Con tan solo 15 años Jairo recibió como regalo de cumpleaños un mono capuchino para tenerlo como mascota. Sus padres lo adquirieron en una carretera vía al Llano y posteriormente lo trasladaron a Bogotá, en donde pasó dos años bajo el cuidado de la familia. Según cuentan, la persona que les vendió el primate les ofrecía ejemplares de todo tipo de especie. “Nos ofrecieron de todo, hasta serpientes”.
Con el tiempo, el joven fue desarrollando una pasión por los animales que lo llevó a tomar conciencia sobre lo grave que es sacar a los animales silvestres de sus habitats para domesticarlos. Hoy, que cursa sexto semestre de Biología en la Universidad de La Salle, sabe los problemas de tener estos animales en estado de cautiverio.
Roco, nombre que recibió el mono por parte de la familia, se encuentra bajo el cuidado de una de las entidades ambientales de Corpoboyacá, organismo al que fue llevado después que la familia se concientizara del cuidado y las condiciones en las que debe vivir un animal de esta especie. Ellos siguen visitando a Roco cada vez que viajan a Boyacá y se alegran de compartir tiempo con él.
No todos corren con la misma suerte de Roco, la problemática del tráfico de animales silvestres se ha convertido en una de las principales afectaciones al medio ambiente y en la segunda actividad criminal más lucrativa para sus traficantes después de la droga. Diariamente las autoridades rescatan animales que han sido extraídos de su hábitat natural para ser domesticados. El pasado 13 de abril se incautaron 424 ranas venenosas en el aeropuerto El Dorado de Bogotá que iban a ser exportadas a Europa para la venta a coleccionistas de especies silvestres y venìan envueltas en rollos de papel fotográfico. De igual manera, El Idpyba tiene bajo su cuidado a 827 animales que se han intentado traficar o adquirir de manera ilegal.
Frente a esto el biólogo Andrés Quintero explica que los animales silvestres requieren una atención y un cuidado especial. Sin embargo, este no se le brinda a la mayoría de las especies que son traficadas. Las cacatúas, por ejemplo, que son aves muy inteligentes, necesitan una constante compañía y esto no se les brinda en la mayoría de los lugares a los que llegan.
El fácil acceso a la compra de especies silvestres
Adquirir este tipo de animales no requiere mayor esfuerzo, solo basta con acercarse a cualquier plaza de mercado en Bogotá. Ahí llegan animales provenientes de casi todas las regiones del país. En estos lugares se encuentran exhibidas aves, roedores y peces de todo tipo.
Es normal ver jaulas con animales siendo trasladadas de lado a lado con el fin de que los comerciantes logren llegar a un acuerdo con las personas que asisten a hacer su mercado y terminan interesándose por algún ejemplar de ave o roedor. Por ejemplo, en la Plaza del 7 de agosto se encuentran cacatúas desde $90.000 hasta $120.000 dependiendo del tamaño y el color. Igualmente se ofrecen peces que oscilan entre los $100.000 y $200.000.
Las plazas de mercado son muy ruidosas, los animales viven en medio de los gritos de los vendedores y la presión de los compradores. Estos espacios son oscuros y con calles muy angostas que facilitan que los comerciantes de fauna silvestre puedan esconderse fácilmente. Otro factor que beneficia a las personas que se dedican a vender estas especies es que en estas plazas se vende de todo, como artículos para el hogar, alimentos, pasatiempos, muebles, etc. Lo anterior sirve para que algunos negocios sean utilizados como fachada para evadir los controles de la Policía.
Los animales cuya comercialización es legal, están en su mayoría, en precarias condiciones, muchos pájaros se encontraban en una sola jaula, con muy poco espacio para moverse. Igualmente, no se les hace la limpieza adecuada. Esto sucedía con las peceras.
De igual manera, el olor en los lugares que se comercia con animales es muy fuerte. La falta de cuidado de los animales hace que emitan un hedor que podría resultar repugnante para muchas personas. En ocasiones, también es usual que el vendedor no esté presente y que se deba esperar alrededor de 10 minutos para ser atendido. Esto indica que no se le brinda una constante compañía a los animales y que no reciben una atención constante a sus necesidades.
El panorama no es muy diferente en el concurrido sector de la Avenida Caracas con calle 57 donde se encuentran varios locales comerciales en los que se ponen en venta diferentes tipos de especies. Aunque la mayoría de los vendedores se rehúsan a dar información sobre especies ilegales, existen algunos que no temen hacerles propuestas a los compradores que parezcan interesados en adquirirlas.
Pero eso no es todo, los vendedores siempre están dispuestos a conseguir algunas especies ilegales por encargo, aunque no son exhibidas ni promocionadas. A pesar de que se desconocen las circunstancias en las que están las especies que no son exhibidas, muchas son las dudas y preocupaciones que genera ver las condiciones en las que están los animales con los que se comercia libremente.
También preocupa la insensibilidad de algunos vendedores hacia los animales que comercian. Algunos ofrecen crías que no deben ser separadas de sus madres por su corta edad. Sin embargo, a los comerciantes esto no parece importarles, pues manifiestan que las entregan bajo la responsabilidad del comprador.
La gestión del Instituto de Bienestar y Protección Animal
Johana Izquierdo, bióloga y coordinadora del Área de Fauna Silvestre del Instituto de Protección y Bienestar Animal asegura que el 50% de las especies que llegan a las instalaciones del Instituto son aves. Estas usualmente llegan con lesiones, enfermedades y estresadas, a causa del maltrato que recibieron durante su tráfico.
La bióloga menciona que no sólo arriban especies nativas de Colombia, sino que también llegan animales provenientes de otros países de Latinoamérica y del resto del mundo como China, Japón y Taiwán, lugares donde el tráfico de animales es el pan de cada día.
Esta entidad tiene como objetivo el cuidado y la preservación de animales. La vocera explica el proceso desde que llegan al centro de atención hasta que son liberados.
La recuperación de estas especies es difícil, la mayoría no logra sobrevivir después de que fueron maltratados. Primero, las especies llegan al centro de fauna y son ubicadas en la zona de arribo, que es un espacio dedicado a la estabilización emocional de las mismas. Esto debido a que usualmente, después de las capturas y los decomisos realizados por la Policía Ambiental y Ecológica, los animales arriban estresados al llegar a un ambiente nuevo.
Luego de dos días, el equipo de profesionales hace su ingreso formal con el fin de realizar un examen clínico y determinar su estado de salud. Aquellos que se encuentran en peor estado de salud son puestos en cuarentena hasta que se recuperen. Una vez están en buenas condiciones se procede con la liberación en su hábitat natural, sin embargo, algunos no pueden ser liberados debido a su comportamiento o a la gravedad de sus lesiones. Las especies provenientes de otros países son ubicadas en eco parques y zoológicos de todo el país.
Para prevenir el tráfico ilegal de animales y promover la preservación de los distintos tipos de especie, la Alcaldía de Bogotá ha establecido la página web SDQS (Sistema Distrital de Quejas y Soluciones) como un canal de denuncia. En esta, el ciudadano puede crear una petición, que se puede hacer de manera anónima, y será remitido a la entidad competente. El Idpyba le solicitó a la ciudadanía denunciar cualquier caso que se conozca de maltrato o tenencia ilegal de animales.
¿Qué dice la ley por el tráfico de animales en Colombia?
La ley colombiana establece que, la explotación ilegal de fauna y flora es castigada con condenas de 48 a 108 meses de prisión, es decir, de cuatro a nueve años. De igual manera, a la persona que cometa este delito se le aplicará una multa de $28.984.060.000, el equivalente a 35000 salarios mínimos vigentes. En el caso de que la especie traficada esté en vía de extinción, la pena se incrementa de una tercera parte a la mitad.
Otro delito que es fuertemente castigado es la experimentación ilegal en animales o vegetales. La persona que incurra en este delito podría a prisión por un periodo de dos a seis años. De igual manera, podría recibir una multa de $41.400 a 165 millones de pesos.