El drama de ser adulto mayor y estar preso en las cárceles de Colombia

Martes, 04 Julio 2023 15:00
Escrito por Sofía Sánchez Díaz

Esta población sufre de peor forma las pocas garantías que ofrecen las prisiones y, al requerir condiciones diferentes por su edad, no siempre encuentran respuesta.

Menos del 5% del total de personas privadas de la libertad son adultos mayores.||| Menos del 5% del total de personas privadas de la libertad son adultos mayores.||| Julián Ríos|||
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A las 6:10 de la mañana se levantan los "residentes" del pabellón 1 de la cárcel de Cómbita, Boyacá. Es el pabellón de presos políticos. José, de 73 años, se despierta en su celda rodeado de dos hombres más, cuando solamente debería haber uno. “La gente está muy arrumada” dice, mostrando uno de sus pensamientos frecuentes de cada mañana. Molesto asegura que está preso desde 2020 por un crimen que, según él, no cometió. Prefiere no hablar del tema.

Con un tono que varía entre molestia y resignación, muestra su poco agradecimiento hacia su forma de vivir en la prisión. Dice que “ellos no lo determinan a uno porque es viejo”. Los tratan igual que al resto. “Todos sufren, pero sufren más los adultos mayores”, dice el hombre.

Viendo azul por todos lados. Así viven los presos de las cárceles en Colombia. Las 99.817 personas privadas de la libertad son cuidadas por guardias del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), en cuyos uniformes prima ese color. Aislados del mundo exterior y obligados a cumplir unas reglas que van desde qué comer hasta cómo y cuándo comunicarse con sus familias viven quienes cometieron algún crimen merecedor de perder su libertad.

Según el INPEC, en Colombia, del total de personas privadas de la libertad, tan solo el 5.4% son adultos mayores; de este porcentaje, casi un tercio supera los 69 años, lo que debería implicar una diferenciación en el trato debido a sus condiciones por la edad. Estas personas se encuentran en situación de desventaja y vulnerabilidad por las condiciones de vida que llevan en las cárceles, viviendo sus últimos años de la peor forma.

La comunicación con José no fue fácil. Hablamos por teléfono, pero por su ubicación la llamada se cortaba constantemente, muchas veces en los peores momentos, justo cuando estaba narrando las situaciones que vive como adulto mayor en la cárcel de Cómbita, uno de los dos centros penitenciarios de máxima seguridad del país. Con una voz que hace sentir la vejez, pero no una cualquiera, sino una vejez llena de tristeza, frustración y hasta resentimiento, cuenta cómo es para él realmente el sistema carcelario y penitenciario de los colombianos.

Los funcionarios del INPEC fueron abiertos cuando se les preguntó por las condiciones de vida de este grupo de la población carcelaria. Carolina Schmalbach, una de las tantas trabajadoras de escritorio de esta institución, es la encargada de todo lo relacionado con la estadía de los adultos mayores en las cárceles. Es una mujer que ronda los 50 años, de aproximadamente 1.70 de estatura, cabello corto y rizado.

Ella menciona que el reglamento es igual para todos dentro de los centros, pero se pueden presentar situaciones en las cuales se hagan excepciones por algo en específico. Una situación muy extraña, que solo el director del establecimiento tiene la capacidad de autorizar.

Carolina con una voz firme dice: “Todos los establecimientos deberían contar con un patio solo para adultos mayores, pues muchos no se aguantan con jóvenes”. De igual forma, ella misma cuenta que, aunque hay algunos centros que cuentan con patios destinados a estas personas, todavía hay ciertas cárceles que no los han implementado. El modelo de patios especiales no separa por la edad. Lo que determina, para el INPEC, si una persona entra en este grupo es el deterioro físico establecido por un concepto médico. 

A pesar esto, José dice que dentro de las cárceles realmente no hay sitios para ellos, que esos patios para los “viejos”, están llenos de gente joven, lo cual complica la convivencia para los demás. 

Se siente la incomodidad de José de tener que convivir diariamente con los problemas que traen las personas jóvenes en su pabellón. “Les gusta coger las cosas, les gusta la pelea, el cuchillo y el vicio que no falta", cuenta.

Aunque entre las letras de sus palabras se logra imaginar cómo conviven los presos de las diferentes edades, José nunca ha tenido un problema o enfrentamiento con alguien de menos edad y esto lo ha logrado al tener tatuado en su mente el no meterse con ellos y dejarlos ser.

En la sede del INPEC, ubicada en Bogotá, cerca de la calle 26, la doctora Luz Dary trabaja a la cabeza de la parte médica de los centros carcelarios y penitenciarios. Todas las personas privadas de la libertad están en el sistema social de salud y dentro de este, pueden pagar su salud y si no, entrarán en el régimen subsidiado. 

Adicionalmente, los presos cuentan dentro de los establecimientos con enfermerías que tienen la capacidad de brindarles una atención primaria. Si alguno requiere de una atención más especializada, este será trasladado –bajo todas las medidas de seguridad requeridas –a un centro hospitalario.

Según un estudio de la Universidad Externado de Colombia, la salud es el derecho más vulnerado para los adultos mayores privados de la libertad. Esta situación se presenta a pesar de la existencia del artículo 13 de la Constitución Política, el cual le atribuye al Estado la responsabilidad de la protección de los grupos discriminados o vulnerados como lo son los adultos mayores, siendo un grupo de especial protección constitucional. Aun así, estos no cuentan con un sistema de salud especial por sus condiciones generadas por la vejez.  

Aunque existen mecanismos para que los privados de la libertad se quejen por estas situaciones, el sistema no funciona tan bien. Mientras que la institución asegura la existencia de garantías en el área de la salud, José dice que el servicio del INPEC es muy “maluco” y que a ellos les toca casi rogar para que les hagan algo. 

Habla con rabia sobre aquellos adultos mayores en sillas de ruedas, cojos o sin alguna extremidad de su cuerpo, a quienes les toca valerse por sí mismos por la falta de atención que le dan a su condición. “A esos viejos deberían mandarlos a prisión domiciliaria, no deberían tenerlos acá”.

No es complicado darse cuenta de lo difícil que debe ser para aquellas personas con una discapacidad física o cognitiva vivir el día a día en las cárceles. Es el mismo reto cada mañana, tarde y noche.

Con un acento costeño muy marcado, lo cual disimula un poco la voz seria de abogado, Ernesto Gonzáles, que trabajó como defensor del pueblo, dice que los adultos mayores no tienen un régimen especial al ser juzgados, pero dentro de la parte judicial este grupo sí tiene una condición especial por estar en la última etapa de la vida.

Ernesto se refiere al artículo 27 de la ley 1142 de 2007, que trata las posibilidades para cambiar una condena por la domiciliaria, entre estas “cuando el imputado o acusado estuviera en estado grave por enfermedad, previo dictamen de médicos oficiales”, o en palabras del mismo Gonzáles, “que tenga incompatibilidad de su salud con la vida carcelaria”. 

Aunque esto da la posibilidad de que un adulto mayor sea exonerado de la privación de la libertad, también tiene condiciones, como que sea infractor primario o el delito que haya cometido. Entonces, si existe esta ley ¿Por qué hay adultos mayores con enfermedades terminales, discapacidades físicas o mentales todavía recluidos en centro penitenciarios?

José dice que no conoce a ningún adulto mayor al cual le hayan cambiado la condena a una domiciliaria. Cuando se le habla de esa posibilidad es uno de los momentos que más se siente el resentimiento en la fuerza de su voz. “No, eso es imposible, el INPEC no suelta a nadie", asegura.

Siguiendo con las críticas a la atención médica brindada por el INPEC, menciona que en las cárceles mueren adultos mayores debido a negligencias de la institución. Con indiferencia en su voz, asegura que muchas veces no los llevan al médico a tiempo o que dificultan el ingreso de los médicamente, hasta el punto de que muchos tienen que poner tutelas y derechos de petición.

Tanto la doctora Luz Dary como Carolina Schmalbach aseguran que la institución les da a los adultos mayores el tratamiento médico necesario y adecuan los espacios para facilitarles las cosas a las personas con discapacidad.

El INPEC realiza actividades con los privados de la libertad. Lastimosamente no hay programas especializados para los mayores. Muchas veces se trabaja más con los jóvenes, por las mismas dificultades que pueden tener los adultos mayores al ejecutar las actividades.

Se ha demostrado que los adultos mayores presentan un deterioro en su salud. Por esto, es necesario que sean tratados de forma diferente a los demás presos por parte de la institución. Ellos requieren una atención médica inmediata y continua, buena alimentación, facilidad para habitar en los espacios físicos y contar con un ambiente de convivencia sana.

 “Como difícil, pero bueno”, respondió José al final de la entrevista como respuesta al “Hasta luego, que tenga buen día”. Con una simple frase, sin quererlo, resumió todo lo dicho durante los minutos de conversación. Su forma de vida hacía difícil el hecho de sobrevivir.