Marcela Hincapié, directora del grupo Angie Báquiro asegura que la risa es el mejor remedio para la enfermedad, es por eso que cree en el poder curativo de la sonrisa. En esta ocasión, Plaza Capital acompañó al grupo Angie Báquiros en la ronda de visitas al pabellón infantil del Hospital San Ignacio.
En el extenso pasillo reposan las imágenes del pato Donald, Blancanieves, Mickey Mouse y Aladino, las paredes están pintadas de un azul claro. Este parece ser el mundo de Disney, solo que esta vez los niños se encuentran en una habitación impávida. En medio del silencio propio de un hospital, un grupo de estudiantes de medicina disfrazados de payasos y dotados de toda clase de juegos parecen aniquilar la sonoridad triste del lugar.
Natalia Peña, Isabella Lince y Juan Pablo Bejarano son estudiantes de Medicina e integrantes del grupo. Cada viernes se reúnen en la sala de pediatría para motivar a los pequeños pacientes. Ahora, el propósito del grupo es hacer reír a los niños hasta que se les alivie su dolor. Producir sonrisas a través del juego es la principal meta. Para Juan Pablo, la experiencia con los niños es gratificante: "visitarlos y establecer contacto con ellos desde el primer momento es lo mejor que me ha pasado. Ayudamos a cambiar su ambiente y sobre todo incidimos en el bienestar de los niños".
Al principio del pasillo esta la habitación 101 que le corresponde a Luciana Vargas Cobo, una niña de 3 años que padece de Psoriasis, un tipo de alergia que hace que la piel se ponga roja y escamosa. Lucina a pesar de su corta edad conoce las vocales y los números del 1 al 20, su color preferido es el rosado y le fascina el jugo de lulo. A la habitación entran Juan Pablo y Natalia, cada uno porta un saco color transparente en el que se logra visibilizar juegos y pelotas de colores.
Natalia con un saludo afectuoso le pregunta si quiere jugar lotería. Luciana con la plenitud de su inocencia le dice que sí. Entonces, empezó el juego, Juan Pablo un integrante del grupo, saca de la bolsa unas fichas con dibujos de animales y la coloca sobre una mesa azul vibrante. Entre todos empiezan a encajar las piezas. En medio del apogeo del juego los integrantes del grupo logran sacarle más de una carcajada a Luciana.
Sin embargo, Juan Pablo con voz sapiencial le aconseja repetir a la pequeña paciente: "Si no lo piensas no existe". Luciana parece olvidar el furor de la alergia en el momento del juego. Ahora, le hace falta la caratula de un león para completar y ganar la ronda, la busca entre las fichas faltantes, en el colorido del piso, en el saco de los juguetes, pero no lo encuentra. No obstante, la genialidad de Luciana trasciende las fronteras de la imaginación y decide en un recorte de papel dibujar la cabeza de un león para completar el juego.
Ante la decisión de Luciana, Natalia y Juan Pablo no hacen más que declararla como la ganadora del juego. El premio es un rompecabezas de princesas. En este caso, el poder curativo de la risa y la compañía de un grupo de jóvenes aliviano la esperanza de Luciana de que en pocos días estará en su casa rodeada de Valentina y Pinky, sus muñecas preferidas a las que consciente y regaña en medio del interminable juego de ser niño. Lograr sonrisa en la vida de un niño es nuestra principal motivación. La risa de Luciana confirma nuestro propósito, rememora, Natalia Peña, integrante del grupo.