La salud mental cada vez es un tema menos tabú. Cada día es más fácil hablar de trastornos como la depresión, ansiedad, bipolaridad, esquizofrenia, entre otros. La incidencia de estas enfermedades depende de varios factores que no podemos controlar fácilmente, como la genética, que influye en la posibilidad de desarrollarlas. Otros factores que inciden en la aparición de trastornos como la ansiedad y depresión son la nutrición y el estrés. Muchas instituciones educativas implementan protocolos de salud para mitigar y prevenir la aparición de síntomas relacionados con enfermedades mentales. En este reportaje de datos analizamos los protocolos que tienen diferentes universidades de Bogotá para manejar estos fenómenos.
La vigilancia a los problemas de salud mental en las universidades ha adquirido importancia ante los casos de suicidios de estudiantes, como el de Johnnier David Coronado, de la Universidad Javeriana. Coronado se quitó la vida en las instalaciones de la institución en septiembre del año pasado, avivando el debate sobre la atención a la salud mental en las entidades educativas.
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Según el Estudio Nacional de Salud Mental de Colombia y un reporte del Ministerio de Salud del 2019, se estima que un 40% de la población del país sufre o sufrirá de un trastorno mental. Estos incluyen patologías como la depresión, ansiedad, pensamientos sobre el suicidio, entre otros. El panorama del cuidado de la salud mental en las universidades es delicado. De acuerdo con cifras del Ministerio de Salud, entre 2009 y 2018, el diagnóstico de depresión para jóvenes entre 16 y 24 años ha incrementado en un 798%, es decir que, en promedio, ha crecido un 88% cada año. Según explica el psiquiatra Otto Silgado, durante la época universitaria “se transita una crisis vital propia de la edad, si le sumamos el poco tiempo para actividades ocupacionales, lúdicas y recreativas”. Siendo así, se trata de una población en estado vulnerable, que debe ser tratada para “manejo de síntomas y cargas emocionales”.
Los protocolos de cuidado y atención a los problemas de salud mental hacen referencia, entonces, a las líneas de acción de las universidades para abordar esta situación. Olga Lucía Paredes, psicóloga y docente de la Universidad Militar y la Konrad Lorenz, explica que la importancia de estos protocolos es que “generan una guía, una acción y una ruta importante para que todos los involucrados en el caso sepan a dónde derivar cada una de las situaciones ocurridas con los estudiantes”. Según esta psicóloga, los protocolos pueden ser de dos tipos: de cuidado de la salud mental a nivel de prevención primaria o a nivel de prevención secundaria o terciaria. El primer tipo hace referencia a las estrategias institucionales para proporcionar bienestar al estudiante, antes de ocurrir algún inconveniente con la salud mental. Por otra parte, la prevención secundaria y terciaria se presenta una vez suceda o se detecte un problema de este tipo. Esta situación requiere un manejo de protocolos más exactos, en condición total de confidencialidad.
Cuando estos no existen, hay más probabilidades de que el proceso se dificulte, ya que no hay claridad sobre qué persona debe estar a cargo de cada etapa o a quién se debe dirigir el estudiante cuando presenta una crisis. En caso de que los protocolos sí existan pero que sean poco claros o conocidos por la comunidad, “hay más probabilidades de que haya una repercusión negativa para el estudiante afectado, porque entonces tiene que repetir su caso más veces de las necesarias, sin una resolución adecuada”, afirma Paredes.
Con relación al caso particular de la Konrad Lorenz, por ejemplo, la docente afirma que la institución cuenta con un servicio de asesoría psicológica, en donde los mismos estudiantes de la Facultad de Psicología atienden los casos, con la supervisión de un docente de la misma facultad. Si bien los protocolos son conocidos a la perfección por quienes se encargan de los casos, estos no son socializados al resto de la comunidad educativa. “Esto hace que se cometan muchos errores involuntarios a la hora de manejar los casos, porque, por ejemplo, no se sabe a quién remitir al estudiante o qué proceso manejar”, explica Paredes.
Otro de los problemas que se presentan al ejecutar estos protocolos, según la doctora Paredes, es que haya “desconocimiento de otros diagnósticos y terapias adecuadas para el caso”, siendo estudiantes los que atienden las consultas. “Muchas veces, sucede que entonces no tienen claro cuáles son los trámites burocráticos, referidos a si se debe derivar a este estudiante a alguna IPS o EPS o algún otro centro de urgencia”, en caso de que se presente una crisis por trastorno mental. Con relación a las otras universidades consultadas para el reportaje, tres de cada cuatro (74%) afirmó contar con este tipo de protocolos, 14% dijo no tenerlos y 12% no contestó a la pregunta. Las instituciones que no contestaron se contactaron por medios virtuales (correo electrónico, chats en línea y redes sociales) a lo largo de dos semanas, y durante una tercera semana por medio de la línea de atención telefónica. Sin embargo, no dieron respuesta.
Aunque la mayoría de las universidades afirman que tienen protocolos para el cuidado y atención a los problemas de salud mental, no todos cumplen con las características de un protocolo, según lo que explica Olga Lucía Paredes. En ese sentido, varias de las instituciones cuentan con iniciativas que le apuntan a mejorar el cuidado a la salud mental de los estudiantes, pero que no necesariamente son rutas de procedimientos altamente organizadas e institucionalizadas.
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Todas las instituciones que no cuentan con protocolos de este tipo son privadas. Una de ellas, la Fundación Universitaria Cafam, afirmó estar trabajando para el establecimiento de una línea amiga y campañas de concientización sobre los problemas mentales. A mediano plazo, también buscarán que la crisis de salud mental sea cubierta por el seguro estudiantil. Mientras que instituciones como la EAN, la Universidad Nacional, la Universidad de América o la Universidad Central mencionan explícitamente qué tipo de protocolos diferenciados tienen para abordar esta problemática, la mayoría de las instituciones únicamente delinea en términos generales las estrategias u objetivos con los que cuenta. Entre estos, se encuentran las líneas amigas, la presencia de profesionales especializados en el tema, consejerías emocionales o campañas de bienestar.
Por otra parte, la Universidad Nacional, la Universidad de la Sabana y la Universidad Piloto fueron las únicas que mencionaron que las citas de asesoría psicológica ante estos problemas tienen un costo para el estudiante.
La perspectiva de los estudiantes
Una estudiante de la Javeriana, que prefirió reservar su nombre, buscó el servicio de atención psicológica, buscando un acompañamiento en salud mental. Dijo que, para pedir la cita, tuvo que ir personalmente a un lugar poco frecuentado y conocido por estudiantes, en el edificio de Rectoría. Allí preguntó por la Oficina de ayuda psicológica. Le agendaron la cita para dos semanas después. La consulta le pareció muy básica, ya que se centró en “temas relacionados con el estrés en el estudio, tareas, trabajos y el contexto universitario”.
Las próximas veces que volvió, el especialista que la atendía era diferente y entonces sintió que no se pudo “mantener un hilo conductor terapéutico”. Asimismo, el seguimiento es responsabilidad completa del estudiante, ya que, si no se pide una cita, se pierde el vínculo con la asesoría psicológica de la universidad. Dice que tampoco encontró alguna forma de pedir una consulta urgente con facilidad.
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En la Universidad del Rosario varios estudiantes calificaron la atención recibida como ‘buena’, sin embargo, deja mucho por desear. Estudiantes de esta Universidad, que también prefirieron reservar su identidad, expresaron que conseguir una cita es fácil, aunque el tiempo de espera puede ser de una a dos semanas. Dos estudiantes destacaron que creen que el servicio es bueno para los casos de crisis, ya que existe una atención inmediata y un seguimiento. Sin embargo, afirmaron que creen que el servicio de la universidad es más momentáneo y “no se enfoca tanto en buscar una solución de raíz”. Otro estudiante, también del Rosario, destacó que su experiencia ha sido muy positiva, ya que ha habido seguimiento y continuidad, siente que lo ha ayudado bastante. Por otra parte, otros dos estudiantes, de la misma Universidad, expresaron que no sintieron que la atención les ayudara y que después de esta no hubo seguimiento o pregunta de por qué no volvieron.
De la Universidad Nacional, un alumno afirmó que el servicio es muy completo, ya que “en principio tienes la cita con psicólogo, normal, pero cuando las situaciones son más graves, tienen servicio de psicoterapia y psiquiatría”. Asimismo, aseguró que se hace un seguimiento continuo, porque después de la primera cita agendan las seis siguientes.
¿De qué se trata la salud mental?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Está relacionada con la prevención de trastornos mentales, como la depresión, ansiedad, bipolaridad, pensamientos suicidas, entre otros.
Según Édgar Correa, psicólogo clínico, un paciente debe ser remitido a psiquiatría, en vez de psicología, cuando necesita fármacos para sobrellevar, por ejemplo, “alteraciones de la realidad o consciencia” o episodios depresivos fuertes. El acompañamiento en psicología en estos casos, entonces, es complementario y se presenta a manera de terapia.
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En Colombia, la situación de la atención psiquiátrica enfrenta grandes problemas, como la falta de subespecialistas, los tiempos de atención reducidos y la carencia de suficientes profesionales en el campo. Según datos de la OMS, en los países latinoamericanos, hay cerca de 10.000 pacientes por cada psiquiatra. Esto dificulta los tiempos de atención, así como la calidad del servicio.
Precisamente, por esta situación es que el psiquiatra Otto Silgado afirma que, en teoría, el cuidado a la salud mental es accesible a todos, “pero no siempre es oportuno y de calidad”. Según Silgado, el que la mayoría de las universidades presten un servicio gratuito de atención para la salud mental de sus estudiantes es “necesario para aliviar el sistema de salud y poder generar espacios de promoción y prevención de enfermedades mentales”.
El rol de las universidades está, entonces, en prestar este servicio responsablemente, ya que incurrir en errores evitables puede “incrementar el estigma contra la salud mental”, explica el psiquiatra. Olga Lucía Paredes concuerda con esto y reafirma que son los protocolos claros los que ayudan a que la universidad preste un servicio responsable. Esto, explica Paredes, ya que van a “prevenir mayores incidencias en los casos ya presentados de salud mental”, al ayudar a identificar rutas de acción efectivas.