El arte de ganarse el día a día en Bogotá

Jueves, 07 Junio 2018 20:26
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Muchos artistas venezolanos han llegado a la capital de la República para buscar una mejor calidad de vida

Todos los días se ubica en la Carrera Séptima esperando vender sus cuadros. Foto: Valentina Montenegro||| Todos los días se ubica en la Carrera Séptima esperando vender sus cuadros. Foto: Valentina Montenegro||| |||
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Despierta y parpadea seguidamente sin reconocer el techo que lo cubre. Luego la realidad lo cachetea. No está en su ciudad, no está en Caracas, no está en su hogar. Se levanta y se da una ducha, sale y ve su reflejo en el espejo del baño. El hombre moreno que le devuelve la mirada tiene aspecto cansado y desgastado a pesar de su edad poco avanzada.

Lleva un mes exacto  despertando en este inquilinato en el barrio Restrepo de Bogotá, aún no se acostumbra. Todo el entorno es nuevo para él, sin embargo se enfrenta a cada día con fuerzas para empezar la jornada pues no se puede dar el lujo de quedarse en  cama descansando.

En la casa donde duerme por las noches no le permiten estar en el día, así que después de ducharse y comer cualquier cosa sale de la pensión esperando que durante el día pueda vender algo de lo que pintó en la noche anterior.  En el bus de camino a su lugar de trabajo recuerda su vida en Venezuela, extraña trabajar como auxiliar contable y solo usar el arte como forma de recreación más no de trabajo.

La vida lo ha traído hasta esta ciudad sin mucho más que unas maletas con utensilios básicos, su ropa de cada día, y algunos recuerdos que tiene de su familia. Por ser extranjero le es necesario portar un permiso laboral para poder ejercer un empleo formal de cualquier tipo; sin embargo Jhonatan solo trae el conocimiento adquirido en su licenciatura de contaduría de la Universidad Santa María en la capital venezolana, debido a esto, le es imposible conseguir un trabajo formal. Lo único que puede hacer para ganarse lo del día, es el arte.

Después de llegar a su lugar de trabajo, un pequeño espacio de la Carrera Séptima, al lado de un negocio de comidas rápidas, vuelve a colgar los dibujos y caricaturas que no ha logrado vender. Agradece a Dios que el cielo esté despejado y no haya indicios de lluvia, pues los últimos días en la capital han sido tan grises que no le han favorecido con las ventas.

La gente presta menos atención a los vendedores que reposan en la calle cuando llueve. Después de colocar las pinturas de óleo sobre lienzo en el suelo, no le resta más que sentarse sobre la bolsa de basura que extiende en el piso para no ensuciar su ropa; y esperar a que pase algún transeúnte que se sienta atraído por su trabajo.  

Si es afortunado, una que otra persona se interesará en que él les haga una caricatura o un retrato, puesto que es lo que más se vende. A la gente le gusta que la pinten. Si tiene más suerte, podrá vender alguno de los cuadros de óleo sobre lienzo, si Dios es bueno, venderá el de las tres manzanas.

Cuando recién llegó, le comentaron que a los colombianos les gustaban las pinturas de bodegones, ahora lo duda, ya que desafortunadamente el cuadro de las tres manzanas es la obra que no ha logrado vender ni siquiera a un precio muy bajo.Después de estar todo el día bajo sol, viento o lluvia.

Jhonatan recoge sus cosas, con lo poco que recauda compra un corrientazo de 5.000 pesos, que es lo que le alcanza. Si no vende nada, se tiene que conformar con un vaso de leche y un pan para su almuerzo. Luego coge el bus de vuelta a la casa donde pasa las noches en vela pintando más cuadros que podrían gustarle a sus “clientes”.

Así finaliza su jornada. Es duro, lo único que él quiere es salir adelante, poder conseguir un trabajo que le genere más ingresos y hasta de pronto volver a su hogar en Venezuela con su familia, y poder empezar su vida de nuevo.

A pesar de todo, él no pierde la esperanza. Hay momentos en los que quiere rendirse y dejar todo atrás, en especial en un país como Colombia la población es muy odiosa con los inmigrantes venezolanos. A este país se le borra la memoria de cuando estaba en la posición venezolana y era el que necesitaba refugio en el país vecino.

Aun así, sus ganas de tener una vida más digna y justa, le dan el aliento para salir todos los días, a una ciudad donde todo pasa, a vender su talento. Él siempre ha pensado que el arte es lo más precioso para hacer, pero no lo es si su vida depende de él. Sin embargo es todo lo que tiene ahora. Unos cuantos pinceles, lienzos y pinturas, son lo que le da de vivir en estos momentos de incertidumbre.