Esta problemática ha dejado heridas incurables en los habitantes del municipio de Ocaña, ubicado en Norte de Santander, en el corazón del Catatumbo, donde las familias se ven afectadas por el asesinato de sus nietos, hijos, sobrinos... que muchas veces lo único que las acompaña a la tumba era un solitario “estaba donde no tocaba”, crímenes hicieron parte del día a día de la comunidad. Los ocañeros relatan que las amenazas en panfletos o cadenas de Whatsapp no se han vuelto a presentar desde el año 2017, pero así mismo otros actores armados relacionados a los paramilitares como lo son La Línea, el Clan del Golfo y Los Pelusos, que son estructuras residuales creadas luego del proceso de paz con estos grupos en 2006, no han dejado de atormentar a sus residentes.
Según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica, en Colombia, entre los años 1988 y 2013 se registraron 4.928 personas asesinadas a causa de las limpiezas sociales, entre las cuales solamente en el 9% de los casos hubo amenazas previas. Los tres departamentos con más casos de limpiezas sociales son: Valle del Cauca con 857 homicidios, Antioquia con 769 y Norte de Santander con 470. Los años más críticos en cuanto a las limpiezas sociales fueron en 1992 con 481 personas asesinadas y en 2002 con 376 matanzas a lo largo del país. No obstante, al momento de calcular la tasa de exterminio social por 100.000 habitantes, Norte de Santander asciende al primer lugar, siendo así unos de los departamentos más afectados por la limpieza social. En el intento por consultar información con la Fiscalía local, esto no fue posible debido a que no se recibió ningún tipo de respuesta por parte de la entidad mencionada, hasta el día del cierre de este reportaje.
Comienzo de las 'limpiezas'
Un antropólogo, habitante del municipio, quien pidió la reserva de su identidad, relata que uno de los detonantes para hacer que Norte de Santander sea el departamento con mayor número de limpiezas sociales en el país fue el paro cívico nororiental. Ocaña fue uno de los epicentros de la movilización, en el cual se reunieron más de 120.000 campesinos de toda la región del Catatumbo. Esto se dio a raíz del abandono estatal que sufría el nororiente colombiano en aspectos como vías de acceso, educación, salud e infraestructura, como también de la falta de apoyo hacia el sector campesino de la región y el evidente descontento de la comunidad.
Como consecuencia, durante los días 7 a 13 de junio de 1987, el Estado militarizó las vías de acceso con el fin de desmotivar la manifestación y recibió el pliego de peticiones por parte de los campesinos. Entre los meses de julio y septiembre los líderes del paro fueron asesinados por grupos paramilitares. El 23 de julio de 1987, en Ocaña, asesinaron a Hernando de Jesús Sanguino Jácome profesor del Colegio Alfonso López y dirigente sindical de Asinort. Fue ultimado cuando salía del colegio por señalamientos en su contra de ser parte de la guerrilla del ELN y tener nexos con el narcotráfico. Anteriormente, Hernando de Jesús había sido amenazado junto con otros miembros del Comité Cívico de Ocaña.
Como consecuencia del auge paramilitar en los años 90, la región del Catatumbo se convirtió en un botín de guerra por parte de grupos armados como el EPL, el ELN, las FARC y las mismas AUC, en busca del control de territorio por ubicación estratégica para el narcotráfico y su acceso al país vecino, Venezuela. Las autodefensas hacían presencia en el sector con el Bloque Catatumbo, comandado por Juan Francisco Prada Márquez, alias Juancho Prada, quien entró a la provincia de Ocaña entre los años 1992 y 1993.
Paralelo a los paramilitares, existía un grupo conformado por distintas personas llamado Sociedad de Amigos de Ocaña (SAO), que fue creado en noviembre de 1985 en un reconocido club del municipio y era conformado por prestantes familias comerciantes, soldados, policías y paramilitares. La SAO era ayudada también por el F2 y el B2 quienes hacían parte de la inteligencia policial y militar con el fin de perseguir a los que ellos denominaban “Los enemigos de Ocaña” quienes eran tomados en dos grupos, por un lado los líderes de oposición, sindicalistas, líderes de izquierda en elmunicipio y, por otro, presuntos colaboradores con el narcotráfico y grupos armados.
Relatos
“Yo tenía mi casa, donde vivían mis papás y allí cerca había una estación de policía. La casa de toda la esquina de mi cuadra era de uno de los policías de la estación, en un momento empezamos a ver que mucha gente entraba en esa casa y llegaban muchas camionetas 4x4, ya no veíamos a la familia del policía por el barrio”. Así recuerda un habitante de la zona como descubrió nexos entre los policías y los paramilitares a mediados de los 90.
También relata como dos meses después de la llegada de estos sujetos “se empezaron a regar por todo el pueblo unos carteles con nombres de gente que uno conocía”. Luego de este suceso según su narración, a los dos días, en la noche empezaron a escucharse disparos. Finalmente entre las 2 o 3 de la mañana, las personas entraron a esa casa y se dio una fiesta.
En los años siguientes, las limpiezas sociales siguieron dándose en el municipio, recrudeciendo la violencia y dejando a su paso un sin número de víctimas. En muchos de estos asesinatos nunca se aclaró por parte de las autoridades, quiénes fueron los autores intelectuales y materiales. Esto debido a que entidades como la Policía, la Fiscalía y el Ejército procedían a archivar el proceso, dando como argumento que las personas eran asesinadas por “ajustes de cuentas”.
“Fue un momento muy duro en Ocaña”, así lo señala un hombre que vivió uno de los tiempos más violentos de ese municipio del Norte de Santander. El testigo cuenta que en el año 2010 los habitantes del sector sabían que cuando aparecían camionetas de lujo era porque algo malo iba a pasar. Esos mismos vehículos entregaban varios panfletos amenazantes en contra de ciertos grupos de personas, como ladrones y drogadictos “para limpiar el municipio” con la especificación del día que empezarían y la hora del toque de queda.
En dicha época los panfletos contenían nombres de personas que se conocían entre sí. “En la noche se escuchaban disparos, pero nadie salía a ver”, pues al siguiente día era normal que los habitantes del municipio encontraran cuerpos de personas asesinadas por heridas de bala y que en muchos casos no tenían ningún tipo de vinculación con las amenazas de los panfletos, “muchas personas que conozco tenían que ir a reconocer el cadáver de sus hijos, de sus padres, de sus primos, etc.”, cuenta el residente.
Panfletos con nombres llenos de amenazas
Un habitante de Ocaña, quien vivió gran parte de su vida en el sector, cuenta que durante el año 2012 se encontraban en las calles panfletos con varios nombres. “Eran más de 20 las personas amenazadas, con la explicación de que se iba a limpiar la ciudad de todos aquellos que le hacían mal. Lo mismo de siempre, no importaba si caían inocentes, pero todo se tornó más terrorífico cuando ya después amenazaron con nombres y apellidos al alcalde y dos secretarios”, señala el poblador.
A raíz de las amenazas, el testigo asegura que el municipio se reforzó con militarización y seguridad por parte de la Policía y entes del Estado, pero esto, no fue suficiente para evitar los asesinatos. “En la noche se escuchaban varios disparos y al siguiente día, en horas de la tarde, se corría la voz de quienes habían matado. Recuerdo que en esa ocasión mataron a jóvenes y a taxistas, gente que no tenía nada que ver”.
Durante los años siguientes a estos sucesos, las limpiezas sociales solo fueron aumentando con la excusa de que se habían disparado los movimientos de izquierda y la delincuencia en el municipio. No obstante, como se dijo al comienzo de este reportaje, estos crímenes han mermado hasta, por ahora, desaparecer. Pero a pesar de su disminución en los últimos tres años, los ocañeros y ocañeras siguen teniendo latente el miedo de volver a vivir esta situación, a raíz de la llegada masiva de venezolanos que actualmente viven en situación de calle.