Con un cuaderno donde escribe oraciones a Dios y, mensajes de ánimo y superación, Sonia abre la conversación. Con entusiasmo y orgullo indica que sabe escribir. A ella le gusta mucho plasmar sentimiento en la escritura, le gusta desahogarse con el papel,
Sentada en un andén, en las calles de Bogotá, con un tarro de pegante en las manos listo para ser consumido en lo único en lo que pensaba Sonia era en poder calmar las ansias que tenía, como lo llaman muy a menudo en el entorno de la drogadicción y la vida de calle, de trabarse. Sin embargo, llegó un policía a preguntarle, - ¿qué está haciendo?, justo cuando este agente le hace esa pregunta ella vuelve en sí, y decidió botar a la basura ese tarro, luego agradeció al policía y se fue. Desde ese momento Sonia Cecilia Espinel no ha vuelto a consumir drogas.
Cuando tenía un año de vida quedó sola, junto con su hermano mayor, tuvo que enfrentarse al mundo sin nadie que la apoyara, pues debido a la ausencia de sus padres no hubo quien la guiara y educara, su única escuela ha sido la calle. Pasó sus primeros años de vida en hogares de paso y el Instituto colombiano de Bienestar familiar (ICBF).
Sonia se define como una persona intolerante, quien siempre está a la defensiva, pero no es para menos. Se siente amenazada por algunas personas que están a su alrededor lo que hace que tenga problemas con los demás. La razón por la cual es así es porque no la han tratado respetuosamente en toda su vida, básicamente nunca la habían dignificado como un ser humano que siente al igual que los demás.
Los primeros 10 años de su vida vivió en el ICBF, pero tuvo que escaparse debido a los maltratos y los abusos que los funcionarios de esta institución ejercían sobre ella. Lo único que podía entender, a tan corta edad, era que ella no quería vivir su vida así. Tras varios saltos de rejas para poder abandonar el lugar, justo cuando tenía 10 años fue su último intento, desde ahí ella y su hermano jamás volvieron a ese lugar.
Cuando salió del ICBF, fueron a buscar a sus padres, pero no encontraron nada, no encontraron ni un solo rastro. La soledad y falta de figuras paternalistas empezaron a permear su estado ánimo y sus ganas de vivir la vida, por lo cual buscó evitar la realidad mediante las de drogas, desde ese momento se sumió en ese infierno.
Sin embargo, un policía de 40 años fue quien llenó el corazón de Sonia cuando solo tenía 13 años, a pesar de ser él quien llevaba niñas al Cartucho para que se prostituyeran, a ella no le importaba, pues había encontrado un compañero. Con él fue con quien decidió pasar varios años de su vida. con él fue con quien tuvo tres hijos que ahora están junto con su padre, esperando a que su mamá se rehabilite y vuelva a estar con ellos.
Estuvo dos veces al filo de la muerte, Sonia contó cómo fue la primera vez fue. Cuando tenía que ir a vender una bolsa de bazuco a un taxista, debido a que ella era una de las jibaras que ayudaba a vender la droga, tuvo que ir hasta el carro de un taxista para venderle una dosis de bazuco. Ella recibió el dinero del conductor y regresó al lugar donde se encontraban los jibaros mayores para rendirles cuentas, cuando entregó la plata se dieron cuenta que había un billete falso… ahí fue cuando la agarraron del pelo y la llevaron hasta un barril lleno de agua para darle una golpiza.
La mujer dice que se salvó gracias a un jibaro que la conocía, fue él quien hizo que ella saliera de ahí con vida, lo del billete no había sido intencional, eso lo sabían muy bien. Sonia afirma que ella podrá hacer muchas cosas malas, pero jamás se atrevería a robarle a alguna persona. Según ella todos los que entraban en ese barril solo salían picados en pedacitos por lo cual ella supo que su vida y la de su hijo, que venía en camino, habían corrido con mucha suerte.
La segunda vez cuando su vida estuvo en riesgo fue porque una mujer que trabajaba en el prostíbulo del Bronx era lesbiana y se enamoró de ella. La mujer le propuso a Sonia que fueran pareja, pero, ante esta propuesta ella no accedió, pues no le gustan las mujeres, y ahí fue cuando la prostituta mandó a cinco jibaros a que le pegaran fuertemente. Desde ahí, Sonia, quedó sin dentadura y con otras afecciones en su cara.
Sonia expresó que sus peores experiencias en la vida han sido, que le hayan dañado su cara y, que su expareja les haya quitado a sus hijos. Todo lo que vivió generó catarsis en ella y desde ahí decidió cambiar su vida de adicciones, por una vida en la que pudiera estar en condiciones realmente humanas. Su sueño hoy en día es recuperar a sus hijos, y terminar los estudios que en la actualidad esta cursando en el hogar de paso.