Abriendo las puertas de Gatos y Blues

Jueves, 30 Noviembre 2017 17:49
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Tomar una taza de café orgánico acompañado de gatos, es una experiencia novedosa que propone Andrea Echeverri creadora del primer cat café de Bogotá.

Gatos y Blues, es el primer cat café de Bogotá. Fotos: Pablo Morales|||||||| Gatos y Blues, es el primer cat café de Bogotá. Fotos: Pablo Morales|||||||| Fotos: Pablo Morales|Pablo Morales|Pablo Morales|Pablo Morales|Pablo Morales|Pablo Morales|||
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Justo al entrar, en letra azul sobre el cristal, hay un letrero que dicta “No digas WOW di MIAW”. Sentada en una de las sillas del café, la propietaria y creadora del primer cat café de Bogotá, Andrea Echeverri, habla sobre cómo nació la idea de traer este concepto originario de Taiwán al país, “hace un par de años en un viaje a Europa descubrimos con mi esposo que existían los cafés de gatos, pero eran con cita y nos quedamos con las ganas”.

Sin embargo, al regresar del viaje, un cambio laboral favoreció la creación del negocio. “Yo soy escritora, docente e investigadora. Me redujeron horas en la universidad”, comenta. Por esta razón, la pareja se cuestionó acerca de sus ingresos. “Empecé a tener tiempo libre. Le dije a mi marido que iba a poner un café de gatos y me dediqué a investigar, a realizar estudios de mercado, y así fue como nació Gatos y Blues”, comenta Echeverri al recordar los orígenes del café.

El concepto de cat café es desconocido no solo para el público colombiano, sino a su vez para el Estado. Por lo tanto, a la hora de crear el lugar, entidades gubernamentales eran escépticas ante la idea, sin comprender que este era un proyecto ya exitoso en diversos países asiáticos, europeos e incluso americanos. “No existe legislación aún al respecto para la solicitud específica de permisos”, puntualiza Andrea, refiriéndose a los requerimientos puntuales sobre un negocio tan particular. “La Secretaría de Salud sí nos cuestionó pero nosotros cumplimos todas las normas de la reglamentación”, aclara.

Aunque existe una reglamentación en la ciudad de Bogotá en referencia a los establecimientos pet friendly tal y como plantea Echeverri esto es un eufemismo pues son en su mayoría exclusivamente dog friendly. De igual manera existe una diferencia entre un establecimiento animal friendly y el concepto de un cat café  “un cat café no es un lugar donde traer animales, es un lugar donde estar con los animales siendo sensaciones totalmente distintas. Esto es algo terapéutico, desestresante y absolutamente entretenido”, plantea Andrea en relación a este concepto.

El café no solo cumple las reglas sanitarias impuestas regularmente por la Secretaría de Salud. Por ser un proyecto innovador y sin precedentes, tienen altos estándares de higiene. La zona en donde permanecen los gatos, llamada Gatolandia, está separada de las mesas por un vidrio templado con lamina de seguridad. Además, se exige la desinfección constante a la hora de ingresar y abandonar el lugar en donde están los animales.

Aparte de la desinfección, para ingresar a Gatolandia el cliente debe cumplir con un manual de once reglas. Entre ellas está tomar fotografías sin flash, acercarse con suavidad para prevenir que los animales responden de manera defensiva y, de ser alérgico, permanecer afuera y observar a los gatos desde el lugar denominado “el mirador”, donde se tiene una vista de Gatolandia ideal.

Andrea comenta que ha habido grandes retos para iniciar con este proyecto, pero  principalmente está el hecho de no tener experiencia en el campo, aparte de haber sido mesera mientras vivía en Londres en su juventud. Aun así está decidida y emocionada con lo que ha creado. “El café ha tenido mucho éxito. Cuando lo planteamos, no dijimos ´vamos a hacer una súper empresa’, pero ahora, viendo la acogida que tiene, eso nos hace plantear la idea de crecer”, explica.

“Cuando se dividen las personas, hay personas de gatos y hay personas de perros. A mí siempre me gustaron los gatos, pero mi mamá nunca quiso tener mascotas. Después viví sola, luego en Europa y volví. Más tarde tuve a mi bebé y nunca llegaba el momento para tener un gato. Ya cuando mi hijo empezó a crecer era momento de tener uno, pero siempre fue algo muy intuitivo”, es lo que cometa Echeverri al hablar sobre su amor por estos animales.

Andrea plantea que todo trabajador del café no hace parte del equipo solo por un contrato, sino que también deben amar a los gatos. En esencia, el lugar es ideal para un amante de los animales en general, aunque el cliente ideal definido por Echeverri es el amante de sí mismo, aquel que ama la buena comida, la buena música, el medio ambiente y un poco de paz.

En Gatos y Blues no suena ninguna canción de moda, ningún hit, solo se escucha blues, jazz y bossa nova. La comida es de preparación artesanal. El pan, por ejemplo, lo hace una pareja que tiene una microempresa que se llama El Grano, sin levadura y con harinas orgánicas. El té de origen lo importa una chica que hace mezclas especiales, creando un producto de excelente calidad y hecho a mano. La fruta es de la mejor calidad, gracias a un proveedor pequeño. Y el café viene de la Sierra Nevada, de una asociación de campesinos e indígenas que se acogen a programas de sustitución de cultivo, es orgánico, delicioso e incomparable. Todo el mobiliario está hecho en materiales reciclables, amigables con el planeta y el tiempo con los gatos permite a los clientes desestresarse y pasar un momento de calidad consigo mismos.

Este cat café es, en síntesis, la unión de fuerzas de muchas personas que trabajan por sus proyectos personales. Este es el caso de una red de animalistas amigos de la creadora del café quienes se dedican a rescatar gatos de zonas vulnerables. “Nosotros buscamos que los gatitos sean verdaderamente vulnerados, que vengan de Usme, Soacha o del campo, donde los tratan tan mal, que vengan realmente de zonas donde hay sobrepoblación felina, abandono y maltrato”, comenta Echeverri sobre los gatos de adopción del lugar.  

“Puedes tocarnos, jugar con nosotros, dejar que nos subamos a tu regazo, consentirnos, incluso acariciarnos si estamos dormidos, pero por favor no nos despiertes, nos fuerces a estar contigo ni a permanecer en tus brazos. Si nos agarras a la fuerza podremos reaccionar mal, por favor respeta nuestro espacio”, reza una de las reglas del establecimiento. La entrada a Gatolandia pide una contribución económica voluntaria, con la cual se apoyan los tratamientos veterinarios de los gatos del café. Un expresso doble cuesta 5 mil y un brownie 4 mil. En suma, por menos de 10 mil pesos, los visitantes a Gatos y Blues, pueden pasar una tarde de buena comida e interacción con animales en el primer cat café de Bogotá.