“Es una película difícil de seguir, porque no siempre es claro que hace parte de la realidad y que es parte de un sueño. ¿Cree que fue buena idea confundir así a la audiencia?”. Unos jóvenes periodistas, escondidos detrás de la cámara le preguntan a Satoshi Kon, tras el lanzamiento de su película Perfect Blue (1997), en la que debutó como director.
Mira fijamente hacia al frente mientras le preguntan, y busca con sus manos un paquete de cigarrillos y el encendedor. Saca uno y lo prende, llenando de humo el espacio entre él y sus entrevistadores, dentro del estudio donde trabaja dibujando. Se da un par de caladas antes de responder: “Creo que hicimos bien en poner a la audiencia a dudar y a usar su imaginación, en vez de darles toda la información”.
Lleva el reloj pulsera en la mitad del antebrazo, tiene la correa pequeña y delgada de un cuero color caramelo. Se lo acomoda, subiéndolo más a lo largo de su brazo mientras habla. Sus mmmms y aaaaes antes de responder cada pregunta se ven acentuados por su acomodar un reloj que no mira ni revisa, pero que se le desliza por el brazo.
Perfect Blue trata sobre el tránsito de una cantante de música pop hacia convertirse en una actriz, mientras se da cuenta que está siendo perseguida por algún fanático que insiste en irrumpir en la vida privada de la protagonista. En la paranoia que ella siente por esta situación, los límites entre la realidad y lo que ella imagina como parte de su realidad se difuminan.
Maitreyee y Manisha Mishra, comunicadoras sociales de la India, defienden que el trabajo de Kon se acerca al realismo mágico que Gabriel García Márquez hizo tan famoso, pues las imágenes que crea en conjunto con las narraciones que las acompañan juegan constantemente a dotar de una magia situaciones cotidianas. Como el cuerpo sin vida que flotaba por el rio Magdalena en el cuento El ahogado más hermoso del mundo, es una situación inimaginable, pero parte de la realidad. Mima, la protagonista de Perfect Blue, peleando contra si misma, quitándole la vida a una ella que está fuera de su cuerpo es una escena que angustia, pero hace parte de aquello que como audiencia nunca podemos terminar de confirmar si se trata de un recuerdo imaginado o de una situación que realmente ocurrió.
Sin tener un guión terminado, ya se embarcaba en la tarea de crear el storyboard de toda la película
“No intenté hacer películas difíciles de entender, sólo las iba creando sin menospreciar la imaginación de la audiencia”, dice defendiendo la capacidad de los demás de poder apreciar una creación que no cerrará en un final claro.
Ha sido tan imponente su obra, que ha sido fuente de inspiración para aclamados directores de occidente. Darren Aronofsky dice abiertamente que en su película Requiem for a dream (2000) toma la escena del baño de Mima como inspiración directa. Posteriormente, la obra de Arronofsky Black Swan (2010) toma situaciones exploradas en la obra debut de Satoshi Kon. La película Inception (2010), de Christopher Nolan, toma conceptos y escenas directamente de la película de Kon del año 2006, Paprika. Es curioso, o más probablemente se trate de un homenaje, que en el año en el que murió el director japonés de cáncer pancreático se hubiesen producido dos películas que exploraban los temas axiales de la obra de Satoshi Kon.
“Cuando sabes el final, tiendes a dibujar todo queriendo llegar al clímax, intentando que lo demás no sea muy complicado, pero con esta [Paprika], quise intentar un método distinto”, explica en un video documental sobre la creación de la película. Sin tener un guión terminado, ya se embarcaba en la tarea de crear el storyboard de toda la película. En el caso de Paprika, Kon se estaba inspirando en una novela que integraba el mundo onírico con la realidad, escrita por Yasutaka Tsutsui, y en el esfuerzo de hacerle justicia explica que “quería darle una historia sólida, que en la complejidad de las imágenes no se perdiera la historia, porque si no la película habría sido un fracaso”. Por un lado, buscaba experimentar con como iba dibujando y animando las escenas, mientras se exigía no perder de lado la historia.
“A veces una fecha de entrega me exprime una gran idea de la cabeza”, dice mientras cierra el guión terminado de Paprika, en el documental The Making of Paprika, con el reto de terminar el storyboard y la animación de la película entera. Lleva un cigarrillo entre los dedos índice y del medio de su mano derecha, olvidando encenderlo mientras se pregunta como terminará este proyecto. Esta sería su última obra terminada antes de morir, en agosto del 2010.
Lidiar con diferentes vidas, privadas y públicas
Como las mariposas amarillas que seguían a Mauricio Babilonia en Cien años de soledad, le siguen a Kon las historias que piden de su audiencia imaginar finales fuera de lo que regalan las imágenes móviles de este pintor convertido en director de cine animado. Constantes dudas sobre como el ser humano lidia con tener distintas vidas, privadas o públicas. En Perfect Blue lo hace a través de la relación con el mundo digital de los fanáticos de Mima y la forma en la que ella se percibe a sí misma, en Paprika la relación con el mundo “real” y el mundo onírico también hacen que la protagonista, la Dra. Chiba, desarrolle dos partes de su personalidad que encajen en cada uno de esos mundos.
Satoshi Kon, en su corta obra de cuatro películas y una serie de trece episodios, creaba mundos en donde más que crear límites temporales y espaciales en donde dos elementos se combinaban, hacía de esos todos los distintos mundos que habita el ser humano, virtual o físico, real o imaginado, parte de una misma percepción. Pues sus personajes no son buenos ni malos, paranoicos o cuerdos, sino que se mantienen en el delicado vaivén entre ambos estados, en los que la realidad no es que la vemos con los sentidos, sino la que entendemos con la percepción.