Los bogotanos continúan bajo el racionamiento de agua. La capital colombiana, con sus casi 8 millones de habitantes, enfrenta la peor crisis hídrica de su historia reciente, un drama que pone en tela de juicio la gestión del agua de cuatro alcaldías consecutivas, desde Petro hasta el actual mandatario Galán.
A pesar de los esfuerzos implementados por diferentes administraciones en Bogotá, la crisis hídrica que atraviesa la ciudad es una evidencia de los problemas estructurales relacionados con una infraestructura limitada y la ausencia de políticas sostenibles de ahorro y uso eficiente del agua. La capital continúa dependiendo del sistema Chingaza, una de sus principales fuentes de abastecimiento, al no haber implementado medidas suficientes para asegurar un suministro estable a largo plazo.
El 10 de septiembre de 2024, la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, advirtió: “Si llegamos a diciembre con un embalse en 22% no habrá suficiente capacidad de las reservas para sobrepasar el periodo de temporada seca hasta llegar a la temporada de lluvia”.
Según información publicada en el sitio oficial de la Alcaldía de Bogotá junto con la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EEAB), el Sistema Chingaza, fuente principal de agua potable para la capital, ha experimentado una alarmante disminución en sus niveles durante los últimos meses.
El 31 de agosto, el nivel del sistema llegó al 50% de su capacidad, marcando un punto crítico. La situación empeoró en septiembre, cuando, para el día 20 de ese mes, el nivel cayó al 45,01%. Esta rápida disminución de 5 puntos porcentuales en menos de un mes subraya la gravedad de la crisis hídrica que enfrenta la capital.
Según el último reporte de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB), para el 1 de diciembre el nivel de llenado de los embalses del Sistema de Chingaza alcanzó el 52,55% de su capacidad. Sin embargo, el consumo de agua en Bogotá y municipios cercanos aumentó considerablemente, marcando 16,50 metros cúbicos según lo reportado en esa misma fecha.
Ante esta disminución, el periodista ambiental Edwin Caicedo, quien ha cubierto temas ambientales para El Tiempo durante seis años, explica que esta crisis tiene raíces estructurales: “El agua que consume Bogotá no viene de Bogotá, no viene de la lluvia que cae en Bogotá. Dependemos de la lluvia que va hacia el llano, literalmente. El sistema Chingaza trasvasa el agua desde un régimen hídrico distinto al de la región Andina”.
La crisis hídrica de Bogotá tiene raíces que se extienden hasta el corazón de la Amazonía. Una evaluación del Acueducto de Bogotá y de la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito arrojó luz sobre esta conexión vital en 2022. Esta demostró que más de un tercio, específicamente el 35%, de la humedad que nutre el sistema Chingaza, proviene de la vasta selva amazónica.
La persistente destrucción del pulmón amazónico no solo tiene consecuencias locales, sino que su impacto se extiende por miles de kilómetros, manifestándose en la disminución de los niveles de agua en los embalses bogotanos. Este fenómeno pone de manifiesto que la conservación de la Amazonía no es solo una preocupación ambiental abstracta, sino una necesidad concreta para la supervivencia y el bienestar de millones de bogotanos.
Las señales ignoradas
Retrocedamos en el tiempo. Hace apenas unos meses, en abril de 2024, la Alcaldía de Bogotá de Carlos Fernando Galán lanzó una advertencia sobre lo que estaba sucediendo con el abastecimiento de agua. La secretaria general, Liliana Caballero, emitió una circular urgente solicitando medidas de ahorro en todas las entidades distritales. ¿Fue suficiente esta acción? Los hechos demuestran que no. El fenómeno de El Niño, que azota la región desde junio de 2023, ha sido implacable.
Caicedo explica que, aunque políticamente en Colombia se ha asumido que el país cuenta con gran acceso al agua, estos recursos no están disponibles ni distribuidos de manera eficiente. Además, señala que muchas zonas densamente pobladas, como Bogotá, enfrentan un acceso limitado al agua debido a la falta de infraestructura para transportarla.
Los errores del pasado
La cuestión que se plantea tanto en los corredores del poder como en las calles de la ciudad es: ¿Qué medidas tomaron las administraciones pasadas para evitar esta crisis?
La respuesta es tan clara como el agua que escasea: no lo suficiente. Durante años, las alertas sobre el impacto del cambio climático en los recursos hídricos de la región fueron abordadas con medidas insuficientes. La falta de inversión en infraestructura para la captación y almacenamiento de agua, así como la ausencia de políticas efectivas para la conservación de páramos y cuencas, han pasado factura.
“En ninguna de las alcaldías, al menos de las últimas tres administraciones, ha tenido un gran impacto a nivel ambiental”, señala Caicedo. “No se puede ver el régimen hídrico de Bogotá como una solución única. La solución es multicausal, que depende del Gobierno nacional, de que evitemos la deforestación, de que restauremos la Amazonia, y de que establezcamos medidas de eficiencia en el consumo.”
Según datos del Ministerio de Ambiente, desde hace tres años los niveles de los embalses del complejo Chingaza han estado bajando. La ministra Muhamad señaló en su discurso que “Cuando tienes varios años con un déficit, ya no es una situación que, al pasar un año, pueda volver a la normalidad. Ya no estamos en normalidad, es un patrón más estructural que hay que seguir estudiando, junto al cambio climático”.
- Alcaldía Gustavo Petro (2012 – 2016)
Durante la alcaldía de Gustavo Petro, se implementaron diversas medidas para proteger el suministro de agua en Bogotá como la modernización de la línea Tibitoc-Casablanca que garantiza agua potable para más de 3 millones de personas. Petro también promovió el acceso al agua y saneamiento como derechos fundamentales, cuestionando su privatización y estableciendo el mínimo vital de 6 metros cúbicos mensuales gratuitos.
Además, impulsó políticas para descontaminar el río Bogotá, proponiendo sanciones más severas para los vertimientos industriales. En ese contexto, también advirtió sobre los efectos del cambio climático en los páramos, subrayando la necesidad de una gestión eficiente del agua para evitar que la Sabana de Bogotá se convierta en un desierto.
Según Luis Alberto Cardozo, politólogo y contratista de la Alcaldía Mayor de Bogotá durante varias administraciones, la modernización de la línea Tibitoc-Casablanca fue un paso positivo, pero insuficiente para enfrentar la demanda de agua en Bogotá. La propuesta de Petro de un segundo embalse en Chingaza fue vista como una medida necesaria para asegurar la disponibilidad de agua, aunque con consecuencias ambientales complejas. “Una medida así debe ir acompañada de estrategias de reforestación en páramos y cuencas para evitar desbalances ecológicos”, explica Cardozo.
Del mismo modo, Caicedo explica que el debate sobre Chingaza II durante la administración Petro fue complejo: “Crear un segundo embalse implicaba quitarle capacidad al ecosistema de poder capturar agua, porque los páramos son como una esponja a las que le cae agua y van liberando de poquito a poquito. La discusión en su momento fue que crear ese segundo embalse implicaba también quitarle capacidad de captación de agua al ecosistema.”
- Alcaldía de Enrique Peñalosa (2016 – 2020)
Durante la alcaldía de Enrique Peñalosa, se implementaron varias acciones para preservar los cuerpos de agua en Bogotá, en especial los humedales, pues son esenciales para el sistema hídrico de la ciudad. Con una inversión de más de 16.000 millones de pesos se cerraron 428 conexiones de vertimientos ilegales que contaminaban estos ecosistemas y se inició el proceso de cierre de otras 273. En su administración, se recuperaron y limpiaron más de 130 hectáreas de espejos de agua y se retiraron 25.468 toneladas de residuos y más de 1.900 llantas.
Asimismo, según informes de esta alcaldía, se recuperaron 50.94 hectáreas en el humedal Juan Amarillo y 11 de los 15 humedales fueron reconocidos internacionalmente bajo la categoría Ramsar.
Según la EAAB, los humedales son esenciales como zonas de amortiguación en momentos de lluvias extremas, por lo que deben ser priorizados en cualquier plan de infraestructura hídrica de la ciudad.
Estas intervenciones también impulsaron la biodiversidad, con el regreso de aves y la proliferación de especies endémicas. Estas acciones buscaban garantizar la funcionalidad de los humedales, claves para evitar inundaciones en la ciudad y preservar los recursos hídricos frente a futuras crisis.
- Claudia López (2020 – 2024)
Durante la alcaldía de Claudia López, se enfrentaron críticas por la falta de acciones concretas ante la crisis hídrica que se avecinaba en Bogotá. A pesar de las advertencias del Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER) sobre la falta de precipitaciones para el primer semestre de 2024, la administración no implementó medidas efectivas para promover el ahorro de agua.
Un análisis del politólogo Cardozo sugiere que la administración de López priorizó la comunicación pública, pero perdió oportunidades de inversión en infraestructura hídrica. Según Cardozo, una estrategia más efectiva hubiera sido combinar la promoción ciudadana con incentivos de ahorro de agua y apoyo a proyectos como Chingaza II para asegurar la sostenibilidad del suministro de agua en Bogotá.
En su lugar, Claudia Lopez destinó más de 7.500 millones de pesos a la campaña publicitaria “Bogotá tiene mucho que contar” sin enfocarse en la crisis. Además, aumentó el consumo de agua en varias entidades distritales durante los primeros meses de 2024, lo que contradecía el llamado a los ciudadanos a ahorrar agua. Tampoco se avanzó en la construcción del proyecto Chingaza II, necesario para abastecer a Bogotá y su región metropolitana, que requiere cada vez más recursos hídricos debido al crecimiento poblacional. La gestión de López fue criticada por priorizar la publicidad sobre la planificación y mitigación de la crisis.
La crisis hídrica acumulada
Del mismo modo, Cardozo insiste en que cada alcaldía ha abordado el tema del agua con diferentes enfoques, pero con resultados insuficientes. Señala que, desde la alcaldía de Samuel Moreno, quien se enfocó en la recuperación del río Bogotá, su gestión se vio obstaculizada por la corrupción. Peñalosa, por su parte, inició proyectos para la ampliación de embalses y protección de páramos, pero el crecimiento urbano descontrolado contrarrestó estos esfuerzos. Gustavo Petro enfrentó limitaciones presupuestarias y políticas que impidieron una protección efectiva de las fuentes hídricas, mientras que Claudia López, a pesar de reconocer las alarmas de escasez, implementó medidas que resultaron insuficientes.
Cardozo revela una radiografía de la crisis hídrica en Bogotá, desentrañando cómo la falsa percepción de abundancia ha conducido a una cultura de desperdicio que amenaza el futuro de la capital colombiana. El politólogo expone los riesgos de un crecimiento demográfico descontrolado que supera la capacidad de una infraestructura cada vez más endeble, generando un escenario donde la escasez de agua se perfila como una bomba de tiempo social y ambiental.
La actual administración de Carlos Fernando Galán se encuentra en una encrucijada crítica, obligada a implementar medidas reactivas que intentan contrarrestar décadas de negligencia en la planificación del recurso hídrico. Según Cardozo, la falta de políticas sostenibles no es un problema reciente, sino el resultado de una mirada cortoplacista que ha caracterizado la gestión administrativa de Bogotá, donde cada gobierno parece heredar un problema más grande y complejo.
El experto enfatiza en que esta crisis no es simplemente una amenaza futura, sino una realidad presente que requiere una transformación radical en la forma en que la ciudad comprende, valora y gestiona el agua. La cultura del desperdicio, arraigada en una falsa sensación de abundancia, representa un desafío más profundo que la simple implementación de infraestructura: implica un cambio de mentalidad colectiva sobre la importancia estratégica del recurso hídrico.
Expertos en gestión del agua señalan que Bogotá pudo haber implementado estrategias más agresivas para el ahorro y la reutilización del agua. Entre ellos, Jorge Aurelio Herrera, profesor de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, ha comentado que, aunque las medidas de racionamiento son acertadas, podrían no ser suficientes para enfrentar la crisis actual.
“En Ciudad de México, que es una ciudad cuatro veces más grande que Bogotá, con una gran población que tiene también un problema serio de agua, se desarrolló un proyecto muy grande de captación de aguas lluvias, en el cual se le entregaban unos kits a las personas para que pudieran instalarlos en sus casas”, compara Caicedo, señalando alternativas que Bogotá no ha explorado suficientemente.
El alcalde Carlos Fernando Galán anunció recientemente planes para construir un sistema de abastecimiento de agua subterránea, pero ¿por qué esta medida no se tomó antes?
Ruth Quevedo, directora de la Comisión de Regulación de Agua Potable y Saneamiento (CRA), explica que las medidas reactivas, aunque necesarias, no serán suficientes sin una planificación interinstitucional.
La falta de coordinación entre las diferentes entidades gubernamentales ha sido evidente. Mientras la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) lanzaba tímidas campañas de ahorro, otras instancias del gobierno local y nacional no parecían compartir la misma urgencia.
Si cuidamos el agua, cuidamos la vida. Aprendamos a utilizar este recurso en nuestras casas. - Campaña del EAAB sobre cuidado del agua y la vida, en cuarentena, publicado por Guillermo Vallejo en Bogota.Gov
El precio de la inacción
Ahora, la ciudad se enfrenta a medidas drásticas. La Comisión de Regulación de Agua Potable y Saneamiento (CRA) anuncia castigos económicos para quienes excedan el consumo promedio. Ruth Quevedo, directora de la CRA, explica: “Se requiere un comportamiento sistemático y continuo de los usuarios”.
El periodista ambiental Caicedo advierte que desde que comenzó el racionamiento nunca se ha logrado cumplir la meta de consumo de 15 m³ por segundo, lo que, según él, refleja que la ciudadanía aún no percibe la gravedad del problema.
La CRA reveló las nuevas medidas:
- Los estratos 1 al 4 deben limitar su consumo mensual a 12 m³.
- Los estratos 5 y 6 deben limitarse a 9 m³.
- Por cada metro cúbico excedido, se cobrará el doble del costo actual.
Además, se implementarán desincentivos para las empresas prestadoras del servicio que no cumplan con las metas de reducción de pérdidas y se incluirá a los usuarios comerciales e industriales en los cobros adicionales por consumo excesivo.
La crisis de desabastecimiento de agua en Bogotá revela una cadena de inacción y políticas inadecuadas. Las advertencias sobre cambio climático fueron sistemáticamente ignoradas, llevando a la ciudad al borde de un colapso hídrico. Esta situación es un llamado urgente para implementar políticas sostenibles de gestión hídrica, conservar recursos estratégicos como la Amazonía y desarrollar infraestructura que garantice el suministro. El futuro de millones de habitantes está en riesgo, y el precio de la indiferencia es inaceptablemente alto.
La pregunta ahora es: ¿Aprenderemos la lección antes de que sea demasiado tarde? “Es un sistema hídrico complejo que tiene sus años, que va a estar cada vez más afectado por la variabilidad climática que se nos viene”, advierte Caicedo, “la ciudadanía tiene un papel muy relevante, sobre todo en lograr disminuir el consumo.”
Solo el tiempo lo dirá, pero por ahora, los bogotanos miran al cielo, esperando que las nubes traigan no solo agua, sino también la promesa de un futuro más sostenible.
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