empiezan a pasar los susurros de teléfono roto. “Ya vienen, ya vienen”, afirma una chica con el pelo verde, el muchacho con las uñas moradas pasa el mensaje a la persona de atrás. La fila parece una marea en busca de una costa, esperando chocar con algo que se quede en su memoria; ya sea el color del pelo de Poché o el rápido beso de Calle en la mejilla. “Le voy a dar un abrazo… prometo que no me baño luego”, dice una niña a su mamá mientras abraza, cual salvavidas, al libro que sigue con el plástico de recién comprado.

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Cuando las dos jóvenes, una de 23 años y la otra de 22, hacen su aparición, las pequeñas vallas de metal parecen vibrar. Los gritos, algunos desesperados, se adueñan de los oídos de todos los presentes, da la sensación de estar bajo el mar; con las olas ensordecedoras golpeando en vibraciones todo alrededor. Poché, la menor, llega con su cabello azul de sirena, sus 158 centímetros de estatura y una camiseta clara de la banda Guns N’Roses, oculta al principio por una chaqueta de jean. Luego, con diez centímetros más  de estatura, entra Calle, combinan a la perfección con las dos chaquetas azules, lleva el cabello bien recogido y un saco blanco asomando en el cuello.

Las sonrisas, enmarcadas por los labiales opacos, se regalan en un giro de 360 grados. Hace cuatro años se presentaron al mundo, les han dado risas y esperanza a los chicos que se autodenominan incomprendidos. Con videos de maquillaje, baile, moda, retos, blogs y vlogs, estas chicas han hecho su camino de a pedazos: han grabado sus nombres en la mente de los niños. En las noches muchos procrastinan las obligaciones por quedarse viendo el último vídeo de las estrellas. Por esto es que Calle y Poché, han congregado a miles de personas que esperan verlas, así sea de reojo, por primera vez en su vida.

Las youtubers saludan a sus amiguis, expresión usada por Calle, los gritos aumentan y las lágrimas empiezan a producirse. El ensordecedor de las olas de admiración las abraza, les roza el maquillaje y el cabello alisado, sus sonrisas aumentan mientras suben los tres escalones que las guían a las sillas y a los limones. Los organizadores se hacen señas invisibles, las rejas se mueven de a pocos para dejar entrar a las primeras diez personas que tendrán las dos firmas tan esperadas. Con abrazos torpes, llenos de nervios, se da inicio a la jornada. 

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Ya son más de las nueve, Calle y Poché llevan trece minutos en Corferias y ya han pasado dos tandas de 10 personas en búsqueda de sus firmas. A ese ritmo van a superar la cifra esperada de libros firmados. Aún es temprano, la multitud canta de vez en cuando el roast yourself de Calle y Poché. “Son gay de mentira y peliteñidas. No entiendo por qué están de moda. Poché tiene nombre huevo y a Calle en el canal no quiero. Queremos rotarnos a un caballero que empieza por M y termina en Ruiz”, en esa letra de ritmo pegadizo se encuentran las críticas que  les han hecho a las youtubers. Sin embargo, Juan Carlos, el padre de Poché, sonríe mientras escucha a la multitud cantarlas a todo pulmón.

En una esquina del oasis que se ha creado alrededor de Calle y Poché, se encuentran dos de los familiares de María José. El papá y la abuelita, esta última se limpia una lágrima que se escapaba del ojo izquierdo. “Hoy hace siete años que la mamá de María José no está con nosotros”, dice mientras mira con ojos luminosos a su nieta. Más tarde Poché admitirá que sintió que todo lo hizo su mamá para que ella no estuviera triste.

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Ya es medio día, el sol que ha estado presente desde la mañana está siendo rodeado por unas nubes grises que prometen lluvia espontánea. La abuelita de Poché se asoma un poco al cubo, por el cual han pasado más de 400 personas, se aleja rápido y frunce el ceño. “Poché ya está cansada… pobrecita, tiene que ser el colón”, afirma sin mirar a un punto en específico. Con el suéter amarillo mostaza, con canas en la coronilla y con los ojos claros, cruza los brazos y dice: “les tocó desayunar muy rápido… íbamos tarde”. Casi como si la afirmación hubiera atravesado los gritos y sollozos de los fanáticos, Poché la voltea a ver y sonríe antes de que su mirada se vuelva a distraer con un libro que le pasan.

Una niña de máximo once años pasa hacia el oasis, da un paso más hacia la promesa de una sonrisa de sus ídolas. En sus ojos se le acumulan los sentimientos, el labio inferior le tiembla y de un momento a otro una lágrima cae. Caen y caen más lágrimas, como si el dique de control se hubiera ido por la proximidad al cabello azul de Poché o a los ojos de Calle. Las manos le tiemblan mientras le pasa el libro a la chica de cabello castaño, los ojos se le diluyen y casi desaparecen mientras el llanto se le combina con una sonrisa. No es la única que va a dejar un camino de gotas saladas por los tres escalones que llevan al cubículo de firmas.

Ya casi es la una de la tarde, al fin las youtubers van a poder dejar de realizar el movimiento monótono de firmar un libro. Bajan las escaleras y se escurren hacia el camerino. La fila no deja de hacer ruido, parece como un serpenteante animal con gritos atorados en el cuerpo el cual ni la lluvia puede aplacar. Mientras las dos chicas bajan los tres escalones mueven las manos como para quitarles el movimiento, les traquean los nudillos y así se desprender del olor a tinta.

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Mientras todo eso pasa, más allá de la fila que parece nunca terminar, los otros asistentes de la FILBO, ajenas al termino youtubers, miran con extrañeza a esas personas que siguen cantando. “¿Quién es el hombre de la relación? Soy yo, soy yo. Lo dices tú y lo sé yo. Somos gomelas millonarias y un poco descerebradas. Ya sé, igual nos ves y aún nos sigues financiando los caprichos de un bolso Chanel”, las palabras salen del corazón. Las Cachers, como se identifican los fanáticos de Calle y Poché, las cantan con toda la fuerza que un les queda, a pesar de que muchos llevan más de siete horas en la fila, acercándose de a poco al cubículo de la promesa esperada.

Un señor con el cabello blanco, que lleva en las manos unos libros con las páginas amarillas, levanta una ceja y chasquea la lengua. “Antes esto no se veía. ¡Ni son escritoras!”, dice, casi escupiendo las palabras, mientras pasa al lado de un grupo de muchachos con el cabello azul y los ojos enmarcados por las sombras rojas. Estos no se dan por enterados, buscan con la mirada la curva que no les deja ver más allá. “Se merecen esto y mucho más”, afirma la abuelita mientras Calle y Poché firman un libro que ya no tiene numeración. Han firmado más de 1000 libros y aun no son las cuatro de la tarde.