Son las nueve de la mañana y Oscar Acosta, más conocido como Pirañinsky, se levanta después de una larga, pero al parecer divertida, noche de trabajo en su bar. Casi a las 10 de la mañana, se arregla un poco, agarra un cigarrillo, contesta la llamada acostado en su cama y se dispone con un gran ánimo a relatar los emotivos y, a veces confusos, pasajes de su vida.
Tiene unas gafas grandes y tatuajes coloridos en sus brazos y en los costados de su cabeza que poseen forma de grandes e imponentes animales como serpientes, que se dejan entre ver dentro de un peinado una gran cresta en el medio y un rapado en los extremos laterales que parece salido de los años 80. “Es casi como un Bukowski Colombiano”, menciona su editorial.
¿El comienzo?
Mientras agarra de la mesa al lado de su cama su segundo cigarrillo, comienza a hablar de su familia. Es hijo de un profesor de bachillerato y una maestra de primaria. Su crianza se inició en la ciudad de Pereira y terminó de crecer en Ibagué. Recuerda su infancia como una etapa feliz con amigos y risas, pero algo pasaba de fondo. Su risa constantemente se vio opacada por un extraño comportamiento que emergió desde una corta edad; Oscar de forma intermitente se convertió en una persona rebelde y agresiva en exceso. Esto lo llevaba a peleas y enfrentamientos con quien se encontrara en su camino.
- Uno pensaría que él es una persona agresiva por su aspecto, pero la verdad es que es todo lo contrario. Es amable, responsable, ordenado y muy buen amigo. -Mencionó Armando Rico, amigo, compañero y compañero de piso de Pirañinsky desde la Universidad
Le diagnosticaron depresión congénita, una condición que lo acompañaría durante toda su vida. Aun así, y a pesar de los obstáculos, creció en un ambiente familiar que “lo hacía sentir bien”. Parece que ha normalizado su condición, ya que lo menciona sin hacer ningún cambio en su actitud. Su voz se mantiene firme. Al ser el hermano del medio “era el hijo de las vueltas”. Lo mandaban a la hacer cualquier "vuelta" que fuese necesaria para la casa. Dentro de esas inmensas esperas y largas filas, descubrió una de sus salidas a la depresión: la lectura.
Un escritor pero publicista
A pesar de que uno pensaría que Oscar comenzaría a estudiar letras, literatura o algo que tuviera que ver con su pasión por la lectura, fue muy diferente. Tomó rumbo a Manizales para estudiar publicidad, al estar maravillado con los comerciales de la televisión de los años 80.
Después de casi 20 minutos de entrevista, su firme y amigable tono que lo caracteriza, cambia repentinamente. Toma una pausa de al menos 30 segundos, mira hacia un lado, inhala fuertemente el cigarrillo y luego bota el humo lentamente. Esto sucede ya que se acuerda de su decisión de homologar materias persiguiendo el amor de una mujer. Después de un año estudiando en la pequeña ciudad, se trasladó a la gran y oscura capital. Allí volvió a empezar, pero al año el cual convivió y creyó vivir el amor, se daría cuenta de su error. La mujer con la cual pensó que haría su vida en una nueva ciudad, resultó embarazada fruto de una infidelidad.
“Eso ha sido uno de los bajones más hijueputas que he tenido”. Solo, triste y con una constante sensación de amargura, debió continuar sus estudios de publicidad. Recuerda esto con tristeza y tal vez de algún modo rabia. Al terminar este relato fue fácil notar que este es el único momento en donde se escucha un lejano quebranto y carraspeo en su voz.
Unos meses después, descubrió que realmente eso de la publicidad no era para él. A pesar de que le inspiraba aprender cosas nuevas, no lo llenaba del todo. Todo concluyó en que Pirañinsky tuvo que volver a Ibagué, para buscar algo nuevo que estudiar. A pesar del dolor, sus escritos empezarían a transformarse hasta convertirse en relatos oscuros y sucios, que marcarían su característico estilo en el futuro.
El despertar de una pasión: su primer acercamiento a la literatura
Después de volver a Ibagué, comenzó a construir su propia casa desde cero, que hoy en día es el lugar en donde se encuentra hablando desde su cama y viviendo hace tiempo. Ya en Ibagué a eso de los años 90, estudió otro de sus grandes intereses: la cocina. Mientras tanto, su tiempo libre lo pasaba entre bares, dedicándose a aprender sobre música y de la gente con la que se encontraba. En uno de estos establecimientos solía llegar temprano, se tomaba un café, leía, y escribía textos de literatura. Esto llamaba la atención de las personas que frecuentaban el lugar.
Se formó un “parche” para hacer un café literario, y entre varios amigos surgió la idea de crear una revista para exponer los escritos individuales y hacer, una ventana al mundo. Así surge la revista Praxis, como una forma de práctica de varios interesados por la literatura.
Se publicaron tres ediciones durante tres meses. Y se podía notar el interés, ya que varias personas de la ciudad empezaron a enviar sus textos a la revista confiando en que se los corrigieran y se los aprobaran.
A pesar de todo, esta iniciativa acabó cuando la cuarta edición nunca vio la luz, ya que “un malparido de nuestro equipo se robó toda la plata y todo quedó como una idea pasada”. Gracias a la experiencia, Pirañinsky empezó a “pensar más en los lectores” más allá de hacer escritos para sí mismo, y fue un antes y un después en su estilo narrativo.
La explosión de un tormento
Siendo casi las 11 de la mañana y sin haber desayunado vuelve a levantarse de su cama, apaga el cigarrillo prendido en su mano, llega a la cocina y agarra de la nevera una cerveza. Regresa a su lugar de comodidad, se sienta y alienta a mi salud mientras da el primer trago, luego de un par de risas, perdido un poco en la conversación se devuelve en su historia. Recuerda una tarde, en la que Oscar se sentía sin sentido y sin inspiración, solo y con la constante sensación de ser un peso. Esa tarde tomó una decisión inminente: acabar con su vida. Tomó casi 40 pastillas de un medicamento anestésico y quedó dormido rápidamente con las esperanzas de no tener que sufrir más.
- Siempre ha sido una persona intransigente, inteligente y demasiado convencido de saber lo que hace, por eso fue muy fuerte. Uno nunca se imagina que una persona que uno ama pueda llegar a tener unos momentos así de fuertes. -Mencionó su hermano “Calvo”.
Su familia lo encontró a la mañana siguiente inconsciente y como el menciona “más dormido que un hijueputa” y a punto de morir. Los doctores aseguraron que con cinco pastillas hubiese logrado acabar con su vida, y que la idea de entrar a su cuarto era lo único que le había salvado. Después del hospital, estuvo internado seis meses en un psiquiátrico. Meses los cuales estuvo abstraído de la realidad, sentía que estaba en una dimensión diferente y en los que volvió a reconectarse con la lectura y en especial con la escritura. En este espacio escribió y muchos de estos relatos se convirtieron en lo que son sus historias y relatos de hoy en día.
Su máxima como escritor
Luego de varios años escribiendo, en medio de la pandemia, presentó uno de sus libros con cuentos a un concurso en Ibagué. Sus escritos fueron seleccionados como de los mejores de la ciudad. Por lo que fue merecedor de un premio, que destinó para publicar su libro.
Discutió con tres editoriales, de las cuales, solo Editorial Escarabajo mostró real interés por sus escritos más que por el dinero que ofrecía. Al leer su texto completo se maravillaron por la idea y le dieron luz verde al proyecto. Juntos publicaron “Diecinueve relatos podridos y una nota adjunta”, un libro de realismo sucio que se divide en pequeños y extraños cuentos que reflejan la personalidad del autor, e invitan al espectador a imaginarse el mundo de los relatos sin terminar.
- Sus libros son transgresores, con un leguaje “chirrete” y cotidiano que los hacen muy interesantes. Sus escritos son enmarañados y sus finales extraños los hacen auténticos y coloridos como el propio Oscar y algo que por lo menos yo nunca he visto en Colombia. -Mencionó Eduardo Bechara, director general de la editorial Escarabajo.
Su forma de escritura se caracteriza por ser coloquial, insurrecta y diferencial a lo que se ve normalmente en los escritos publicados. Ahora se encuentra en la etapa de publicación de su segundo libro, un escrito conformado como una novela que continua con su estilo realista que busca ver la luz por medio de las preventas.
Por último: Pirañinsky
Este curioso nombre, se confunde en ocasiones con un apellido extraño. Pero es un apodo que ha cambiado su cara al mundo. Pirañinsky surge desde que tenía 11 años, época en la cual, por su depresión peleaba con cualquiera. En uno de estos enfrentamientos, con un joven cinco años mayor y en medio de la rabia, Oscar le agarró un pedazo de piel hasta el punto de arrancárselo y botarlo al piso.
Después de esto y ya con el apodo piraña, junto a sus amigos fueron a ver una película de Arnold Schwarzenegger y el personaje principal, Kaminsky coincidía con la actitud de Oscar en esa época, peleas por doquier. Así en la unión de los dos conceptos culmino en Pirañinsky, que ahora está registrado, e incluso su familia, amigos y cercanos se refieren a él por este nombre.
Hoy Pirañinsky de nuevo, acostado en su cama, después de haber fumado 5 cigarrillos, haber desayunado una “pola” y hablar casi tres horas con pasión y una constante carcajada con cada relato. Reflexiona y dice “yo sí la he pasado bueno”. Se despide con una sonrisa en la cara desde la casa que el mismo construyó, esperando para volver a Bogotá a presentar sus libros, conocer más gente, hacer una reunión personal y continuar su vida como conocedor, cocinero, escritor y más que todo como un loco apasionado por conocer el mundo.