“El islam no es una religión, es un estilo de vida”, Ali Karim

Martes, 27 Octubre 2015 09:21
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Dawud Ali Abdel Karim Ali-Jattab es su nombre completo, iraní de nacimiento, le cuenta a Plaza Capital cómo es la vida de un musulmán en Bogotá.

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Karim lo supo cuando la vio. Las primeras semanas de la universidad habían pasado, Ali, Abdel, Karim o cómo quieran llamarlo, llegó al salón, se sentó lejos de sus compañeros y empezó a tomar apuntes mientras escuchaba atentamente al profesor. En un momento levantó la mirada y la vio, llevaba un hijab dorado, un velo tradicional en las mujeres musulmanas, que le cubría la totalidad de su cabeza y supo que era para él. Su corazón empezó a latir rápido, ella se sentó a unos pocos puestos de distancia y las palabras no le salían de la boca.

Al terminar la clase Karim se le acercó, la invitó a un café y sin dudar un segundo le pidió que se casara con él. “Era el amor de mi vida, no podía esperar que pasara más tiempo sin que lo supiera”, dice mientras cuenta cómo después de unos segundos le dieron el sí que estaba esperando.

A partir de ahí empezaron a salir juntos, siempre acompañados de un tercero, tradición en la religión islámica, para evitar que cayeran en tentaciones. Los planes se reducían a compartir una caminata juntos, una buena comida o una conversación. Se sentaban siempre a una distancia prudente, el contacto era mínimo, Karim, tiene el recuerdo en su mente de la única caricia que le dio mientras rozaba lentamente el borde de su mano.

Pero el amor resultó imposible. Ambos pertenecían a diferentes corrientes del Islam, él al sunismo y ella al sufismo, la respuesta de sus padres fue negativa. A partir de ahí, Karim decidió cambiar de universidad, perdió contacto con ella y tuvo meses difíciles.

Este tal vez es un buen ejemplo de lo que la religión significa en la vida de Karim, quien habla de un islam que “más que una religión es un estilo de vida”.

Tomarse un café con alguien representa 40 años de amistad en el Islam. Karim va por la primera taza y asegura que es su única obsesión, especialmente el café colombiano. El día es soleado y estamos a unas pocas cuadras de la Universidad Santo Tomás donde estudia Comunicación Social y Periodismo. A Bogotá llegó cuando tenía apenas ocho años, cuando su padre recordó el país que había visitado muchos años antes y lo eligió como el mejor destino para huir de una persecución religiosa en su país. Karim aún recuerda cómo le impactó la belleza de las mujeres, el acento paisa y la bipolaridad del clima, al que todavía no le coge costumbre.

Esta mañana se levantó como siempre a las 4:30 a.m., lavó sus pies, sus manos y su cara para realizar la primera oración del día. Son cinco en total. Muchas de ellas le toca realizarlas en la universidad ante la mirada de algunos estudiantes. “A veces me preguntan qué hago tirado en el piso”, dice Karim. Con el paso del tiempo sus compañeros y profesores se han acostumbrado a sus formas de actuar y pensar. Pero no ha sido fácil.

Karim no sale a fiestas, no toma alcohol, no baila y no escucha música. Más de una vez algún amigo le ha ofrecido un “guarito”. Él ha intentado ir a un bar y ha cedido en sus creencias para no alejarse de la vida social con sus compañeros, pero tiene claro que prefiere perder a un amigo que a su fe. Asiste a la mezquita Estambul en Bogotá sin falta todos los viernes, hace el ayuno diario en el noveno mes del calendario musulmán y en pocos meses visitará Irán, aunque él desde hace tiempo se siente colombiano.

“¿Mire a esa vieja” “¿Le vio esas…?” Son el tipo de expresiones que Karim escucha de sus compañeros. En ese momento se tapa las orejas con ambas manos y hace un signo negativo con el dedo índice, hablar de las mujeres de ese modo y observar su cuerpo es pecado en el Islam. Tanto mujeres como hombres deben cubrirse la totalidad del cuerpo, excepto el rostro. Esa es tal vez la característica más reconocible de su religión, que ha llevado a que en varias ocasiones lo mire en la calle como una bomba a punto de explotar.

Ya son 16 años los que su familia lleva viviendo en Colombia y muchas cosas nunca cambian. Al acercarse a la ventana de su casa en el barrio Modelia, Karim ve pasar siempre la misma patrulla de policía, haciendo guardia específicamente al frente. Para Karim la situación de los musulmanes en Colombia ha mejorado, son aproximadamente 40.000, pero las instalaciones de su mezquita son dañadas regularmente por opositores y los estereotipos en contra de los musulmanes siguen latentes.

“Intenso”, dice Karim, cuando el mesero está por servirle el tercer café de la tarde. Lo que va a contar merece uno nuevo, tal vez dos.

Hace unos cuantos meses sufrió uno de sus momentos más difíciles. Un día normal, usando la red social Snapchat, se dio cuenta de la presencia de un video que, con imágenes suyas y de su familia, mostraba todo tipo de insultos en contra de los supuestos “musulmanes terroristas de la Universidad Santo Tomás”. Una de sus compañeras hizo el vídeo, la universidad tomó las acciones correspondientes, pero Karim no puede olvidar el incidente, especialmente porque es el único musulmán de toda la universidad.

El anterior fue el caso más grave pero ha habido otros. En su primer día de clases recuerda cómo su profesora usó el término musulmán y terrorista en una frase, Karim, levantó la mano y le explicó punto por punto las equivocaciones en las que había caído. Su profesora terminó la clase y desde ese día reconoce su error cada vez que lo ve en la universidad

Karim sueña con el día en que los musulmanes sean bien recibidos en todas partes. Con que no se confunda la religión con la cultura, con que se entienda que no todos los musulmanes son árabes y no todos los árabes son musulmanes, con que no le huyan en la calle pensando que tiene explosivos o armas debajo de su vestimenta y sobre todo, con que no reine la ignorancia y se aprenda sobre una religión que va en crecimiento en el país desde aquel día de 1940 en que llegaron los primeros musulmanes a Colombia.

Emilia Alejandra Morales Camacho