Crónica de una muerte no anunciada

Domingo, 25 Octubre 2015 11:29
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Lea en Plaza Capital lo que le pasó a una de las 1.651 personas extranjeras habilitadas para votar en las elecciones locales este domingo.

Magali francesa||| Magali francesa||| La ciudadana Magali Boffet no pudo votar por irregularidades de la Registraduría.|||
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Magali Boffet llegó hace cinco años al país por amor. Hoy, por primera vez, iba a ejercer su derecho al voto en Colombia. Pasadas las once de la mañana, llegó a la Biblioteca Virgilio Barco, en la que su esposo era jurado de votación, empujando un coche en el cual estaban sus dos hijos: Salomé, de cinco años y David, de dos.

Magali, por el corto tiempo que lleva en el país, tiene calidad de residente pero aún no está nacionalizada. Por esto cuenta con una cédula de extranjería que, según la Ley 1070 del 2006, le permite votar en elecciones de “alcaldes Distritales y municipales, Concejos Distritales y municipales, y Juntas Administradoras Locales Distritales y municipales en todo el territorio Nacional”.

Consciente de esto, la francesa oriunda de Chaufailles, quien se considera de convicciones políticas fuertes, ingresó al lugar en el que se encontraba su mesa de votación dispuesta a cumplir con su deber. Sin embargo, a los diez minutos salió con un dejo de decepción en su rostro. Adentro le dijeron que el puesto de votación que le correspondía, el de extranjeros, quedaba en el centro comercial Gran Estación, a más de 30 cuadras de distancia.

Magali, un tanto frustrada, comenzó a buscar en su celular el correo en el que le habían notificado la inscripción de su cédula y su lugar de votación. En ese momento confirmó que efectivamente el correo indicaba que su lugar de votación era en la Biblioteca Virgilio Barco. Al notar la incoherencia de la información, decidió revisar la página de la Registraduría. Allí se encontró con otra sorpresa: en el censo electoral ella aparecía muerta.

Según la resolución 1626 del 2003 que la Registraduría citaba en su página, su cédula había sido cancelada por muerte. Después de enterarse de esto, Magali no sabía a quién acudir para denunciar esta irregularidad. En la página web de la Registraduría únicamente aparece un párrafo que cita la resolución mencionada e invita a las personas con cédula cancelada por muerte a acercarse a una sede física de la Registraduría para tomarse nuevamente las huellas dactilares y remitir el caso a la oficina de Novedades de la Dirección de Identificación de la Registraduría.

Ante su insólita situación, a Magali solo le quedó resignarse a no participar en estas elecciones. “Si uno no expresa su opinión a través del voto, se deja campo a los políticos. Cuando uno mira el porcentaje de gente que vota, se da cuenta que en realidad la persona que está en el poder no representa a la mayoría de personas. Acá se cuestiona realmente lo que es democracia”, concluyó Magali.