La larga espera de una acusación

Viernes, 02 Mayo 2014 13:34
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Se está desarrollando la audiencia de los policías acusados de realizar más de 80 asaltos por 2.500 millones de pesos en la costa lleva dos días. El hijo de uno de ellos ha estado dos días casi completos en el Complejo Judicial de Paloquemao, a la espera de qué va a pasar con su padre. Esta es su historia.

Familiares de los condenados esperan que se autorice la entrada a la Sala de Audiencias||| Familiares de los condenados esperan que se autorice la entrada a la Sala de Audiencias||| Foto por: María Paula Hernández - Plaza Capital|||
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Un joven se recuesta contra la pared y apoya en ella su pierna derecha. De su hombro cuelga una mochila casi vacía, similar a la expresión de su rostro. Está cerca a la sala en la que se va a hacer la imputación de cargos a los 15 civiles y 20 policías, por la apropiación ilegal de 2.500 millones de pesos en varios municipios de la costa colombiana. El joven es el hijo de  uno de los cuatro policías retirados que fueron detenidos.

Dos grupos están a la espera de ingresar a la sala de audiencias: una decena de estudiantes de Investigación criminal y judicial y más de una docena de familiares de los acusados. El único que habla ante las cámaras de RCN es uno de los abogados defensores. El joven (cuyo nombre será omitido a petición suya) cuenta que se puso nervioso: “no me imaginé que lo iban a capturar. Fue en Sincelejo. Yo estaba con mi papá y lo fueron a buscar en la mañana”.

El joven y su madre llegaron a Bogotá hace dos días y se están hospedando en la casa de una tía, pero han pasado casi todo el tiempo en Paloquemao. Ayer salieron de la audiencia a las 11 p.m. y hoy llegaron a las 7:30 am. Desde esa hora han ido llegando los acusados, algunos con las manos esposadas, varios cubriéndose el rostro; para luego darse cuenta de que ya no hay ninguna cámara que pueda registrar su entrada.

Casi todos los implicados entran a la sala mientras hablan y se ríen con los policías de la DIJIN que los custodian. Hacia las 8:30 de la mañana, el joven y su madre se van al primer piso del centro judicial y, al regresar, la mujer habla con uno de los hombres custodiado y esposado. Es el padre del joven. Solo hasta las 9 a.m., el juez autoriza la entrada del público a la sala, pero la restringe para que solamente entren los familiares de los acusados. El grupo de estudiantes se aleja de esa sala en busca de otra en la que pueda realizar su práctica, mientras el joven entra a la audiencia.

El joven es de los pocos que se queda de pie en la parte de atrás de la sala de audiencias, pues no hay espacio suficiente en las bancas dispuestas para los acompañantes de los sindicados. De vez en cuando se acurruca y vuelve a ponerse de pie: “uno se siente raro porque yo nunca esperaba esto. Yo no me pintaba acá. O sea, conmigo es un buen papá, yo no tengo queja de él. Por eso me sorprendí cuando lo fueron a buscar”. Dice que va a estudiar Medicina en la Universidad del Atlántico, aunque en la página de los programas que oferta esa universidad no aparece ningún pregrado en esa carrera, pero que esta situación “lo cambia todo”.

En vez de estar en Sucre pasando tiempo con sus amigos y cantando vallenato, que es lo que más le gusta hacer, el joven se encuentra en Bogotá, esperando que el día de hoy no sea tan largo como el anterior y que, por tarde, salga a las 9:00 de la noche sabiendo qué va a pasar con su padre.