De bailes tristes y cigarrillos en el Festival Estéreo Picnic

Lunes, 15 Abril 2019 09:38
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Con una caja de Lucky Rojo y las gafas rotas, Nicolás Correa, guitarrista de la agrupación “Nicolás y los fumadores”, habló de la importancia de participar en uno de los festivales de música más importantes del país.

Nicolás preparándose para tocar en el Festival Estéreo Picnic||| Nicolás preparándose para tocar en el Festival Estéreo Picnic||| Manuela Uribe|||
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La tarde del domingo 7 de abril estaba sorpresivamente soleada, yendo en contra de todo pronóstico sobre el clima en el campo de golf Briceño, a las afueras de Bogotá. El reloj marcaba las tres de la tarde, ya sólo quedaban 15 minutos para salir al escenario. El calor y los nervios empezaron a hacer efecto en el cuerpo de Nicolás Correa. La ansiedad le pedía que se fumara un cigarrillo antes de salir al escenario. Los latidos del corazón le retumbaban en la garganta y le temblaban las manos. No habían pasado más de 15 minutos desde que su mamá y su hermana habían ido a verlo para desearle éxitos y darle un abrazo de buena suerte.

La euforia se había apoderado de él y sentía que cada segundo se volvía una eternidad. Se cercioró de tener todo lo necesario para salir a escena: guitarra, listo. Pick, listo. Cigarrillo en la boca, listo. Todo bien, todo listo. Salieron todos a la tarima Tigo, la principal del Festival Estéreo Picnic 2019, para muchos el segundo festival más importante de Colombia después del Rock al Parque. El tiempo se detuvo por un momento y pudo observar un público enorme. Todas esas personas estaban ahí de pie, con ese calor para verlo tocar. Nicolás veía atónito y con los ojos bien abiertos una escena que sólo había visto en sueños.

Se acomodó el cigarrillo entre los labios y aseguró su guitarra. Esperó a que los demás se preparasen. Escuchó el leve sonido de los platillos de la batería de Juan Carlos Sánchez dándole la señal de inicio. Posicionó los dedos en el mástil y deslizó el pick con el acorde que abre a su canción “Paseo Submarino”. En ese momento recordó la primera vez que había tocado una guitarra.

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“Tía, yo quiero aprender a tocar guitarra”, decía Luna, su hermana menor por 6 años. Ella siempre había sido curiosa. En una travesía a la ducha del cuarto principal de su tía se topó con una guitarra llena de polvo. A Luna le duró el capricho de la guitarra unas pocas semanas, en cambio, para Nicolás fue amor a primera vista. Su tía al verlo entusiasmado intentando sacar acordes con las manos inexpertas decidió regalarle la guitarra. Con tutoriales de Youtube, videos de sus bandas favoritas y el típico prueba y error, fue que comenzó todo.

Por casualidades, Juan Carlos y Nicolás Correa se conocieron en un ensayo de Death Metal, un género que no les agradaba mucho. Ellos dos y otro amigo más empezaron a tocar juntos y decidieron darse un nombre. Así, apareció la primera agrupación formal de punk grunge, Cronopios, que se caracterizaba por guitarras distorsionadas, acordes repetitivos y la batería pesada similar al heavy metal.

“Oiga, ¿quiere ir a parchar a la casa de Nicolás y tocar un rato?”, le preguntó Juan Carlos a Santiago García, vocalista de “Nicolás y los Fumadores”, luego del último toque que harían con Cronopios. En esa reunión improvisada se conocieron Santiago, Juan Carlos, Nicolás y Felipe Velásquez (‘Pipe’) , el bajista de la banda, para formar “Nicolás Correa y los sarcófagos del ritmo”.

“Con Nicolás estábamos entusados. Estábamos en un punto en que no creíamos en las bandas. Quisimos hacer algo abierto: íbamos a ser solo Nicolás y yo y los músicos que quisieran tocar podían ir tocar e irse cuando se les diera la gana”, dice Juan Carlos.

Santiago y ‘Pipe’ participaron del primer concierto de la agrupación y se terminaron quedando. “Fue amor a primera vista”, dice Santiago. “Nos tocó cuadrarnos, ya llevábamos mucho saliendo.” Así, con una banda configurada nació “Santiago García y los Pantalones Elegantes”.

Por razones familiares Nicolás debía dejar Colombia e irse a vivir con la familia de su padre a Canadá.  Él, ante la noticia, empezó a componer canciones todos los días. Una vez Juan Carlos, quien se había ido un tiempo para México, volvió a Colombia, la agrupación de los pantalones elegantes se renovaría para darle paso a Nicolás y los Fumadores en el 2016.

 

Nicolás lleva más de 10 años en el mundo de la música. Cortesía: Nicolás Correa.

—"Ya no se cuantos cigarrillos me he fumado hoy" 

El cuarto pequeño hacía ya bastante tiempo se había adaptado en un improvisado estudio. Entre botellas vacías de Vive 100, pedales y cables enredados que apenas y dejaban espacio para caminar, Nicolás y los Fumadores ensayaban para prepararse antes de participar del Festival Estéreo Picnic. La guitarra de Nicolás se mezclaba con la voz de Santiago en la canción “Bailando Triste”, que relata una vivencia de uno de sus miembros en una de las peores fiestas de su vida. Llevaban desde casi las 9 de la mañana ensayando sin parar, apenas dando los espacios justos para comer, fumarse un cigarrillo e ir al baño.

—“Pagué 20 ‘lucas’, y estoy bailando solo...”

Aún para Nicolás y para los demás miembros era increíble el hecho de que estaban a tan solo algunos días de presentarse en el segundo festival de música más importante del país. De imprevisto, Philippe Siegenthaler, de la empresa Páramo, encargada del Festival Estéreo Picnic, fue a verlos a un toque que tenían. La banda no tenía ni idea que ese tipo, que para ellos era un cualquiera, estaba esperando para ver si valían la pena para participar en la décima edición del FEP. “Como él está acostumbrado a que lo conozcan esperaba que le regaláramos una camiseta. Nos emputamos resto y al final terminamos vendiéndosela más cara”, cuenta Juan Carlos entre risas.

“Cuando supimos quién era él, pensamos que la habíamos re cagado”, dijo Santiago. Ahí se plantearon que habían dos opciones después de ese episodio. La primera, que nunca jamás en la vida los llamarían y los vetarían de cualquier posibilidad de eventos grandes o que les fuera demasiado bien. “Y pues, aquí estamos”, dice Nicolás encendiendo otro cigarrillo mientras los demás miembros se ríen.

Ya se había oscurecido y el reloj marcaba las 8:30 p.m. Empezaron a sonar los últimos acordes de la canción. Lo divertido de los ensayos es que ese espacio del final de las canciones era de Nicolás, para dejarse llevar por la música y disfrutar su momento de ser la voz de la canción sin cantar absolutamente una sola palabra. El último desliz del pic marcó el silencio.

—“Yo no sé con qué apagar esta sed, ya no hay aguapanela con limón en el congelador”

El retumbar de la batería en el cuarto de ensayo era la señal de Nicolás para empezar con su pequeño solo de la nueva canción, “Verano”, que relata el martirio de un bogotano cuando va a tierra caliente. Sentía los dedos con los que agarraba su pick completamente entumecidos y ya le dolía el cuello de cargar la guitarra por tanto tiempo. Pero valía la pena. 

—La retribución de todo el esfuerzo que hacemos es tocar en vivo. Así no nos paguen o nos paguen muy poquito—, comenta ‘Pipe’.

—Sin embargo, es mejor si nos pagan—, dice Nicolás y todos empiezan a reírse.

Tocar en el Festival Estéreo Picnic era una conquista para la banda. Para ellos aún era absurdo pensar que, a menos de un año del lanzamiento de su primer disco, “Como Pez en el Hielo”, ya fueran a presentarse en un escenario tan importante. “Nosotros fuimos al Estéreo el año pasado a ver a Mac DeMarco, una de nuestras influencias musicales y le tiramos discos. Un pensamiento que me surgía al ver esa tarima era que algún día íbamos a tocar en ese escenario. Y, un año después, nos estábamos preparando para tocar no en el mediano sino en el escenario principal. Es bien absurdo”, comenta Juan Carlos.

—“Y yo, que me quejaba del frío bogotano hoy me estoy muriendo de verano” 

Los últimos repiques de la canción “El Verano” se fundían con el sonar del bajo de Pipe. Nicolás desconectó el plug de su guitarra y “bzzzzzzzz”, hizo que los demás miembros entrecerraran los ojos. Él ya estaba más que acostumbrado a ese sonido de distorsión que le daba la satisfacción de haber hecho un buen trabajo.

Nicolás bajó saltando de dos en dos las escaleras de la casa donde siempre ensayaban. Aún con las gafas rotas puestas se apresuró a sacar de la nevera su confiable Vive 100. Se sentó en el patio de la casa y de manera casi automática sacó su cajetilla de Lucky Rojo. Con el encendedor en una mano y el Vive 100 en la otra, prendió el cigarrillo, le dio una calada profunda y tomó un sorbo de energizante. El humo azulado le cubrió todo el rostro y le impregnó las gafas con un lente cuarteado a la mitad.

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"Nicolás y los fumadores" fueron los teloneros de la banda Zoé en el 2018. Cortesía: Nicolás Correa.

Mientras avanzaba el concierto el sol había empezado a bajar considerablemente y las nubes empezaban a cubrir el cielo. Nicolás se acomodó un Lucky Rojo en la boca, lo prendió y empezó a tocar el inicio de “El Verano”. El cielo se despejó y empezó a hacer calor. Le pareció hasta curioso que, en ese preciso momento, saliera el sol. Aún para él era increíble ver a más de 600 personas reunidas allí para verlo tocar. Luego de tocar en cuanto ‘chuzo’ les saliera, con públicos de no más de 100 personas, ahora estaba allí parado en la tarima más importante el Festival Estéreo Picnic con un mar de personas que levantaban sus brazos y se movían al son de su guitarra.

“Qué gonorrea que haya venido tanta gente”, dijo Juan Carlos mientras el público gritaba eufórico porque tocaran otra canción. Mientras tocaba “Bailando Triste” a Nicolás todavía le temblaban las manos. Sabía que a lo largo del concierto la había embarrado un par de veces, pero parecía que sólo él lo había notado. Al ver a todas esas personas cantando sus canciones pensaba en todas las veces que le dijeron que la música no lo iba a llevar a ningún lado, quién pensaría que eso que no le daría “ni mierda”, como muchas veces le cuestionaron , lo había llevado hasta allí. Con los últimos repiques de la guitarra de Nicolás dieron por terminado el concierto. El silencio no alcanzó a tomarse el escenario, gritos y aplausos se hicieron sentir. Pasaron cerca de 5 minutos y el público seguía felicitándolos.

Salieron del escenario y aún en shock por lo que acababan de vivir sacaron la cajetilla de cigarrillos y cada uno de los miembros de la banda tomó uno. Entre el sudor, el humo asfixiante del cigarrillo y unas Coronas bien frías empezaron a comentar entre ellos la experiencia que acababan de vivir. “Quisiera hacer esto todos y cada uno de los días de mi vida”, dice Nicolás, con un poco de sudor en el rostro y una sonrisa.