Antes de morir, ‘El Hechicero’, un muchacho flaco, de nariz torcida y dicharachero, había dejado de vender droga y de robar. Su buena relación con las pandillas en los sectores más deprimidos de Soacha, en Cundinamarca, lo convirtió en la fuente vital para que otros jóvenes de la zona tuvieran una opción distinta a la criminal.
Willington, como se llamaba, dejó atrás su vida como delincuente cuando decidió hacer parte del programa ‘Jóvenes a lo ¡Bien!’ de la Policía Comunitaria, para ofrecer a jóvenes y familias, una formación profesional integral, un cambio de vida.
‘El Hechicero’ es apenas una de las 3.000 personas que se vincularon al programa en todo el país. Estudió mecánica de motos, se la pasaba día y noche con la Policía y evitaba que los muchachos se asustaran, huyeran o reaccionaran de manera agresiva cuando llegaba en las patrullas policiales. Pero un día quedó en medio de un tiroteo y murió.
El mayor Segura, que estaba en Medellín ese día, no pudo asistir a su funeral como sí lo hizo con muchos de los jóvenes que participaron en el programa de alguna forma y a quienes, dice con orgullo y ojos vidriosos, les cargó el féretro. Hoy es padrino de la hija pequeña de Willington.
Él andaba con ‘el Negro Bimba’, un joven casado y con un hijo a quien el Mayor Andrés Felipe Segura, Jefe de Grupos de Participación Ciudadana y creador de ‘Jóvenes a lo ¡Bien!’, conoció en la Fiscalía para darle a conocer el programa y pedirle una cita para hablar con los muchachos del barrio que de alguna forma lo conocían.
Este oficial es otro de los protagonistas. Su día empieza a las 4:30 de la mañana. Ejercicio, oración, reuniones con alcaldes, gobernadores, líderes comunales mientras los jóvenes están en clases. Por la tarde se reúnen con ellos, los ponen a jugar, con ejercicios cambian sus imaginarios conflictivos.
El mayor Segura debe buscar a los jefes de los grupos que se quieren intervenir para convocar las primeras reuniones, fue el primer paso. Luego los acercamientos con las juntas de acción comunal, secretarios de gobierno, alcaldes, el SENA y varios gremios.
‘El negro Bimba’ aceptó colaborar, pero no participar directamente. “No me pida que cambie”, le dijo al mayor Segura y éste le respondió: “entonces no me pida que yo no lo judicialice”. Así empezaron a trabajar de la misma forma como lo hicieron en Barranquilla, Desquebradas, Villavicencio, Puerto Tejada, Santa Rosa de Cabal y en Manizales. Las ganas eran de escuchar y dialogar.
‘Jóvenes a lo ¡Bien!’, que es una alianza estratégica entre la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Acción Social y el SENA, llegó con 25 cursos de aprendizaje. De estos, 10 se dictan en Soacha relacionados con corte y confección, belleza y cosmetología, panadería, cultivo, mantenimiento de redes eléctricas y mecánica, entre otros.
Contacto Peligroso
En algunas partes del país, el recibimiento fue a tiros, pero no por eso se detienen. “Hay que entender que la cultura de las personas con las que me estoy enfrentando no es igual a la mía, que muchos no han terminado un bachillerato, que no tuvieron un núcleo familiar fuerte, ni las oportunidades que yo tal vez tuve”, relata el mayor Segura.
“Tengo que sentarme y decirles: ‘Mire, hay una oportunidad, una oferta del Estado ante la oferta criminal”, precisa.
“¿Cuál es la oferta del Estado para que en esas zonas no se venda droga, no se empuñe un arma, no se cobre una extorsión cuando el delincuente organizado llega, recluta, entrega y capacita en negocios criminales? Nosotros con este programa queremos hacerle contrapeso a esa economía criminal para que se preparen, trabajen y puedan decidir qué camino escoger”, explica.
Doble Trabajo
La idea es evitar que haya nuevos ‘Cuchillos’, ‘Valencianos’ o ‘Mono Jojoys’. Que el modelo sea el hombre de bien, de confianza entre la población civil y apoyo para las autoridades.
Los encargados de poner a andar esta estrategia de paz son cinco policías, quienes se encargan de capacitar a otros uniformados cuya misión es desarmar el corazón de los jóvenes delincuentes.
“La comunidad dice que los políticos son unos mentirosos. La policía y los políticos dicen que es una comunidad peligrosa, así es difícil. Pero cuando nosotros hacemos que los líderes de las pandillas hablen con el secretario de gobierno, con el alcalde, y que estos se comprometan a sacar adelante al proyecto, se empieza a crear confianza”, dice el mayor Segura.
Este oficial, que ganó en 2010 el premio “Corazón Verde” como el mejor Policía del año, considera que para dejar atrás paradigmas hay que empezar a escuchar un poco más. Que los jóvenes dejen de ver al policía como un represor, que lo entiendan, que sepan que también tienen problemas.
“Nosotros como policía tenemos que empezar a entender que las dinámicas de los barrios son muy complejas y que no todo se soluciona con una captura o una judicialización. Hablar de seguridad ciudadana no es solamente montarse en una moto o un carro, dar vueltas y pedir antecedentes. Hay un abanico inmenso para poder trabajar y el choque es a lo que siempre se acude y resulta que eso debe ser lo último”, aduce.
‘Jóvenes a lo ¡Bien!’ entró a brindar una solución. Se crearon mesas de trabajo en las cárceles para reunir a pandillas rivales y entender el origen de sus diferencias. Con esas mesas en la comuna 13 de Medellín se vivieron 30 días sin un solo muerto.
A la desconfianza, las desilusiones por los muchachos que no permanecen en la legalidad, se suman intereses políticos de algunos alcaldes y gobernadores. “Me frustra muchísimo la inconsciencia de algunos alcaldes que creen que nos están haciendo un favor, que quieren decir por vanidad que ellos lo hicieron todo solos. Trabajar con pandillas no es un juego de niños”, dice el Mayor y agrega que algunos han querido evitar que el SENA sea el operador del programa y poner uno propio.