El presidente Iván Duque cerró el aeropuerto El Dorado el pasado 23 de marzo a causa de la pandemia, iniciada meses previos en Wuhan. Desde ese día, cualquier viaje comercial quedaba cancelado. Todos los colombianos que estábamos viajando en el exterior nos encontramos ante la incertidumbre de la situación. Nadie sabía realmente la magnitud que iba a tener la pandemia, por tanto, muchos no regresamos antes del cierre de fronteras.
Pero el tiempo pasó y la zozobra aumentó. Esta coyuntura me encontró en la ciudad de México, uno de los principales focos de transmisión del virus con aproximadamente 10.000 contagiados hasta la fecha. A pesar de que en México el número de contagios alcanza los 65.000 casos, allí los ciudadanos no tienen las medidas de seguridad suficientes, de hecho, la cuarentena allí ni siquiera es obligatoria. Sin embargo, pocas personas usan tapabocas y guantes en las calles. De hecho, los mercados siguen abiertos.
Esperar dos meses para regresar a Colombia
A finales de marzo me inscribí a la lista del registro consular para que me pudieran tomar en cuenta en un vuelo humanitario. Tuve que esperar casi dos meses para regresar a Colombia. Uno de los principales requisitos para poder ser beneficiario es tener la capacidad de pagar el tiquete aéreo. Sin duda, esto es lo más triste, porque los últimos colombianos que llegarán al país son los que se encuentran en mayor estado de vulnerabilidad, los que no tienen cómo pagar el vuelo.
Estuve en permanente contacto con el Consulado de Colombia en México en los últimos dos meses. Aproximadamente éramos más de 5000 colombianos en tierras manitas. En mi estadía fui beneficiaria de una ayuda humanitaria, esta consistía en un bono de 500 pesos mexicanos para comprar víveres en un supermercado de allá, lo que equivale a 100.000 pesos colombianos.
Entiendo la dificultad del Consulado para conseguir recursos, pero también creo que esta ayuda no iba a solventar la situación de personas que muy seguramente habían perdido sus trabajos o que simplemente no tenían como mantenerse en México. Se me informó que las primeras personas que serían tenidas en cuenta para el viaje serían aquellas que sufrieran de alguna enfermedad, las personas de la tercera edad y los que nos encontrábamos en condición de turistas. Nosotros, como estudiantes seríamos el segundo grupo en regresar. Cinco días antes del vuelo 'humanitario', me notificaron que al fin llegaría a mi patria.
Llegó el día de volar a Colombia
El día del viaje los sentimientos eran encontrados. Mi vuelo partió desde la Ciudad de México e hizo escala en Cancún. Éramos 250 en total: niños, ancianos e incluso mascotas; todos rumbo a nuestra tierra cafetera. Cabe aclarar que antes de abordar, no nos hicieron ninguna revisión médica. Por mi mente pasó la posibilidad de que en este vuelo hubieran personas contagiadas, pero lo importante era regresar, ya no teníamos otra alternativa. En el avión el ambiente era apocalíptico, no era mi primer vuelo, por supuesto, pero se sentía diferente; se sentía solo y triste. Todos abordamos con miedo y primaba el silencio. En Cancún, estuvimos prácticamente hacinados por hora y media hasta que ingresaron los demás pasajeros.
Desafortunadamente, las medidas de sana distancia que asegura tener la Cancillería de Colombia no son ciertas. Los pasajeros íbamos sentados uno junto al otro. No había un espacio de un asiento entre nosotros. En mi experiencia personal, yo iba sentada en la silla del medio y más de una vez estornudaron a mi lado. Claro, también hubo espacio para sentir la alegría y el júbilo de la repatriación. Cuando llegamos a aire colombiano, los sentimientos afloraron, se izó la bandera y cantamos "Colombia Tierra Querida". Debo confesar, que en estas circunstancias, se canta con más sentimiento esta melodía.
El aeropuerto de El Dorado vacío
Al llegar al aeropuerto, me impactó la imagen al verlo vacío. Llegamos aproximadamente a las 8:30 de la tarde. Éramos los únicos viajeros que hacían su arribo a esa hora. Nuestras maletas estaban ubicadas al lado de la cinta de equipaje, a un metro de distancia cada una. Pasamos a una sala especial donde nos estaba esperando Migración Colombia, llenamos una serie de papeles certificando que no traíamos síntomas relacionados con el Covid-19. Sin embargo, tampoco nos hicieron revisión médica en nuestro país y realmente es incierto si hay contagios o no. Tampoco nos tomaron la temperatura.
Trabajadores de la Secretaría de Salud tomaron nuestros datos para contactarnos en los próximos 14 días. Según nos había comentado el Consulado, la Policía Nacional nos escoltaría a nuestros hogares. Esto tampoco fue así. En buses con capacidad de 50 personas nos trasladaron a nuestras localidades. Por supuesto, en el bus no había medidas de sana distancia, lo cual también puede significar un riesgo de contagio. Ahora me encuentro en mi casa por los próximos 14 días, muchas personas que venían en ese vuelo aún deben esperar, pues no son de Bogotá. Ellos deben buscar, por su cuenta, una residencia temporal y pedir permiso a los alcaldes de sus ciudades para viajar una vez terminen la cuarentena obligatoria.
Nunca tuve una revisión médica
Llegué a las 2 de la mañana a mi casa, 12 horas de espera. Las personas que viven en localidades más lejanas seguro llegaron a las 5 de la mañana. Hasta el momento, no me ha conectado la Secretaría de Salud y dudo mucho que lo haga. Dado que nunca tuve revisión médica, como asegura el gobierno nacional que es el protocolo, ahora estoy preocupada por extremar las medidas y yo misma cuidarme, ya que no lo hizo el gobierno durante el viaje.
Lo más triste de todo, repito, es que aquellos que no tienen dinero para el viaje serán los últimos en llegar. Espero que estos vuelos no aumenten las cifras en el país. Realmente, este vuelo humanitario solo tiene de humanitario el nombre.