2ES – Espacio de entrenamiento es un proyecto creado por Ángel Ávila y Eduardo Oramas para que los bailarines de Bogotá y de otros lugares puedan entrenarse a precios realmente bajos. Como el proyecto no genera los ingresos suficientes para tener una sede fija ellos buscan lugares en diferentes academias de Bogotá que les alquilen el sitio a un menor precio de lo usual y poder cobrar 15 mil pesos por una clase y 30 mil por toda la semana. El dinero que reciben lo dividen entre la academia que les presto el lugar y los profesores que dan los talleres y Ávila y Oramas no toman ninguna parte porque no quieren que se convierta en un negocio.
Cada semana invitan a un maestro diferente para que de un taller sobre cualquier tipo de danza y comparta sus conocimientos. Los profesores pueden ser ellos, amigos, estudiantes, colegas o personas conocidas que tengan la trayectoria, el talento y la pasión para dictarlo. Ellos lo hacen de esta forma para romper con el esquema profesor – alumno y así como sus fundadores a veces dan las clases también pueden pasar a ser alumnos de alguien que alguna vez fue estudiante de ellos, porque lo importante es brindar conocimiento y entrenamiento a los bailarines.
¿Que inspiró la creación de 2ES - Espacio de entrenamiento?
Hace 4 años empezó el proyecto, estábamos Ángel y yo sentados un día conversando y él me dice un día “oiga, ¿qué vamos a hacer para entrenar?”, porque en ese momento los dos estábamos bailando sin compañía y además no teníamos dinero para pagar una academia. Queríamos hacer algo que fuera lo más barato posible, que cualquier persona pudiera ir a bailar y que no fuera un negocio, nosotros no ganamos ni un centavo de plata que entra por cada persona.
¿Qué tipo de danza practican en sus talleres?
Fundamentalmente es danza contemporánea pero hemos tenido talleres de Hip -Hop, Ballet, de afro y de Buto, son técnicas que le abonan a la danza contemporánea. Este tipo de danza la pensamos como un lugar que no tiene barreras, ni unos límites muy definidos, es una técnica muy porosa a la que le entra cualquier información y además puede intercambiarla muy fácilmente con otras y con muchos otros lenguajes artísticos.
También hemos tenido profesores de ritmo, percusión corporal y ese tipo de cosas. Nosotros estamos muy abiertos a mucha información, hemos tenido clases de Graham y de técnicas modernas así muy lineales. Ahí va otro de los ejes que nos interesan y es en el asunto de la técnica del bailarín y que tengan un cuerpo diverso, multiforme y poroso. Por eso es que tenemos una diferente cada vez y eso nos arroja a una pregunta que es: ¿cuál es la diferencia entre entrenamiento y formación? Todavía no tiene respuesta, es como una semilla de una investigación que estoy llevando a cabo. Para mí es un asunto de ritmo, en la formación tú necesitas otro tiempo para entrenar.
En principio el proyecto estaba diseñado para bailarines profesionales pero la realidad nos demostró que eso era imposible o al menos muy difícil y en ese sentido nos hemos abierto a cualquier persona que vaya. Lo único que les pedimos a los maestros es que el nivel de su clase que pueda ser sencillo o más complejo, si tenga un ritmo que permita que los que tengan más información se entrenen. En ese sentido hablamos de lo que es un bailarín entrenado, para nosotros es alguien que está en capacidad de subirse a la escena, que sea rápido, fuerte, ágil, elástico y que tenga cardio, es decir que su cuerpo, sea una herramienta que esté pulida.
¿Cómo hacen para conseguir a los profesores?
Eso sí es muy fácil, Ángel y yo llevamos 25 años bailando, entonces conocemos a un montón de personas y no es un problema. El problema si es que a veces te cancelan una semana antes y te toca correr para conseguir a otra persona y muchos trabajan y todo, pero la programación la buscamos con tiempo y hay muchos maestros.
El espacio se ha convertido en lugar donde la gente que se gradúa y empieza a desarrollar un material puede compartirlo allá y puede foguear y así es como cada vez hay más gente. Yo fui muchos años profesor de la ASAB y un par de años de la Javeriana, entonces uno sabe de chicos y chicas que son muy buenos y tienen un trabajo ‘bacano’, los invitamos e intentamos invitar a los colegas de la generación de uno porque hay un montón que tienen mucha trayectoria y cuando sabemos de bailarines que van a venir por vacaciones o trabajo les pedimos que vayan. Eso no tiene mucho problema, en general la danza contemporánea ahora es una danza de red y es a partir de nuestra generación que eso se volvió así.
Cuando el profesor hace una clase muy avanzada y en el grupo hay alguien que no tiene mucho conocimiento en danza ¿Cómo manejan esa situación?
Pues nunca le decimos que no a alguien que vaya, esperamos que la gente tenga conciencia de dónde está, pero eso depende de la metodología del maestro y de la trayectoria que tiene. Muchas veces lo que sucede es que se les dan opciones más sencillas para que ellos trabajen en clase o se divide por líneas, entonces están los que tienen que estudiar un poquito más y los que siguen la secuencia que el maestro propone.
También pasa mucho que el maestro ve con quien está y acomoda el material intentando que todo el mundo pueda participar. En generar eso es lo que más pasa y causa que el nivel baje, nos ajustamos pero la idea sería que pudiéramos ir más arriba, y logremos que los que tienen algo de información se exijan y puedan encontrar interesante el espacio y que los que no tienen tanta información tengan que trabajar duro y no pierdan la motivación.
¿Han tenido estudiantes que por el cambio de sede les han dicho que no pueden volver?
Pasa como todo en la vida, si hay un concierto en el Campín y alguien vive en Boza o en Chía pues de pronto es difícil. Claro el cambio es difícil, la estabilidad de la sede favorece terriblemente al proyecto, la itinerancia es espantosa, esas semanas en donde estás un par de semanas en un lugar y te toca cambiar la publicidad y todo y además la gente tiene que volver a adecuarse a los horarios o a los desplazamientos es el caos.
Pero nos parece chévere cambiar aunque no tan caóticamente como no saber dónde vamos a estar la próxima semana. Si es chévere encontrar unos puntos distintos en la ciudad porque esa itinerancia que manejamos en gente, maestros, información y espacios, tiene una resonancia que no le es ajena al proyecto. La gente va un poquito más cerca o un poquito más lejos de su casa, del trabajo y si hemos perdido gente por cambiar de sede pero a veces ganamos otros.
¿Para conseguir los espacios han tenido dificultades?
Claro ha sido brutal, ese es un tema capital acá. Empezamos en el 2014, en Danza Común, hicimos un piloto de un mes allá y después nos fuimos para el teatro Acto Latino y después fue una corredera para un lado y para otro. En 2015 nos estabilizamos y estuvimos en un sitio que se llama Dance Training y allá estuvimos un año, nos fue muy bien. En 2016, al principio del año estuvimos en un lugar que se llama Artífice Teatro y por profundas diferencias políticas con el dueño del lugar nos fuimos a La Resortera en el 7 de agosto y ahí terminamos el año pasado. Y este año estamos en La Guarida, también en el 7 de agosto, que es la sede de una compañía que se llama La Otra Danza.
El 2014 fue fuerte en ese sentido porque vamos a espacios les proponemos el proyecto, les contamos de qué se trata y cuando escuchan que no genera dinero pues lo primero que hacen es pensar que no les conviene porque necesitan pagar una serie de cosas como el arriendo o los recibos de los servicios y además nos tienen que prestar el espacio 10 horas a la semana. Algunas veces nos llegan 10 o 7 personas y como no empieza a cuadrar en las tarifas que ellos manejan nos toca irnos.
Precisamente por eso es nuestro proyecto, no queremos generar dinero, queremos tener un espacio para que la gente vaya a entrenarse lo más barato posible. Si pudiéramos hacerlo gratis lo haríamos porque la idea no es pasar el proyecto por el dinero o la ganancia, sería más fácil pero no. Es que 30 mil pesos por una semana de entrenamiento ¿dónde?, ¿dónde por Dios santísimo? Cada vez es más difícil conseguir trabajo y un bailar no se puede quedar sin entrenar solo porque no gana lo suficiente, así que el espacio también tiene como objetivo responder a las condiciones del gremio.
¿Los horarios los hacen dependiendo del lugar donde estén?
El semestre pasado empezamos con el horario de 8:30 a 10:30 y es el mismo que tenemos ahorita. Desde luego depende de la franja libre que tenga el lugar que nos hayan prestado porque hay algunos espacios que digamos hacen Yoga muy temprano. En principio el proyecto empezó funcionando de 8 a 10 y después nos movimos de 8:30 a 10:30 por el espacio, porque ellos daban un taller de entrenamiento actoral en La Resortera, que era de 7 de la mañana a 8:30, entonces no había otro chance. Además ese horario realmente no cambiaba mucho, o sea a ti te parte la mañana si o no, entonces esa media horita si le ayuda a la gente a llegar si está un poquito más lejos. Así que mantuvimos el horario pero en general sí depende.
¿No han pensado en tener una sede fija?
La realidad de la danza de este país es el espacio y quisiéramos tener una sede fija, pero el proyecto no genera dinero y no es nuestro interés hacerlo. Bajo esa óptica no tendríamos como pagarnos una sede fija. Necesitamos socios y eso es muy chévere porque estamos todo el tiempo creando comunidad y creando red de información y solidaridad en el oficio y eso es invaluable. Necesitamos que Juana, la que administra La Guarida, le guste el proyecto y se enamore de él para que nos diga “vénganse para acá.”
También nos ha pasado que nos han dicho vénganse para acá pero les pongo un mínimo semanal. En La Resortera nos pasó eso, nos dijeron “nos parece chévere apoyar la vuelta, pero tenemos que asegurar un mínimo de 100 mil pesos semanales”. Lo que quiere decir que necesitábamos al menos 7 estudiantes pagando. Nos fue muy bien y como les teníamos que dar un mínimo solamente quedaron excedentes y ha sido la única vez que pasa. El excedente se fue rápidamente en publicidad y el resto lo guardamos porque queremos hacer unas camisetas para regalárselas a los maestros que nos visitan.