Bajo un marco de violencia que viene desde décadas atrás, el secuestro no es más que otro instrumento de guerra en el conflicto armado colombiano. Como parte de la cruenta historia de violencia en Colombia, se llegaron a registrar más de 39.000 víctimas de secuestros entre 1970 y 2010, según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica. La época con el mayor número de secuestros fue entre 1996 y 2002 cuando se registraron 19.600 secuestros de los cuales, Clara Rojas fue una de las víctimas que ha sobrevivido para contar su experiencia.
Secuestrada en 2002 –en plena época coyuntural en la que grupos armados ilegales estaban en constante guerra con el Estado- pasa seis años muy duros privada de la libertad en la selva de El Caguán en el departamento del Caquetá, junto con Ingrid Betancourt. La vida puso a prueba a esta mujer citadina; pasó de tener una vida activa con comodidades de la gran urbe a una sentencia de sufrimiento en la selva donde a pesar de las adversidades cumplió uno de sus grandes deseos, ser madre.
Luego del fracaso del proceso de paz entre el gobierno Andrés Pastrana y las FARC, Ingrid Betancourt -candidata presidencial para aquel entonces- decide viajar a la Zona de Distensión que Pastrana había denominado como base de las negociaciones, acompañada de su ex fórmula presidencial, Clara Rojas. Dado que este territorio había sido el centro del conflicto armado durante mucho tiempo y aún se corría el riesgo de caer en manos de los grupos armados al margen de la ley, Ingrid advierte a Rojas del peligro e incluso le propone abstenerse a acompañarla.
Cuenta en ‘La voz de las víctimas: perdón, reconciliación y resiliencia’ -una Charla ciudadana que tuvo lugar en la Biblioteca Pública Puente Aranda- la reflexión acerca de su reencuentro con la libertad a nivel físico y emocional. Tras ser liberada en 2008, Clara se enfrentó a tres grandes desafíos:
Mantener una motivación por seguir adelante
“A mí lo que me mantuvo fue que siempre guardé la esperanza en la libertad”, expresa Clara Rojas haciendo énfasis en que la fuerza de pensamiento es vital para encontrar la estabilidad emocional. Aquella fuerza de pensamiento que le mantuvo la llama de la esperanza encendida estuvo siempre edificada alrededor del anhelado reencuentro con su hijo Emmanuel -cuyo padre era un exguerrillero de las FARC-. Le fue arrebatado de sus brazos durante el cautiverio cuando tenía tan solo ocho meses de nacido y pronto quedó en brazos de una familia campesina del Guaviare. “Yo guardaba la esperanza de recobrar la libertad, en la esperanza de que en algún momento me iba a reunir con mi hijito”, afirma Clara con nostalgia en su voz.
El 10 de enero de 2008 durante el gobierno de Álvaro Uribe, fue el día en que Clara Rojas recuerda haber sido parte de un operativo de rescate en un helicóptero de la Cruz Roja que le abrió las puertas a la libertad tras seis años cautiva. Pronto pasó de estar en un escenario de aislamiento donde a duras penas estaba conectada con el mundo a través de una radio, a volver a su vida activa en la ciudad. Después de varios años en la selva donde comía poco y bebía a punta de agua panela, hoy día valora aspectos tan simples de la vida como beber un jugo de naranja en las mañanas.
Otro de los motivos que la llevaron a superar esta época de sufrimiento fue la confianza en sí misma logrando querer vivir la vida a pesar de las vicisitudes. Explica que la vida no es lineal y de esta pueden salir muchos obstáculos de los cuales hay que saber levantarse. Hoy en día agradece a Dios por la fortaleza en los momentos de crisis y de esta manera aprendió a valorar cada momento de su vida.
“¡Ya me liberaron en lo físico, ya no tengo que estar encadenada allá en la selva y ahí fue momento de tomar conciencia de la libertad! Sin embargo, tenía que recuperar mi libertad emocional y el corazón…” Para ello debía enfrentarse a otro de sus más grandes desafíos, algo que aún les cuesta a muchos colombianos.
La capacidad de perdonar
Teniendo un abanico de recuerdos en su cabeza capaz de atormentarla y afligirla para todo el resto de su vida, decide poner un ideal sobre todo lo negativo que le había sucedido: brindarle a su hijo un mejor futuro y un mejor porvenir. “Sí sufrí, me hicieron un daño enorme pero no puedo vivir de eso porque entonces, ¿qué le voy a dejar a mi hijo? Va a ver una mujer renegada, amargada y nada más terrible que traspasarle esa situación a los hijos.”
Para dejar atrás la rabia y el rencor que se habían apoderado de su alma se aferró mucho a la Biblia, a Dios y a la Virgen. Asimismo, dejó atrás los recuerdos que la atormentaban y comenzó a disfrutar cada instante estando en libertad en compañía de su hijo. Para Clara no fue fácil dejar atrás el sufrimiento sin embargo lentamente fue tejiendo una vida tranquila y feliz que le proporcionase a su hijo estabilidad emocional y momentos felices a su lado.
Irse o quedarse en el país
Clara rojas detalló que lo más difícil es confrontar los miedos, sin embargo, su decisión de quedarse en el país fue indudable. Recuerda con nostalgia que en su edad de niñez cuando practicaba equitación su abuela le decía: “cuando la vuelva a botar el caballo, usted no se ponga a llorar, usted vuelve, coja el caballo y se monta otra vez”. Esta frase caló en su memoria hasta el día de hoy.
Decidió que en verdad quería a su país, ese país que la botó al suelo una vez y la golpeó muy fuerte pero que merecía otra oportunidad. Se enfocó en brindarle la oportunidad de vivir a su hijo en el bajo el entorno familiar permeado por las raíces de su país. Expresa con voz firme “yo lo que tengo que hacer es volver con mi país, hablar con la gente y volver a superar esos miedos.”
Como parte de una campaña política para el Senado en 2010 recorrió varias ciudades como Cali, Cartagena Bucaramanga, Villavicencio entre otras, dando charlas acerca de su experiencia en cautiverio el hilo conductor que la llevó a recobrar la esperanza y las ganas de volver a su vida cotidiana. Esto le permitió expresarse, plantear ideas, escuchar las necesidades de los que no tienen voz y volver a reconectarse con su país.
Clara Rojas demuestra que para un país inmerso en una historia manchada de sangre y de sufrimiento a causa del conflicto armado, el perdón y la reconciliación son determinantes para construir la paz. Motivada por el bienestar de su hijo fue capaz se cobijó en la fe y en una reflexión en sí misma que le permitió darse cuenta que para poder sanar sus heridas debía perdonar contrario a buscar venganza.
Desafortunadamente –según resultados de encuestas de Cifras y Conceptos- los colombianos se consideran más propensos a la venganza que al perdón. A pesar que la mayoría está dispuesta perdonar en los acuerdos de paz (con el fin de parar el conflicto armado); el 47% consideró que en el país somos más propensos a la venganza y el 46% al perdón.