Parece que la cuarentena ha obligado a los humanos a verse en el espejo, y no les ha gustado lo que ven. Si bien es un problema que se encuentra en las entrañas de la sociedad, ahora parece que sus cuerpos les... ¿repugnan?
Los cambios corporales son… normales
Es inevitable que los cuerpos cambien durante la cuarentena. Las rutinas diarias fueron abruptamente interrumpidas por las medidas sanitarias y la ciudadanía no contó con mucho tiempo para adaptarse a una realidad inminente: debían encerrarse por largos periodos de tiempo, sin poder salir más que en contadas ocasiones. Con estos cambios repentinos en las vidas, los cuerpos también tuvieron que aprender a vivir en cuatro paredes y enfrentarse a ciclos diarios que antes parecían muy lejanos a las realidades propias. Los cuerpos tuvieron que cambiar porque están programados para hacerlo.
De acuerdo con la doctora Yenny Gallego, médica general, los cambios físicos más evidentes en relación con la pandemia son:
· El incremento de peso.
· La pérdida de masa muscular.
· La ganancia de grasa abdominal, así como en glúteos, brazos, muslos y zona submentoniana.
· El incremento del acné principalmente en jóvenes asociados a los cambios de la alimentación.
Además, el cuerpo también debe enfrentar situaciones relacionadas con la salud física, que llevan a su posterior transformación, como lo son:
· La pérdida de sueño.
· El incremento del apetito por comidas dulces (postres o helados) y comidas rápidas como un mecanismo contrarregulador de la ansiedad.
· El incremento de molestias gastrointestinales: gastritis, colon irritable, estreñimiento asociados a la ansiedad y al sedentarismo.
· Las molestias musculares principalmente a nivel cervical y lumbar, que obedece a las posiciones continuas y sostenidas asociadas al teletrabajo.
· El dolor articular de caderas y rodillas por la obesidad, sobrepeso y por el desacondicionamiento físico.
· La descompensación en los grupos de población que sufren de enfermedades crónicas asociada a los cambios de dieta, el incremento de peso, el sedentarismo y los cambios hormonales que se presentan asociados al estrés.
Instagram me está diciendo que debería hacer ejercicio
A principios de la cuarentena, las redes sociales estaban inundadas de personas que comenzaban retos de ejercicio y dietas “saludables”. Parecía ser el momento en el que las personas comenzarían a alimentarse saludablemente, harían actividad física todos los días y llegarían a su figura ideal. Sin embargo, los días pasaban, el encierro se volvió asfixiante y las publicaciones de “una vida saludable” también.
El 82,5% de los latinoamericanos acceden a redes sociales. La Interactive Advertising Bureau Colombia reveló que los colombianos pasaban en promedio 7,4 horas al mes en estas plataformas, sin embargo, nuevas cifras publicadas por We Are Social muestran que un colombiano promedio pasaba 3 horas y 35 minutos.
La llamada “cultura de la dieta” ha hecho que nuevos hábitos alimenticios y físicos sean introducidos en las vidas de los seres humanos. De acuerdo con un estudio publicado por la Universidad de Indonesia, este nuevo paradigma idealiza la delgadez y lleva a que las personas restrinjan su alimentación por mantenerse en el estándar y sientan desagrado por cualquier otra figura o peso que se aleje de este. Las redes sociales son un gran promotor de este tipo de concepciones.
Un estudio conducido por dos profesoras de la Universidad de Missouri que contó con la participación de 118 mujeres reveló que el uso de redes sociales, especialmente de Facebook, Instagram y Pinterest, llevaba a las participantes a preocuparse por su imagen corporal y a sentirse poco satisfechas con su cuerpo. En consecuencia, las personas eran más proclives a seguir dietas extremas que prometían a una pérdida de peso casi inmediata. El estudio concluye que las imágenes del cuerpo “ideal” (en este caso, femenino) que se difunden por medio de redes sociales llevan a que las personas tengan una percepción negativa de su propia imagen.
De la encuesta realizada para este reportaje (en la que participaron 44 personas), el 63,6% afirmó que lo que veía en las redes sociales le afectaba y el 52,3% aseguró que las redes sociales le llevaban a pensar más en su imagen corporal. De la misma manera, algunas de las personas que respondieron que sentían que su imagen corporal había sido afectada por las redes sociales señalaron que se debía en parte a imágenes de otras personas con cuerpos “normativos”, más específicamente: “estereotipos o ‘estilos de vida’ en los que uno no se siente cómodo con su cuerpo o su forma de comer”.
La doctora Paola Sabogal, nutricionista y doctoranda en Psicología, ha dicho que, al comenzar procesos con sus pacientes, les pide que hagan una “depuración de redes sociales”, pues estas tienen un efecto detonante. La doctora Sabogal apunta que estas plataformas hacen que las personas se obsesionen con su imagen, pues se comparan a sí mismas con otras personas que no conocen y son “presos de las idealizaciones” de otros cuerpos y de las dietas que estas cuentas siguen y promocionan. Sin embargo, de acuerdo con las encuestas y con la misma doctora Sabogal, las redes sociales también pueden ser un espacio en el que las personas pueden desarrollar una imagen más positiva de su cuerpo. Con el Body Positivity, un movimiento que se ha generado en redes sociales que aboga por la inclusión de los cuerpos diversos y rechaza la concepción hegemónica de los cuerpos normativos como los únicos cuerpos perfectos y bellos.
Ejemplificando lo anterior, varias personas respondieron en la encuesta realizada que las redes sociales habían abierto su concepción de los cuerpos, permitiéndoles ver más personas con las que se identificaban y ayudándoles “a aceptarse como [son]”. Asimismo, han podido encontrar contenido que “busca evitar esas barreras [asociadas con el tipo de cuerpo que debería aparecer en redes] o acabar con ellas”, lo que según los participantes, “motiva una mejoría en cómo [se ven a sí] mismos”.
Si odiamos nuestro cuerpo, ¿qué pasa con nuestras mentes?
La doctora Paola Sabogal, nutricionista y doctoranda en Psicología, dice que todo el mundo tiene, de alguna u otra manera, problemas de inseguridades con respecto a sus cuerpos. Lo que hizo la cuarentena fue explotar estas inseguridades. En tiempos de incertidumbre, se genera más estrés y ansiedad, y los seres humanos deben encontrar maneras de lidiar con estos sentimientos negativos. Una de ellas es, por supuesto, la comida. En una sociedad que está cada vez más llena de pantallas, las redes sociales son un punto esencial, pero por ser cotidianas, no significa que no tengan un efecto detonante en lo que se refiere a la percepción del sí.
La doctora Sabogal asegura que en las redes sociales no suele haber diversidad ni inclusión y se perpetúan los cuerpos llamados “normativos”: delgados, blancos, de alta estatura. Uno de los grandes problemas que también proponen estas plataformas, es que simplifican la concepción de un cuerpo “saludable”. Se tiende a pensar que la imagen corporal y el peso son grandes determinantes de esta concepción, que la salud consiste únicamente en mantener una alimentación sana y de hacer ejercicio regularmente. Para la doctora Sabogal, esto no es tan simple, pues sólo el 33% de nuestra salud está comprendido por las decisiones individuales (alimentación y actividad física), el resto está determinado por otros componentes: el estrés, los ciclos de sueño e incluso la genética.
De la misma manera, los discursos sociales mantienen que la corporalidad es signo de salud: si una persona es gorda, no es saludable; pero si una persona es flaca, entonces sí lo es. Esto es un gran determinante en la imagen que las personas tienen de sí mismas, pues para no engordar o para bajar de peso, seguirán dietas que son altamente restrictivas. Este tipo de alimentación, que recibe el nombre de “conductas alimentarias de riesgo”, está altamente normalizado por la sociedad y tiene altos índices de mortalidad. La doctora Sabogal asegura que, si bien todos estos comportamientos asociados con la alimentación y la imagen corporal no son producto de trastornos alimentarios, sí producen un alto índice de sufrimiento en la población, que tampoco tiene las herramientas para identificar lo pudiera o no ser un trastorno.
¿En qué resulta todo lo anterior?
En una constante oposición entre querer manejar los sentimientos negativos por medio de la comida y la culpabilización constante que sufre la persona por hacerlo. Al pensar que los cuerpos sólo están determinados por una pequeña fracción de lo que hacemos y al estar llenos de imágenes que sólo reproducen los mismos estereotipos que nunca se podrán alcanzar, la persona en cuarentena se llenará aún más de inseguridades. Sobre todo, dice la doctora Sabogal, porque lo que es considerado como saludable tiene muchas formas y está basado en contextos: una dieta keto (baja en carbohidratos pero alta en grasas) puede ser perfecta para una persona con diabetes tipo 2, pero nunca será recomendable para quien tiene un trastorno de la alimentación.
Cuando se le preguntó a la doctora Sabogal qué tipo de cambios podía tener el cuerpo, respondió que siempre les decía a sus pacientes que debían “aprender a aceptar la incertidumbre”. Los cuerpos cambian constantemente, pues ellos mismos tienen poderosos sistemas de autorregulación que permiten que funcionen. En ese sentido, querer controlarlos es una batalla que se perdió antes de comenzar. Lo que queda es, entonces, aprender a vivir con el cuerpo, aprender a habitarlo.