En un principio, Daniela Pinzón conoció el Islam por un cliente del negocio de su madre: “Él venía y nos contaba de qué se trataba su religión y a mí me parecía interesante” cuenta. Nacida en Bogotá, Daniela estudió en un colegio católico el cual, irónicamente, la hizo alejarse de esta religión y explorar nuevas opciones. De este modo, Daniela empezó a ir regularmente a una de las mezquitas que más creyentes acoge en la ciudad de Bogotá: la mezquita Al Reza. Este centro de oración, ubicada al lado del principal estadio de fútbol de la capital: El Campín, fue fundada recientemente, y hace parte de los más de diez centros de oración islámicos que imparten la religión islámica en la ciudad.
Daniela empezó a acudir cada jueves a Al Reza, puesto que, el jueves, por las doctrinas de la religión, es el día de más concurrencia. De esta forma, Daniela y su madre se unieron a los rezos de los más de mil feligreses, los cuales, eran guiados por el padre de una familia iraní, compuesta por dos hijos y dos hijas más la madre, todos musulmanes. Cada rezo, era dictado en árabe, independientemente del idioma que hablases, y en dirección a la Meca (Mezquita original y más importante). Para el final del rezo, toda la comunidad convidaba pan y té. Sin embargo, esto no bastaba para que Daniela y su madre fueran consideradas parte de esta comunidad, puesto que, los mayores cambios que tenían que hacer todavía hacían falta.
“Mi madre fue la primera que terminó rechazando la idea de transformarse a esta religión, le parecía que las condiciones que teníamos, como mujeres, eran exageradas” contó Daniela. Y es que desde la cultura occidental se suele tener una concepción de la mujer musulmana como una mujer oprimida. Sin embargo, algunas de las mujeres musulmanes que se hallaban en Al Reza, le contaron que “no es opresión sino respeto y disciplina” y que, por ejemplo, el hiyab, velo que usan las mujeres en la cabeza, “es para tapar el cabello que se considera una joya”. Más allá del uso del hiyab, lo que más impresionó a Daniela era la ubicación de las mujeres en la Mezquita. Mientras que los hombres se ubicaban en la parte delantera de la Mezquita, las mujeres se ubicaban en la parte posterior, sin embargo, las mujeres aseguraban que esto “era para que los hombres no nos irrespeten y se concentren en la oración”.
Daniela fue aprendiendo los rezos y costumbres, sin embargo, algunas de sus dudas también empezaron a salir a flote “Tengo que admitirlo, me preocupaba un poco no tener las mismas oportunidades que otras personas por ser parte de esta religión” dijo Daniela. En concreto, le preocupaba que la disgregaran laboralmente o que le llegaran a hacer algún tipo de daño físico o emocional por su participación en la comunidad islámica. Según un creyente de otra de las mezquitas de la capital: Abou Bakr Alsiddiq, “la segregación es casi nula y, aun así, entre las mezquitas tenemos una comunidad fuerte y amplia”. Adicional a lo anterior, a Daniela le preocupaba el tema del matrimonio, puesto que, al ser mujer en esta religión, el matrimonio joven y arreglado era el pan de cada día.
Al terminar la experiencia, Daniela decidió no ser partícipe de esta comunidad. Sin embargo, esto no representó ningún problema dentro de los miembros de la mezquita de Al Reza. De igual modo, Plaza Capital contactó a dos mezquitas más dispuestas a compartir sus creencias con cualquier interesado en esta cultura, que antes de juzgar se debería conocer.