Un día con un reportero gráfico

Miércoles, 22 Febrero 2017 16:12
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Hector Fabio lleva más de 14 años trabajando como periodista gráfico de El Tiempo. Su profesión esta llena de imprevistos y contra tiempos.

Hector Fabio Zamora en las instalaciones de El Tiempo mientras edita algunas fotografías|||| Hector Fabio Zamora en las instalaciones de El Tiempo mientras edita algunas fotografías|||| ||||
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La reportería gráfica es un trabajo de grandes carreras e imprevistos. Héctor Fabio ha trabajado en esto por más de 14 años. En su recorrido ha podido conocer a diario mundos fascinantes y experiencias dentro de su labor.

Siempre he pensado que un periodista tiene uno de los trabajos más emocionantes e inciertos de la vida. Que detrás del resultado de un escrito o producto audiovisual se encuentra un mundo de historias fascinantes, y aún más si están detrás del obturador.

Estoy a pocas horas de reunirme con un maestro, pero esta vez no vengo a apreciar sus enseñanzas ni lecciones de vida, sino a conocer su trabajo en el mundo fotográfico. Quiero descubrir si un reportero gráfico tiene un trabajo emocionante o solo es uno más sin emoción que se hace por dinero.

Después de unos minutos en el concurrido puente de la estación de Transmilenio El Tiempo, aparece un hombre de tamaño medio con tez bronceada y ojos grandes. En su rostro refleja una personalidad paciente y tranquila. Trae puesto un pantalón café, una camisa de cuadros y unos zapatos de cuero. En el cuello porta un carné que dice Héctor Fabio y abajo, periodista gráfico de El Tiempo. Me sonríe y me pregunta cómo me encuentro en esta calurosa tarde. Me invita a que lo acompañe al edificio del periódico que se encuentra justo al lado de la calle 26.

Son las 2:00 de la tarde y a mi lado está un edificio pictórico de color café. De lejos se puede observar un amplio parqueadero donde se divisa algunas furgonetas de City Tv. En la recepción me entregan un pase de visitante, con el que siento emoción de pensar que este podría ser uno de mis tantos lugares de trabajo. Caminamos hacia un casillero donde Héctor Fabio guarda siempre los equipos fotográficos que han ido actualizándose por más de 14 años que lleva en el periódico. Al abrirlo, veo dos cámaras negras, y al lado de ellas, un par de lentes grandes. Él me explica que se trata de un 17/40 que le funciona para tomar fotos con mejor enfoque y un 70 /200 que sirve para lograr imágenes panorámicas.

Llegamos a unas oficinas, divididas en pequeños cubículos de vidrio esmerilado. Algunos de estos puestos se ven desordenados, he de suponer que se debe al trajín diario a los que se exponen los periodistas. Héctor Fabio me ofrece una silla, mientras él va reunirse con su director para saber cuál es su primera labor del día.

En mi mente rondan muchos de los temas que podría hacer, quizás ir a tomar fotos de algún político o deportista importante, o cubrir alguna noticia del momento. Cuando sale, me dice que vamos a ir a la Revista Don Juan para una sesión fotográfica con unos empresarios.

Son las 2:30, y él sale en un carro blanco que el periódico alquila por horas para sus reporteros. Cómo es frecuente, sintoniza Caracol Radio para permanecer informado si llega a pasar algo, o dado el caso poder llamar al periódico para “arrancar al lugar de la noticia” como dice él con gracia. También está muy pendiente del movimiento en las redes sociales, para ver si alguien reporta algún suceso fuera de lo normal. Mientras tanto pasamos el tiempo de tráfico con un par de anécdotas sobre su vida como periodista. Los relatos van desde tristes historias, como la foto que hizo de una víctima antes de morir en el terremoto de Armenia en 1999, o la vez que casi lo deja un helicóptero por despertarse tarde, debido a un clásico trancón de cobijas. También me cuenta que su horario va de dos de la tarde a diez de la noche, siempre y cuando no haya un evento importante para cubrir.

Después de un largo recorrido llegamos a una casa que temporalmente ha sido transformada como estudio fotográfico. Héctor Fabio saca diferentes luces que se usan dependiendo del personaje y de lo que el productor de Don Juan quiera para la revista. En este momento se genera un espacio de esparcimiento de ideas. Se mueven las cámaras de un lado para el otro buscando la mejor toma, las luces se vuelven un adorno más para el joven empresario que luce confundido ante tanto movimiento. El fondo es modificado una y otra vez para mirar que tipo de diafragma se va usar. Ahora si veo la importancia de la tabla de obturación que se enseña para usar una cámara, de la cual nos hablaba tantas veces como profesor. Porque cada imagen requiere de un buen conocimiento fotográfico, para que así la imagen no salga distorsionada, ni con mucha luz.

Tras dos largas horas, Héctor recibe una llamada sobre una protesta en la carretera que de Bogotá conecta a Villavicencio. Prepara una cámara más pequeña para en tal caso tener facilidad para movilizarse entre los manifestantes. Dentro del carro sigue al tanto de las noticias más importantes de los medios, mientras piensa qué fotografías podría sacar cuando llegue. Para nuestra (mi) suerte en este recorrido dentro de la vida de un reportero gráfico, la famosa protesta termina siendo mentira, así que todas las ideas que pude haber puesto de Héctor Fabio fotografiando a las personas enardecidas, queda en nada.

Desanimados y un poco molestos nos dirigimos nuevamente al periódico para la edición de las fotografías. El trayecto se hace más denso por el flujo de carros en la hora pico, pero me siento a gusto de saber que el trabajo periodístico también tiene estas dificultades. Cuando llegamos al periódico, Héctor Fabio ya tiene preseleccionadas las fotos de la revista Don Juan para editar. Sin embargo, yo por cuestión de tiempo y obligaciones universitarias no lo puedo acompañar.

Una foto más…

En la Plaza de Bolívar, a pocas cuadras de mi universidad, me encuentro nuevamente con Héctor Fabio. Esta vez trae consigo un lente gigante que mantiene hacia el cielo. Él no me ve y continúa apuntando hacia la montaña, mientras camina de esquina a esquina con su cámara. Para un momento y con afán, se aproxima a saludarme y sigue en su misión de fotografiar quién sabe qué. Después de tantos pasos me dice que tiene el ángulo perfecto, yo aun no comprendo cuál es su intención, pero sigo atento a sus reacciones. Finalmente, escucho una ráfaga de disparos que terminan con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Su idea era lograr que la Luna quedará detrás de la cúpula de la iglesia de Monserrate, mientras veía el vuelo de una paloma. Según me dice, el diario no solo exige cubrimientos de noticias y otros trabajos, sino que también es importante las propuestas propias que se tengan como fotógrafo.

Salimos juntos hacia la estación de Universidades para ir nuevamente al periódico. Una vez más mi suerte me juega mal. Héctor Fabio tiene que ir de inmediato al aeropuerto de Guaymaral porque dos helicópteros “Bambi” de las fuerzas militares intentarán apagar un incendio que hay a la altura de Tabio (Cundinamarca). Era claro que yo no era parte de sus planes, pues por políticas del periódico nadie fuera del mismo, lo podría acompañar. Con esto pude entender que en este tipo de trabajos nunca se sabe con qué se puede enfrentar diariamente.

Mi rostro reflejaba tristeza e impotencia, pues era un día más en el que no conocí muy poco del trabajo de un reportero gráfico. Pero no todo terminaba ahí, Héctor Fabio tenía que cubrir el partido de Millonarios contra Atlético Paranaense en El Campín, por la clasificación a la segunda fase de la Copa Libertadores. Así que me invitó a estar tras bambalinas del imponente escenario. Aunque el cuadro embajador no me causa gran emoción, sí me parecía fascinante el poder entrar al estadio de forma diferente y apreciar la reportería gráfica una vez más.

Al llegar al estadio Héctor Fabio me esperaba con un chaleco naranja. Al ver la gramilla desde abajo, vi un estadio lleno gritando a una voz que Millonarios lograra la victoria. Me ubique atrás de la cancha, mientras veía como el resto de reporteros se hacían en las esquinas para divisar el juego. Debo aceptar que los “albi azules” hicieron un gran partido frente al jogo bonito de Paranaense, y merecieron la victoria. Al momento de la tanda de penales veía como Héctor Fabio, se hacía en las partes laterales de los arcos para tomar fotos. Cuando el equipo brasileño acertó el último penalti, fue el momento en que Héctor Fabio apuntó hacia los jugadores de Millonarios que se encontraban arrodillados.

Después de finalizar el encuentro, Héctor Fabio me acompañó por un taxi. Y ahí sí finalizó mi recorrido en esta profesión de tantas carreras e imprevistos. Donde en serio nunca se sabe que pueda pasar.