Infiltrado en el gabinete de los United States of Trap

Jueves, 28 Septiembre 2017 16:18
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Una habitación de veinte por veinte materializa la taquicardia y a veinte metros, miles de oídos esperan ansiosos por letras que invitan a la lujuria y la lividez. Ningún artista se hace presente y dudo de si realmente estoy en una casa de modelos o en el backstage de un concierto de trap.

||||||| ||||||| Por @MonkeyTurf|||||||
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El pasado 18 de Agosto, Bogotá fue el punto de encuentro de grandes representantes del trap latinoamericano. La noche la protagonizaron Arcangel, Cosculluela, Bad Bunny y, el muy criticado por sus letras y autoproclamado Presidente de este movimiento, Bryant Myers.

Preparando la visita de Estado.

Por primera vez el Airforce One de los United States of Trap tenía como destino la ciudad y a las dos mil doscientas treinta horas el presidente se dirigió a sus compatriotas con su típico tono tenue y crudo: “Bryant Myers”. No obstante el equipo responsable de esa alocución se reuniría al menos dos horas y media antes.

Bajo la incesante lluvia del cielo bogotano cumplí la cita pactada para las dos mil horas en el Hotel Estelar La Fontana. Allí un grupo de unas treinta personas obstaculizaba la entrada y con arengas clamaban por la aparición de alguno de los artistas. En ese momento me llevé la primera sorpresa de la noche, pues jamás me imaginé lo inclusivos que pueden ser los fanáticos del trap y el reggaeton; esto lo digo porque en este pequeño grupo de la entrada había personas ciegas, otras en silla de ruedas y así, todos juntos detrás de una reja aguantando el chaparrón.

A los quince minutos de haber llegado al lugar apareció el transporte ‘oficial’, una camioneta blindada para el Presidente, como debe ser, y el resto del gabinete subió a una van que cuando no transporta equipos de trabajo de artistas internacionales es la ruta 40 del Gimnasio Colombo Británico.

En esta furgoneta de la que hablo viajábamos: el videógrafo, un tipo tan delgado como  tan rudo: el coreógrafo, quien era el perfecto clon  de J Balvin; el corista, de no más de 18 años, corpulento, callado y al que en momentos se le notaba incómodo; el ingeniero, quien lucía como un adulto cualquiera trabajando en días de oficina; el dj, la perfecta representación del ‘bling bling’, a quien se le notaba molesto sin motivo alguno y hacía constante alusión al consumo de drogas; el mánager, el más viejo del grupo, sereno pero a la vez muy serio; y las bailarinas, cuatro mujeres guapísimas acompañadas por sus novios.

Debo confesar que me detuve a prestar atención en el trato que todo el equipo tenía con las bailarinas, pues me fue inevitable volver sobre los discursos del señor Myers, y por la misma razón entablé conversación con los novios. De entrada dejaron claro que no les gusta el trabajo de sus parejas porque “es re pesado” en un tono consciente de la sensualidad con la que bailan, pero pese a su descontento no pareció que quisieran estar en otro lugar, por el contrario, disfrutaban cada aspecto de los preparativos de la visita presidencial porque “los artistas son hasta bacanos con uno”.

El aterrizaje.

Ya en el venue nos dirigimos a la zona de camerinos. De golpe se sintió el frenesí del backstage. Catalina Otálvaro, Mara Roldán y otro número importante de mujeres posaban una y otra vez ante cuánto lente se atravesara en la zona común. El equipo de inmediato evadió toda esa parafernalia y se dirigió a su cubículo. El Presidente aún estaba ausente.

A las dos mil doscientas, una atmósfera de música electrónica se tomó el lugar y el nuevo rumbo del equipo presidencial era el escenario principal. Mientras se ultimaban los detalles para la llegada de Myers, la tarima era el escenario de un desfile de trajes de baño. Desconozco el momento en que el equipo se dispersó y terminé rodeado de otro montón de mujeres bastante voluptuosas en paños menores. Y es que me niego a creer que fue una casualidad, pues no pude haber estado en un lugar mejor para llevarme la segunda sorpresa de la noche.

El momento había llegado, Bryant Myers llegó a la tarima, y es prudente en este momento hacer una segunda confesión y es que sin duda esperaba que llegara con una actitud de pimp pero, para mi sorpresa, no fue así. Al escenario llegó un tipo tímido, no un machista o un misógino, llegó un tipo tímido. No habló con nadie, ignoró todos los cuerpos casi desnudos a su alrededor y con el equipo todo funcionaba a la perfección así que sobraban las palabras. No obstante, apenas tocó el proscenio esa tal timidez no existió y salió a ganarse a sus adeptos como si de una campaña electoral se tratara.

El discurso.

La curva del show se notó rutinaria; tres temas o por lo menos su parte en cada uno de ellos, luego un saludo genérico, otros cuatro temas, también incompletos, luego una activación del público con el clásico “¡brincando!, ¡brincando!, ¡brincando!”, después siete temas ambientados con pirotecnia, confeti y el disparo de fajos de los billetes oficiales de los United States of Trap hacia el público, una falsa despedida y el regreso con un encore.  

De las relaciones exteriores y la extracción.

Una hora de show pasó y era momento de volver al hotel, todo tranquilo. El gabinete estaba regreso en la furgoneta comentando sobre el éxito del Presidente y justo al momento de salir del venue nos encontramos de frente con la caravana de Cosculluela. Ninguno de los vehículos quería dar marcha atrás y era completamente necesario pues solo había un carril para llegar al lugar. Este percance que parece mínimo desencadenó la tercera y última sorpresa de la noche, pues salió a flote todo el maleanteo del que se jactan estos artistas. 

El mánager que emanaba serenidad y cordura se puso en cabeza de la situación, pero luego de casi treinta minutos sin poder solucionarlo un humor bélico se apoderó de la camioneta. Fue evidente que los miembros de ambos equipos eran viejos conocidos lo que hizo que los insultos fueran muy específicos y se escaparan de mi entendimiento. De a poco las intervenciones de cada miembro del equipo fueron escalando hasta que del mánager salió un “si esto lo solucionara yo, estaría preso ahora mismo”.

Luego de una hora de viaje regresando al hotel finalmente llegamos y cada miembro del gabinete regreso a su habitación. Me quedé en la recepción esperando que la lluvia mermara un poco y allí fui testigo de las mismas escenas del venue. Arcangel saliendo del hotel con una mujer en exceso voluptuosa y Bad Bunny con un guardaespaldas armado hasta los dientes, que bien podía vencer un par de escuadrones del SWAT.

Finalmente y tras la experiencia con los líderes del universo del trap latino, no pude evitar pensar en el origen de ese discurso de maleanteo y proxenetismo, y noté, por lo menos con Bryant Myers, que es solo un personaje. No me atrevo a decir lo mismo de los demás artistas, ni a cuestionar su pasado, que seguramente le da sentido a toda esa atmósfera de maleantes.

Pasé una noche infiltrado en el gabinete de los United States of Trap y no hubo moët, ni rosé; fue una noche en la que un grupo de personas fue a cumplir con su deber, a un trabajo en el que dicen que hacen cosas, que por lo menos ese día no pasaron.