Abbey Road, como el de los Beatles, está escrito en letras amarillas sobre fondo negro. Así se llama la tienda de música de don Antonio, o de don Toño, para aquellos que le han comprado sonidos desde 1976, cuando en vez del local, tenía una de esas casetas blancas en la calle 19.
En una época en la que el Streaming está de moda, don Antonio mantiene su negocio para aquellos que aprecian el trabajo del artista y de la industria: “los formales”, como él mismo los llama. No le echa toda la culpa a la tecnología, pues él mismo admite que es una herramienta de consulta “para tomar la decisión de comprar o no el original”.
La Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI) hizo un informe en 2015 diciendo que Colombia es el tercer país de Latinoamérica que más compra música digital, pues hubo un incremento del 94,9 % con respecto al 2014, mientras que las ventas de CDs y vinilos se mantuvieron ligeramente por debajo de este porcentaje. Es decir que, suponiendo que lo que dice don Antonio sea verdad, en Colombia se escucha música digital, pero también gusta mucho tener el físico.
Las grandes tiendas de disco como Prodiscos, que luego pasó a ser Tower Records, o la Rumbita han de desaparecido del país. Aún sobreviven algunas marcas como Tango Discos, o puede suceder que grandes almacenes tengan un pequeño espacio dedicado a la música, como el Éxito o la Panamericana. La tienda de don Antonio, sin embargo, es pequeña y acogedora. Ha sobrevivido no solo al cambio de la industria musical, sino a los cambios de gobiernos de la ciudad, que una vez quitaron las casetas de la 19 y les ofrecieron a los vendedores de discos reubicarlos. Hoy, Don Antonio tiene su local en el Omni, el edificio azul que queda en la esquina de la Calle 19 con Carrera octava. Se mantiene porque no solamente ofrece música comercial, sino que intenta darles gusto a todos sus clientes, incluso con artistas que pocos conocen.
Al entrar se ve que no hay ninguna pared libre de música, ni siquiera el suelo, pues hay un tapete, haciéndole honor a la tienda, con las caras de los cuatro de Liverpool observando fijamente a cada cliente que entra.
Le preguntan por Soda Stereo. Algún “formal” quiere Canción Animal.
A la derecha hay una ventana que da a la calle, pero en ella reposan cientos de discos que miran hacia afuera, esperando atraer a algún curioso, a alguien que quiera, por ejemplo, algún disco de B.B. King o de Transit of Venus. Arriba, hay imágenes que nos recuerdan que estamos en Abbey Road. Lennon Vigila desde un cuadro que está debajo de una estantería con un gran libro de Green Day, con mercancía, con cachuchas. Todo hace referencia a la música.
Detrás de la vitrina donde atiende don Antonio hay discos. Vemos una puerta secreta, que da a un cuarto pequeño donde hay más discos. Discos, discos, discos. Tocadiscos, don Toño vende tocadiscos que se encuentran colocados perfectamente uno sobre el otro y se siente entusiasta con el resurgimiento de los vinilos porque se les ha dado el lugar que les corresponde. Uno de ellos, el de la cima, cuesta 350 mil pesos, porque lee todos los formatos, en especial 78 rpm, los antiguos discos de gramófono. “Se le ha dado el lugar que le corresponde a un producto de 120 años, que ha estado en al menos, tres generaciones”, agrega con una sonrisa. Hay que tener en cuenta que esta es la segunda resurrección del vinilo, pues la primera fue a principios de los años noventas enmarcada en el surgimiento de la música dance.
Aunque según Nielsen, una empresa investigadora de Estados Unidos, lo que el público busca más actualmente es Rock, ya sea porque los nuevos lanzamientos se producen directamente en este formato, o porque hay relanzamientos de antiguos álbumes. El Abbey Road de don Toño tiene, tanto discos viejos que la gente le ha vendido como discos nuevos de artistas que quieren apostar por este formato.
Llega alguien a recoger un disco negro de Tego Calderón. Curiosamente, quiere vender un CD del mismo artista que la novia le regaló.
Esta tienda también es mercancía: el mundo perfecto para los coleccionistas de música y de todo lo que derive de ella. Arriba hay repisas que a lo largo de toda la tienda exponen camisetas de Metallica, Ramones, Tool, Iron Maiden, entre otros. Hay juguetes del cuarteto más famoso de Inglaterra y pocillos de los Stones, que últimamente están de moda. En la esquina, entre tantos productos, se asoma un ventilador que refresca el pequeño y abarrotado local.
Don Antonio saca un disco de los Yetis, el de los 40 esenciales del festival de Ancón, y un karaoke de Mariachis.
Entra un joven que había estado el día anterior a vender discos que ya no escucha. Don Antonio trabaja con todos los géneros y todos los formatos. Le gusta vender y ofrecer música, desde que tiene memoria, por tradición familiar, ya que su hermana tenía, hace mucho tiempo, un negocio de cassetes grabados en la 19. Comenzaron ofreciendo cosas del catálogo nacional, pero luego empezaron a importar música extranjera, en un principio porque ellos deseaban tener esos trabajos y luego porque varios clientes se los comenzaron a pedir. El muchacho saca muchos discos, entre los que se encuentran Ricardo Arjona y Mecano. Don Antonio acepta a los clásicos y a los contemporáneos, a los comerciales y a los independientes, una buena representación de cada género. Todo es a petición del público.
Le preguntan por el último disco de The Mills. No está en la tienda, así que don Toño llama a Andrea, la manager del grupo, para averiguarlo y ver cuándo lo puede llevar.
A la izquierda de la tienda hay un computador sobre una vitrina, que el ayudante de don Antonio, Yeremy, usa para mostrar a los clientes diferentes productos que pueden importar. Están buscando discos de los chicos malos de Boston, Aerosmith. Arriba hay más CDs y juguetes coleccionables de los Beatles. Se ven cachuchas con nombres de bandas. Guns n’ Roses y Exploited se asoman entre las gorras. También hay libros, como por ejemplo de Kiss, un grupo que también tiene mucha presencia en la tienda, pues por ahí se puede ver la máscara del Starchild o cuerdas para colgar el celular con los rayos del grupo de Nueva York.
Finalmente, atrás de donde nos encontramos, o a la entrada de la tienda, depende de cómo se vea, hay muchas cajas llenas de vinilos. A primera vista está uno del Grupo Niche. Don Antonio vende de todo y sabe mucho y si no conoce, averigua para estar siempre al tanto de lo que quiera su clientela. Subiendo la mirada, se ve toda la discografía de los Beatles en CDs, cada uno puesto al lado del otro en orden cronológico de sus lanzamientos. “Es el grupo insignia”, sí, de la tienda y de la vida de don Antonio, quien fue al concierto de Paul McCartney y de Ringo Starr en Bogotá. Él empezó la colección desde los inicios de la banda y sus clientes también tuvieron la inquietud de conocer a los ingleses gracias a lo que les mostraba don Toño.
Encima de la puerta, en una esquina, hay un cuadro de la más famosa fotografía de los cuatro de Liverpool. Atraviesan el Abbey Road de Londres y por alguna razón, parece que salieran para atravesar el Abbey Road de don Antonio.
@RisaMalefica10